Todos conocemos esa sensación de llegar a un lugar que llevamos años planeando visitar y comprobar que no está a la altura de nuestras expectativas. Pues bien, esto tiene un nombre y adopta el de una de las ciudades más visitadas (y soñadas) del mundo: el síndrome de París.
¿Qué es el síndrome de París y qué lo causa?
Se trata de un trastorno real y, como tal, está reconocido por la ciencia. Se identifica como un choque cultural severo que se manifiesta con alucinaciones, frecuencia cardíaca alta, mareos y náuseas, tal y como lo definió el psiquiatra Hiroaki Ota en la década de los 80 del pasado siglo.
Los viajeros sueñan con ver los Campos Elíseos y los amplios bulevares diseñados por Haussmann, pero luego se dan cuenta de que no todas las calles parisinas son iguales y que tal vez hayan idealizado la ciudad. A veces, la barrera del idioma es difícil de superar y las diferencias culturales lo son demasiado como para pasarlas por alto. Experiencias que se intensifican con la nostalgia y la fatiga asociada al propio hecho de viajar.
¿Cómo se manifiesta el síndrome de París?
En 2011, la publicación estadounidense The Atlantic informó de que al menos 20 personas habían sufrido el síndrome de París durante ese verano, predominantemente japoneses, porque al llegar a esa ciudad descubrieron que no era lo que pensaban.
El síndrome de París es más frecuente entre los turistas de ese país asiático que visitan la Ciudad de las Luz, posiblemente debido a una excesiva idealización de París. Así, la agencia Reuters publicó que en 2007 hasta una docena de turistas japoneses buscaban ayuda psicológica cada año después de que la realidad de encontrarse con una población hostil y la suciedad de las calles supusiera un choque con sus expectativas. Ese año, la embajada japonesa en París repatrió a cuatro nacionales que estaban convencidos de que sus habitaciones de hotel tenían micrófonos ocultos.
Por su parte, Oxford Academic refiere otro fenómeno psicológico poco común que sufren los visitantes, denominado síndrome de Jerusalén, que se produce cuando los peregrinos y turistas se imaginan a sí mismos como figuras bíblicas o mesiánicas. Según la BBC, los médicos del Centro de Salud Mental Kfer Shaul de Israel tratan a cien turistas al año, entre cristianos, judíos y musulmanes, con algún tipo de psicosis (unos 40 necesitan ser hospitalizados). Cualquiera que sufra esta enfermedad verá y oirá cosas que no existen y experimentará paranoias.
Y es conocida la afección de muchos turistas en Florencia: el síndrome de Stendhal (a veces llamado síndrome estético), que se produce cuando los visitantes contemplan obras de arte o arquitectura tan magníficas que experimentan palpitaciones y un cierto grado de paranoia. Tal y como informó la BBC, una mujer de unos 40 años creía que los personajes de los frescos de la Capilla Strozzi de la Iglesia de Santa Maria Novella la señalaban. En otra ocasión, un artista de unos 70 años creyó que estaba siendo monitoreado por aerolíneas internacionales a los pocos minutos de llegar al Ponte Vecchio.
¿Cómo evitar que se produzca el síndrome de París?
Viajar supone un esfuerzo, tanto físico como psicológico, por lo que es mejor tomar todas las precauciones antes y durante: conviene beber mucho líquido para evitar la deshidratación, especialmente en los veranos, merece la pena seguir los consejos para reducir el impacto del jetlag (en caso de viajar a otro continente), no sobrecargar el planning de la ruta para no agotarse e informarse de los efectos secundarios que puede provocar cualquier medicamento que se esté tomando.
París es conocida, sobre todo, y con razón, por sus hermosos bulevares, mercados, monumentos históricos y experiencias culinarias, pero es también una ciudad que vive y respira: se produce mucha basura, el metro puede estar muy concurrido y no siempre prevalece la atención al visitante. Porque, en definitiva, es una ciudad como otra cualquiera.
*Publicada originalmente en Forbes US