Se demoró en obtener su título universitario 10 años. Estudió diseño multimedia para satisfacer los deseos de su padre, quien falleció por una enfermedad terminal. Tres años más tarde, cuando solo le faltaba entregar la tesis, se dio cuenta de que no era lo suyo. Tenía 18 años y mi padre estaba muy enfermo, quería verme asegurada con una carrera. ¡Yo quería practicar ballet! Él me decía que tenía toda la libertad para ser bailarina, pero debía tener una profesión. En el mundo real (trabajando en diseño) me di cuenta que me había equivocado y me salí. Lo último que pensé fue en la moda porque lo veía muy superficial.
En una entrevista con Forbes Ecuador confesó que su conflicto con la primera carrera eran los clientes y sus incesantes pedidos. En la moda no pasa eso, la gente compra la ropa y el diseño. Es así que Ana Lía Padilla Gutiérrez decidió ingresar a la Universidad UTE para cursar una licenciatura en Diseño de Modas que le tomó una década culminar. Me frustraba, me salía y volvía. Sentía que las instituciones me limitaban porque yo soñaba con ser 'wow' y hacer cosas muy grandes. Quería elaborar ropa súper extravagante y me decían: 'no, eso no se va a vender, eso no funciona'. Entraba en desesperación, compraba libros y viajaba. Tengo mucho interés por las culturas precolombinas y visitaba las comunidades de Bolivia para aprender a tejer. Era mucho más feliz.
Le regresaban las ganas de volver a la universidad cuando recordaba que quería enseñar y ser profesora. De acuerdo con las leyes ecuatorianas, se necesita al menos un título de tercer nivel y hace cinco años lo consiguió. En ese tiempo también creó su nombre y su marca: Lía Padilla, que nació -en 2017- en una búsqueda creativa por hacer cosas nuevas. Empecé en el mundo del vestuario para artes escénicas: teatro y danza, pero sentía que siempre estaba de por medio el eje conceptual del director y yo quería crear. Entonces, decidí lanzar una marca de moda -que le decimos firma- porque va más ligado a mi esencia.
Nació en Quito y tiene 36 años. En septiembre de 2023 lanzó su nuevo proyecto, uno muy ambicioso que busca transformar la industria. Hasta este año no estaba centrada en la venta, sino en la alta costura. Me conocían como una creadora de arte. Desde 2017 hasta 2022 me dediqué a hacer ropa conceptual de pasarela, composiciones, siempre pensando en el lado artístico. Un ejemplo de estas prendas está exhibido en su tienda, ubicada en el norte de Quito, y fácilmente supera los US$ 1.000.
Hace tres meses abrieron este espacio después de un cuestionamiento de Padilla: ¿A quién estoy vistiendo? Es chévere hacer ropa súper hermosa, pero llegaron los cuestionamientos al momento de vender o al pensar a quién estoy vistiendo. Hasta ese momento, mi trabajo no lo había financiado a través de la ropa, sino con factores externos: fui bailarina y profesora. Nunca tuve que vender mis cosas, sí había gente que me compraba o atendía bajo cita para hacer trajes a la medida o vestidos de novia. Sin embargo, mi economía no giraba alrededor de esto, no es muy rentable en Ecuador.
Todo esto le llevó -con un grupo de socios- a constituir una empresa, con una estructura horizontal, y con objetivos totalmente ajenos a lo convencional. En este lado comercial analizan las tendencias del mercado y producen series limitadas con prendas que oscilan entre US$ 50 y US$ 100. Hicimos una mezcla para que la ropa no se quede solo en un sector muy cerrado de la sociedad, que no sea elitista y que se parezca a la ropa que yo mismo uso, que está por debajo de los US$ 100. Lanzamos una línea más accesible, con un plan de negocio diferente, es más social, que empresarial. Nuestro salario básico está en US$ 600. No buscamos generar ganancias innecesarias, solo mantener bien a nuestros colaboradores, generar empleo y transformar esta industria que es súper explotadora.
En su equipo están 10 personas. Las colecciones centrales conceptuales que van a realizar cada año sí están bajo su cargo, pero la parte comercial lo resuelve con su equipo. Usa materiales que sean producidos en Ecuador y en los países vecinos, además de utilizar lo que sobra de otros proyectos. Su inversión inicial asciende los US$ 100.000, que fueron usados en estructuras, procesos, estandarizaciones, patronaje, tallaje y maquinaria.
Padilla está contenta con este nuevo reto y destacó que se diferencia de otros diseñadores extranjeros por su identidad ecuatoriana, por la historia que lleva en sus venas y no deja de estudiarla y conocerla. Ha realizado su propio desfile de modas y ha participado en plataformas como Designer Book. En el futuro, espera continuar con la creación de moda conceptual y -por el otro- abrir más tiendas en América Latina. (I)