Tenía tan solo cuatro años cuando sus padres decidieron emigrar a Barcelona, España. No recuerda mucho del desprendimiento, por lo que no siente que lo hubiesen arrancado de la raíz. Quizás por eso, por haber crecido en lo que se convirtió su iberia, ahora, a sus 30 años, su hablar lleva más las entonaciones españolas que las ecuatorianas.
Sus memorias más “antiguas” se remontan a los días de escuela, cuando él veía que era de los poquísimos “diferentes”, algo que cambiaría años más tarde cuando se desató el éxodo ecuatoriano hacia el otro lado del océano. Como toda familia que emigra, la suya debía encontrar la forma de sobrevivir para vivir. Su madre, que había estudiado enfermería, tuvo que convalidar asignaturas y obtener la titulación básica de catalán para acceder a un trabajo. “Era realmente bastante duro, recuerdo cómo mi madre salía a estudiar y trabajar a la vez, con tal de convalidar sus estudios y ejercer en lo que se formó. Por suerte, tuvimos amigos que hicieron mis padres por aquí, que nos dieron apoyo. A veces, me cuidaban y llevaban a la escuela. Otras veces, me quedaba solo”.
Es Javier Peralvo Ortega, nacido en Quito, el mayor de tres hermanos, los dos menores nacieron cuando él cumplió 18 años. En sus estudios secundarios optó por el bachillerato económico. Profesores, amigos y familiares daban por hecho que esa sería su trayectoria profesional, porque estaban convencidos que sus habilidades para los números eran mayores que las creativas. Pero en el camino se encontró con una amiga que le enseñó el mundo de la fotografía. Ese descubrimiento fue determinante para que se decantara por esa profesión.
Los primeros pasos los dio en la fotografía de eventos, retratos y reportajes para algunas marcas y agencias, no eran trabajos muy importantes, por decirlo de alguna manera, pero le permitían crecer como artista, con una visión más amplia, global y desarrollada. Empezó a juntarse con estudiantes de cine, música, arte. Eso le llevó a conocer otras personas que le introdujeron en el mundo de lo audiovisual.
En este ambiente se cruzó en el camino con Pawla Casanovas, una diseñadora de modas española, con quien hizo match. Casi por inercia, como si se conocieran de siempre, ambos unieron fuerzas para dar origen a su propio estudio creativo. Así nació Belledejour, enfocado en desarrollar proyectos de video, arte, performance y fotografía. El primero de ellos, 'Dressdejour', en 2020, los colocó bajo las luminarias de la creatividad catalana.
“Desarrollamos una colección de moda. Ella se encargó del diseño de moda y yo de toda la creatividad, del visual, del imaginario perfecto”. Dressdejour fue una colección de siete vestidos, presentada en una campaña representada por siete mujeres power, entre ellas, Greta Fernández, ganadora de “La Concha de Plata”, en el festival internacional de cine de San Sebastián.
Ese gran despegue, llamó la atención de músicos, actores, actrices y marcas de España. Pasaron a hacer proyectos en colaboración con Nike, CaixaBank, entre otros. Lo que nació como un proyecto personal se convirtió en comercial, por lo que decidieron abrir un proyecto paralelo: Belledenuit. “Cuando empezó la cuarentena, vi dos caminos: procrastinar al máximo o intentar sacarle partido a esta mierda. Los primeros meses fueron difíciles: agobio, ansiedad y tachar algunas cosas del 'to do list', pero en algún momento vi la luz al final del túnel”.
Poco a poco fueron sumando proyectos. Con Sita Abellan realizaron una sesión de fotos en la Casa Ramos de Barcelona; con Bad Gyal hicieron un video que, según Peralvo, “fue una de las mejores llamadas de su carrera porque era un sueño trabajar con alguien que te ha regalado tantos perreos”; con El Último Vecino y Kaydy Cain crearon videoclips; y en uno de sus últimos trabajos, participaron en la creación de una propuesta para Quevedo.
Actualmente, la empresa de ambos socios cuenta con cuatro empleados permanentes, que se multiplican a 30 cuando se realizan las producciones e, incluso pueden llegar a 90, dependiendo de su complejidad.
Sus orígenes no los ha olvidado y, cada dos o tres años, ha regresado a tomarse unos días en Ecuador, a visitar a la familia, aunque, tras la pandemia esto no ha podido ser posible. Desde el punto en el que se encuentra actualmente recomienda a los ecuatorianos a que “siempre tengan esperanza y sean positivos, que crean en sí mismos, que si las cosas se hacen con amor y con cariño, no hay fallos. No tengan miedo en creer en sus proyectos a pesar de que el contexto o las cosas estén difíciles. Y. hoy, con herramientas como el Internet el contacto con desconocidos está a la orden del día y no hay fronteras para las oportunidades”. Todo esto mientras alista su próximo gran proyecto para marzo de 2023: la campaña del Bridal Fashion Week, una semana dedicada a la industria de las novias, que se presenta en Barcelona, Nueva York y Milán. (I)