"Siempre me gustaron los perros. Pero mi esposa Daniela no era amante de los animales. Así que nunca hubo una mascota en casa. Hasta que llegó Tito. Él es un Jack Russell de siete años (venezolano vivíamos allá) que lo compramos de cachorro, porque mi hijo Luis Santiago, que entonces tenía 13 años, pataleaba porque quería tener un perro. Tanto fregó, que Daniela accedió. Obviamente, nos prometió que lo cuidaría y se haría cargo. Eso le duró una semana. Me tocó encargarme, desde darle de comer, pasearlo, hasta limpiar sus necesidades.
"Mi hijo lo llamó Tito, no sabemos por qué. Pero desde el momento en que llegó a casa nos robó el corazón. Si bien es verdad que tener una mascota da trabajo, todo se compensa con lo que recibes en cariño y lealtad. Llegas en la tarde o la noche, con todos los rollos que tengas, y el primero que te va a saludar, siempre contento, es él. Tito es el primero que me recibe y también el primero que me despide cuando me voy al trabajo. Daniela me manda fotos de cuando salgo y Tito se queda en la escalera esperando. Me reconoce como el líder de su manada, como su papá, siempre expectante de lo que hago, a dónde me voy. Él entiende cuando salimos y no viene con nosotros, se pone nervioso y tristón, cada vez que sacamos una maleta y él no va. Lo presiente.
"Por otro lado, siempre está con nosotros en las distintas mudanzas de país por trabajo. Salimos de Venezuela a Guatemala y vino. Hace dos años llegamos a Ecuador y está aquí. Es ya casi un hijo, la verdad nos acompaña mucho, porque nuestros otros dos hijos viven en el exterior por estudios. De hecho, ahora Daniela creo que es la que más lo quiere. Duerme con nosotros, cada vez se fue 'sinverguenciando' y ahora también come con nosotros. Duerme por todo lado de la cama, se baja se sube, va a su casa, se monta, no tiene límites, es como dueño del espacio donde está. Tiene sus normas, pero la verdad está mal educado en el buen sentido, muy mimado, se extralimita.
"Reconozco que soy el que más le malcría, lo tengo siempre al lado y le doy comida de la mía. En pandemia ha sido mi compañero de trabajo; en las reuniones virtuales, ahí está, a veces sale incluso en la cámara. También me impulsa a caminar; en la crisis sanitaria todos los días, ahora, fines de semana. Salir y comer con él es parte del plan. Si hago paella, te pide; si son costillitas, te pide. Lo que más le gusta es arroz con pollo. Come lo que comemos. De vez en cuando hasta le doy chocolate, aunque es malo para ellos. Ahora está a dieta porque en pandemia se engordó. El problema es que si no le hago caso para darle comida, ladra tanto, que creo que hay que llamar al encantador de perros para que me dé unas clases de qué hacer, porque la verdad ahí estamos mal (risas).
"A Tito le encanta viajar, le llevamos a todo lado, aquí en Ecuador pasea mucho con nosotros, a la playa, a la montaña, a las haciendas. Ahora estoy promoviendo en la oficina un día de personas con mascotas a la semana. Hoy los jóvenes primero tienen una mascota antes que un hijo. Me encantaría tener unos tres Titos, pero tengo que convencer a Daniela. Eso sí, adoptados, hay tanto perrito abandonado y necesitado. Me he vuelto más sensible". (I)