En febrero de 1922, justo en el día de su 40 cumpleaños, James Joyce pudo respirar tranquilo. Ulises, la obra a la que había dedicado siete años de su vida, por fin había sido publicada. La novela, que hoy en día es un clásico de la literatura moderna, durante un tiempo recibió negativa tras negativa de las editoriales, que consideraban la obra poco apropiada (en EE.UU. llegó a estar prohibida por “obscena”).
La suerte de Joyce y de su novela cambió cuando se cruzó en su camino Sylvia Beach, conocida en el ámbito literario por regentar la librería parisina Shakespeare and Company. La odisea de James Joyce por publicar Ulises terminó cuando la conoció.
Sylvia nació en Baltimore en 1887, pero vivió parte de su infancia en París, ya que su padre, un pastor presbiteriano, había sido destinado a trabajar en la Iglesia Americana en París. Después de unos años itinerantes -regresó a Estados Unidos, volvió y viajó por Europa, vivió en España-, en 1916 se estableció definitivamente en la capital francesa y comenzó sus estudios de literatura.
Su interés por los libros no se limitaba al aula y siempre que tenía ocasión deambulaba por las calles de París, paseando entre las estanterías combadas de las librerías más antiguas y los puestos callejeros con libros de saldo. Así conoció a Adrienne Monnier, fundadora de La maison des amis des livres (La casa de los amigos de los libros) y una persona decisiva en la vida de Sylvia.
Convencida por Adrienne, en 1919 se lanzó a abrir su propia tienda de libros, Shakespeare and Company, en el número 12 de rue de l'Odéon. El establecimiento se convirtió pronto en el punto de reunión de escritores y aspirantes a serlo, el lugar donde ver y dejarse ver.
La librería estaba especializada en libros en inglés y era habitual ver por sus pasillos a Samuel Beckett, Gertrude Stein, Scott Fitzgerald o Ernest Hemingway, uno de los muchos americanos que se habían instalado en París huyendo de Estados Unidos en los años de la Prohibición.
La generación pérdida, como bautizó Hemingway a los literatos desesperanzados del periodo de entreguerras, encontró su sitio en este pequeño rincón atestado de libros y cuadros y regentado por una mujer menuda “de ojos marrones, vivos como los de un animalillo, y alegres como los de una niña”, según la describió el escritor en su libro París era una fiesta.
“Mi libro nunca saldrá a la luz”
En una entrevista concedida en 1962, pocos meses antes de su muerte, Sylvia Beach relató cómo se fraguó su relación de amistad con James Joyce (una relación con luces y sombras) y cómo se convirtió en la editora de Ulises.
El mismo día de conocerse en una fiesta en París, el escritor irlandés, recién llegado a Francia, le habló de su ambiciosa obra y de los continuos obstáculos a los que se estaba enfrentando tratando de publicarla. “Tuvimos una conversación y él parecía muy interesado en mi librería, me pidió la dirección y lo apuntó. Nunca había visto a nadie tan interesante ni divertido, además de sensible”, dijo en esta entrevista emitida en televisión con motivo de la inauguración en Dublín de la Torre James Joyce.
“Mi libro nunca saldrá a la luz”, llegó a decirle Joyce a Beach. El irlandés estaba profundamente preocupado por las noticias llegadas de Estados Unidos. La revista literaria independiente The Little Review, dirigida por las editoras Margaret Caroline Anderson y Jane Heap, había publicado en entregas algunos capítulos de Ulises, una afrenta a la moral opresiva de aquellos años.
La polémica suscitada entre quienes consideraban inapropiado el contenido de la novela desencadenó la prohibición de publicar la obra en Estados Unidos al considerarla “obscena”; y la posibilidad de encontrar alguna puerta abierta para Joyce parecía remota.
Un día, en una de sus visitas a la librería, Sylvia vio al escritor meditabundo y le ofreció una solución: “¿Te gustaría que publicara Ulises?”, preguntó. “Me gustaría”, respondió el irlandés en una conversación recordada por la librera. Beach corrió con todos los gastos y mantuvo los nervios a raya cuando James Joyce añadía capítulos, eliminaba párrafos y hacía cambios de última hora en las galeradas del grueso manuscrito de más de 700 páginas.
Ulises llegó a las estanterías parisinas el 2 de febrero de 1922, el mismo día del 40 cumpleaños del escritor. Sin embargo, la novela estuvo prohibida en Estados Unidos y Gran Bretaña hasta los años 30. Aunque la censura fue contraproducente: aumentó el interés en el libro y lo convirtió en un objeto de contrabando en las fronteras, donde los ejemplares interceptados eran destruidos.
Respaldado por sus lectores, Joyce logró por fin su ansiado contrato editorial cuando en 1934 la casa Random House le ofreció publicar la novela, siendo la primera edición autorizada en Estados Unidos.
Mientras Ulises se convertía en el libro más buscado de París, Sylvia continuó al frente de Shakespeare and Company. La crisis económica de los años 30 fue el inicio del final del establecimiento, que terminó cerrando sus puertas durante la ocupación nazi.
En 1941, Sylvia Beach fue detenida y enviada a un campo de concentración, donde permaneció seis meses. Antes de ser arrestada, había escondido todos los libros para protegerlos de las tropas alemanas. Tras su cautiverio regresó a París y vivió escondida hasta la derrota del ejército nazi, cuando fue liberada por Hemingway, otra anécdota increíble en la asombrosa vida de Sylvia Beach.
Hoy en día, de la librería solo queda el nombre. En 1951 el estadounidense George Whitman inauguró en rue de la Bûcherie la librería Shakespeare and Company, bautizada así en honor a Sylvia Beach, la editora sin la que no hubiese existido una de las obras cumbres de la literatura universal.
*Publicada en Forbes España