La decisión no le era fácil. Amante del orden y la limpieza, Silvia Ramos, hace casi cinco años se decidió a adoptar un cachorro, sin imaginarse que le rompería los esquemas y, claro, un montón de cosas. Ese era solo el inicio. Ahora comparte los días con su esposo, sus dos hijos y sus tres mascotas. Al final la vida es un proyecto, dice, mientras sonríe con el más reciente de los llegados a casa en sus brazos, quien todavía es un bebé peludo.
De familia donde las mujeres eran lideresas, aprendió de su abuela a tratar a todos de la misma manera y a no sentirse ni más ni menos que los hombres. Mi abuela era una matriarca. De chiquita cuando íbamos a su finca en Bucay, cosechábamos yuca, de igual a igual, con los trabajadores. Al final, mi abuela me daba un premio económico que, a mí, me servía para comprarme juguetes, porque en la Policía, donde mi papa era miembro, solo le daban un buen juguete en la Navidad.
Aunque se vinculó a Sonda hace un año y medio, es desde enero de 2022, cuando esta riobambeña asume la Gerenta General de la filial ecuatoriana de la multinacional, que cuenta con 205 colaboradores en Quito y Guayaquil. Ingeniera en Informática por la Escuela Superior Politécnica del Chimborazo (Espoch), Diplomada en Proyectos por el Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN), Máster en Proyectos por la Politécnica de Madrid, versión híbrida, antes de asumir el cargo, trabajó en Telefónica como Gerenta de la Unidad de Digital Business.
Como una ejecutiva de su nivel, las tareas y el estrés, por momentos, pueden ser abrumadores. Sin embargo, al llegar a casa, el recibimiento con ladridos, saltos y el meneo de colas alegres, le devuelve el equilibrio. Aunque de vez en cuando todavía se frustra por algún destrozo causado, esto le ha hecho practicar mucha paciencia, algo que, incluso, le ha servido para trasladar la práctica a la relación con sus clientes.
Isaac Newton Orozco tenía cinco meses cuando llegó. En la urbanización donde vivimos apareció un día un anuncio de que lo daban en adopción. Al verlo, me vino a la memoria el recuerdo de unos dibujos animados que veía cuando era chiquita: los Looney Tunes. Me encantaba el perro Ralph, que cuidaba a las ovejas, porque era muy sereno y siempre le ponía en su lugar al coyote. Por eso, cuando le vi al cachorrito dije 'qué bonito' y me lo traje.
El nombre lo pusimos entre todos, no queríamos uno común. Mi hijo que estudia medicina, sugirió ponerle Newton, yo dije Isaac Newton y, mi hija, le dice Isaac Newton Orozco porque, según ella, todos debemos tener dos nombres y dos apellidos. Hoy, Isaac Newton tiene cinco años. Creció muy rápido. Pero no fue fácil, era muy travieso, muy inquieto, las plantas las arrancaba de raíz, rompía las masetas, mordía los cojines. Y me decía yo 'ahora entiendo por qué lo dieron en adopción'. Pero la verdad, el cariño es más grande. Además. Si es tan inquieto y come tanto, si no lo tengo, no tendría un buen fin en otra casa. Así que se quedó y tengo que reconocer que se ha tranquilizado, destruye menos, es muy cariñoso, inteligente. Cuando hay truenos, se desata, corre de un lado a otro, ensucia las paredes, es un loco.
Hoy. Isaac Newton tiene cinco años. Al ser tan travieso, lo mandamos a entrenar una temporada en el fuerte militar de Machachi, donde mi cuñado es militar. Otro compañero de él había tenido una perrita de la misma raza. Lo cruzaron sin mi consentimiento. Salieron nueve perritos y nos trajeron una porque nos correspondía, a las cuatro semanas, cuando normalmente se los separa de su mamá a las ocho semanas. Fue difícil alimentarla, cuidarla. Ahora está con nosotros. Se llama Milky, tiene diez semanas.
Y también tenemos a Keisym una Golden Retriever que es toda una lady, no es traviesa, pasa tranquila y no le gusta que la molesten. Vino hace menos de un año, porque su familia tenía que viajar y nos la encargaron. Pasó el tiempo y nos pedían un poco más de tiempo, un poco más de tiempo, y de pronto ya se quedó. Tiene ocho años, pero disimula muy bien su edad.
Los perros son hermosos, nos dan mucho equilibrio, porque el día a día es fuerte. Trabajamos mucho con clientes, tenemos estrés de cumplir con el negocio, con el presupuesto, con el compromiso con nuestros inversionistas y cuando llegas a tu casa y tus perros te mueven la cola y son felices es un aliciente. Son un equilibrio, además, porque a mí me gusta mucho el orden, de que todo esté perfecto, de que las paredes estén blancas impecables, entonces, que existan, es desarrollar paciencia, para manejar un poco las emociones que generan. Ellos necesitan mucho cariño, atención y cuidado, son como otros hijos. (I)