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Mashpi Lodge
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A 100 kilómetros del noroeste de la capital se esconde un santuario natural sin igual. Mashpi Lodge, el intrépido sueño de Roque Sevilla, es el destino perfecto para las almas aventureras que quieren reconectarse con la naturaleza, sin perder la comodidad y seguridad del mundo moderno. Este destino, que surgió con una inversión de alrededor de us$ 10 millones, entre su hotel y teleférico, tuvo ingresos por US$ 5,8 millones en 2023. Conversamos con Marc Bery, su gerente, para profundizar sobre el pasado, presente y futuro de este paraíso terrenal.

27 Septiembre de 2024 17.26

Sinuosos caminos de tierra abren paso a una reserva natural que late en el corazón del Chocó Andino. Desde hace 25 años este bosque virgen, que se desplaza entre los 500 y 1200 m.s.n.m, se ha defendido frente al progresivo avance civilizatorio que lo amenaza. Al arribar, la antesala exterior se muestra sutil, sin despojar el protagonismo a la frondosidad que la rodea. Botas colgadas, impermeables y repelente familiar auguran el inicio de la mística aventura. 

Después de una refrescante y cálida recepción, a la derecha cuelga un letrero que dice: "¡Tu aventura empieza aquí!". Divididas por grupos, las actividades se fraccionan en fáciles (centro de vida, libélula, bicicleta aérea y jardín de colibríes), moderadas (cascada Copal, cascada Magnolia y cascada Rana de Cristal), desafiantes (cascada Samadora, comunidad Mashpi y Mashpi 10K), casa adentro (taller de naturaleza, charlas bio y laboratorio de ciencia) y niños (young Mashpirangers y estampado de camisetas).

Un mapa en tercera dimensión enmarca los caminos por recorrer. Adentro, el tumbado es rojizo y, en el lobby, la ornamentación minimalista se traslada a las mesas, sillones y alfombra. En un rincón, ropa, herramientas y souvenirs esperan a los inexpertos y citadinos huéspedes. Al fondo se avizoran los verdosos rayos de luz que atraviesan sus imponentes ventanales. Desde la terraza interna se observan el bar y el restaurante, casi al alcance de la flora y fauna endémica, donde luciérnagas artificiales iluminan a los comensales. Los sabores del bosque se plasman en su gastronomía y coctelería, cuya materia prima proviene de las comunidades aledañas. Locro de papa, tonga de pollo, cazuela, panceta de cerdo y panela son solo algunos de sus manjares. 

La mixología también brilla con cocteles como el Taita (notas vegetales y tropicales acompañados de ligeros toques de apio), el Spicy Guava Margarita (picante, ligero y especiado, con toques de guayaba y jengibre, acompañado de notas ácidas de mango verde con sal y chipotle) y el Tayra in the Rain (cremoso de coco maduro con un toque de albahaca y grosellas blancas). Una carta personalizada da la bienvenida a la habitación, "el bosque donde nacen las nubes, una gota de lluvia, el canto de un pájaro, el canto de una rana, la paz...". Abrir esa puerta es descubrir un cuadro, siempre móvil y salvaje, una mirada profunda a la naturaleza primal desde una habitación fully equipped, sin distracciones. Las 24 habitaciones, distribuidas entre suites Yaku, habitaciones Wayra y habitaciones Wawa, están segmentadas para cubrir las necesidades de sus huéspedes, parejas, familias y viajeros, nacionales e internacionales, que buscan la experiencia Mashpi. 

La libélula, su sistema de teleférico, se desplaza a lo largo del bosque como el anisóptero del que tomó su nombre. Con una vista de 360 grados, cada góndola sigue a otra a una distancia de 500 metros y a una velocidad de 50 metros por minuto. La bicicleta aérea te acerca, pedal a pedal, hacia la cresta de los árboles nativos. Divididas por 165 metros de distancia, el vaivén entre sus dos estaciones es una experiencia fuera de este planeta. 

Finalmente, el mayor tesoro de este refugio es su biodiversidad. 400 especies de aves (36 endémicas), agutíes, tayras, pumas, coatíes de cola anillada, monos aulladores, osos hormigueros, bromelias, cecropias, heliconias, tarántulas, ranas, en fin... árboles, insectos y animales que luchan por sobrevivir en un mundo cada vez más invasivo. Todos al alcance de una mirada, de un sonido y de un paso. 

Marc Bery, gerente de Mashpi Lodge, nos contó más sobre este proyecto sostenible:

¿Cómo inició tu historia? 

De padres franceses, nací en la Ciudad de México, no quiero decir hace cuántos años (risas). Me mudé a Ecuador hace más de 20 años y ya no me quise mover de aquí. 

¿Cómo llegaste a Mashpi? 

Estuve en Galápagos como gerente hotelero para una empresa de cruceros un año. Me llamaron de Mashpi y me ofrecieron venir. No quería, estaba enamorado de las islas, pero me dijeron las palabras mágicas: 'Va a ser un buen reto para ti' y ya son 10 años.

¿Cómo fue tu primer día? 

Una vía complicada, son aproximadamente tres horas de carretera, una carretera sinuosa que al final se vuelve una carretera de tercer orden, con huecos. Yo ya había aceptado venir a trabajar aquí sin conocer. En el camino me decía: 'Marc, ¿qué hiciste?'. Una vez que entré al hotel y vi los vidrios, el bosque, me volví loco. Originalmente me pidieron que hiciera una entrada de 10 días para conocer, 35 días después salí de aquí porque tenía que pagar la renta, sino hubiera seguido. 

¿Cómo inició el proyecto de Mashpi? 

Empezó hace 25 años, cuando se compró este terreno, una compra mentalizada por el visionario que es Roque Sevilla. Él vio esto como un proyecto netamente de protección y conservación, ni siquiera lo dudó. Juntó a un grupo de amigos, hicieron la in- versión y compraron este terreno, donde surgió lo que yo llamo 'un mal necesario', porque necesitas generar ingresos que te permitan lograr esta conservación y esta protección. Si tú quieres tratar de salvar un bosque de deforestación, de ataques que pueden ser conscientes o inconscientes, necesitas empezar ese cuidado desde la base. Yo creo que, por eso, no solo yo, sino muchos de los que estamos aquí, llevamos años y queremos quedarnos más años con la camiseta, no puesta, sino tatuada porque este es un proyecto espectacular. 

¿De dónde viene el nombre? 

Mashpi es la unión de dos nombres. En esta zona había dos comunidades establecidas, Kichwa y Yumbo. En kichwa, 'mashi' es amigo, y en yumbo 'pi' es agua. Entonces, Mashpi es 'Amigo del Agua' y aquí somos buenos amigos del agua, aquí hay agua en cantidades. 

¿Qué actividades hacen de Mashpi Mashpi? 

La esencia de Mashpi es bien sencilla. Lograr, a través del hotel, de su gastronomía, de sus habitaciones, que tengas una intimidad y una reconexión con la naturaleza. Los senderos son una herramienta para lograr eso. Tenemos varias experiencias diferentes, pero todas conducen a una sola cosa, a que realmente entiendas lo maravilloso, lo importante y lo valioso que es conservar la naturaleza. 

¿Cómo es la gastronomía? 

10 años atrás empezamos con una idea de tener una gastronomía muy internacional, pero hemos cambiado bastante, yo lo llamo back to basics, regresando a nuestras bases. Estamos tratando de traer un proyecto bien bonito y es llevar el bosque a la mesa. Estamos usando sabores y olores de nuestro bosque. Utilizamos muchísima materia prima que producen nuestras comunidades y la traemos todo aquí a la mesa. Hemos migrado mucho para tener una gastronomía ecuatoriana. 

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