Su vida desde hace 15 años ha transcurrido lejos de su Lima adorada. Junto a sus dos hijos y su esposo ha sumado experiencias en varios países, cuya más reciente escala ha sido Quito. María Pía Orihuela llegó en marzo de 2019 para asumir la Gerencia General, responsable de la División Farmacéutica. Y dice estar encantada, aunque la decisión no fue fácil tomarla.
Esta ejecutiva empezó su camino en el ámbito corporativo internacional en Caracas, Venezuela, donde trabajaba como Directora Comercial para un laboratorio farmacéutico norteamericano. “Salimos de Perú con nuestros hijos aún bebés. Gonzalo estaba cumpliendo un año; ahora ya tiene 15. Y María José tenía cuatro; hoy ya está en la Universidad. Vivimos una linda experiencia”. Luego, la familia se mudó a Chicago, también con el laboratorio; asumió la responsabilidad de dirigir América Latina. “Viajaba mucho por toda la región, desde México hasta Argentina, incluyendo Brasil. Y la verdad es que en ese momento la vida se puso intensa, vivía tres semanas viajando y una semana en casa. Mis hijos eran pequeños y, a pesar que mi esposo me ha apoyado toda la carrera, encargándose de la casa, quería más tiempo con ellos”.
Se presentó la oportunidad de ir a México. Ahí pasaron siete años. “Pensamos que nos íbamos a quedar a vivir, la verdad. México es un lugar muy lindo para vivir. Mis hijos estaban felices, pero se presentó la oportunidad con Roche. No fue una decisión fácil, pero era una oportunidad linda y no nos arrepentimos de nada De hecho, mi hijo no quiere irse de Quito”.
Orihuela lidera esta parte ecuatoriana de la biofarmacéutica suiza, que está 40 años en el país. Cuenta con 150 colaboradores y genera más de 1.000 empleos entre indirectos e inducidos. En 2020, la firma realizó mucha inversión para ayudar al sistema de salud ecuatoriano; en 2021 invirtió US$ 7 millones y para este año los planes son crecer a US$ 8 millones. “Trabajamos para que la innovación pueda llegar a las personas en Ecuador, para que puedan tenerla en el menor tiempo posible. Este año la inversión se dirigirá a equipos de diagnóstico y de apoyo a médicos y pacientes, más allá de los medicamentos”, detalla.
Y mientras en su apretada agenda de trabajo está apuntado el fiel cumplimiento de estos objetivos, en su hogar, hay tres mascotas que, por un lado, la recargan de energía, y, por el otro, le brindan la paz que tanta falta hace.
“Cuando dejamos Chicago y nos fuimos a México, la primera sensación que teníamos, como siempre pasa, era de no querernos ir. Uno de los compromisos que hicimos como familia fue tener un perrito. Así que, en México, hace 10 años, cuando llegamos al hotel, primero, antes de ir a una casa, nos entregaron a Otto. Es un Yorkshire Terrier. En casa de mis padres, habíamos tenido esta raza de perro y la conocía y me gustaba. Lo queríamos mucho, hasta hoy están sus cenizas en una urna y con una foto en la casa de mis papás. Les mostré a mis hijos cuál era la raza y estuvieron encantados, lo compramos. El papá de Otto es argentino, la mamá es mexicana. Lo llamamos así porque, cuando estábamos en Chicago, veíamos con mis hijos una telenovela peruana, en la que había un personaje chiquito, un bebé que se llamaba así. Otto creció con nosotros, es súper engreído, el centro de la familia, es todo un artista y tiene pinta de modelo perruno.
“Al venir a Ecuador e instalarnos, quisimos que Otto tuviera descendencia, así que contactamos por un grupo de Facebook y lo cruzamos con una Yorkshire Terrier ecuatoriana. Nació Olivia. Llegó en pandemia, en abril de 2020. Ella revolucionó la casa. Si creíamos que adorábamos a Otto, ella se ganó su espacio, es la más 'humana' de los tres perros que tenemos. Se acostumbró a vivir con nosotros, porque en pandemia no salíamos, quizás por eso siente que es mi hija. La pusimos Olivia porque es hija de Otto y quisimos mantener un nombre con O, así que pensamos en la esposa de Popeye, porque, además, vimos que iba a ser chiquita y flaquita. A las 19:30 pase lo que pase se va a dormir.
“Manny nació en septiembre de 2021. Tengo una compañera de trabajo, la Directora de Recursos Humanos que compró también un perrito de esta raza. Me contó que iba a esterilizarlo; le dije que le hiciera tener descendencia. Así que cuando Olivia entró en celo los cruzamos. Tuvieron hijitos y ahí salió Manny, que era enorme comparado a sus tres hermanos. Nos recordó al mamut de la película La Era del Hielo.
“Así que Otto es el abuelo, Olivia es la mamá. Y Manny es el nieto. Son muy latinos mis perros. Son como mis hijos. En la noche, mi habitación es su habitación. Otto y Olivia duermen a los pies. Manny sí se da cuenta que es perro, duerme en una esquina, tiene su espacio, no sube a la cama, es educadísimo. Ellos me llenan por completo, son terapéuticos, me liberan de todo el estrés. En el día de teletrabajo me acompañan, se acomodan en mis pies. Por un lado me recargan de energía y por otro lado son una fuente de paz, con una caricia, con una mirada, cuando mueven la colita, me liberan. Mis perrhijos son únicos”. (I)