Once upon a time in Cuenca
El cuencano Fernando Coellar vive un cuento (no solo de hadas) en la meca del cine. Llegó a Estados Unidos a mediados de los ochenta, rechazó un trabajo en Hanna-Barbera y luego fue parte de Merv Griffin Productions, donde llegó a ser director artístico. Allí, entre videos para estrellas globales como Madonna y otros artistas, fue codeándose con los grandes estudios de Hollywood y, tras 10 años de carrera y movido por las estrellas y millones de dioses, fundó Pink Elephants Inc. en 2002. Con su empresa ha trabajado para Disney, Netflix, Pixar, DreamWoeks, HBO, Nickelodeon, etc.

CAPÍTULO I: EL MUSEO DE ARTE MODERNO

Había una vez un joven artista que daba clases de pintura, títeres y teatro en el Museo Municipal de Arte Moderno, en Cuenca. Las niñas y los niños que eran sus alumnos enloquecían con sus clases; era el profesor más querido y uno de los más creativos que llegó a esta institución. Como buen artista, era extrovertido, usaba ropa muy colorida, los bolsillos de sus pantalones siempre estaban con pinceles, manchas de pinturas y títeres desgastados; los pequeños lo seguían con la mirada por los salones y los pasillos del Museo, una casona de paredes gruesas, pisos de ladrillo, pasillos infinitos y amplios jardines. El nombre de este personaje, profesor y artista es Fernando Coellar, y tenía como hada protectora a Eudoxia Estrella, también artista, directora del Museo de Arte Moderno y artífice de la Bienal de Pintura de Cuenca. 

Ella, mujer de carácter fuerte, fue la mentora, la maestra, el todo de Coellar. “Gracias a la Eudoxia aprendí mucho de la vida y el mayor consejo que recibí de ella fue: 'Siempre debes caer como una semilla, caer en el lugar apropiado, crecer y enseñar lo aprendido'”. El Museo de Arte Moderno, ubicado en el barrio de San Sebastián, uno de los más bonitos de Cuenca, fue una especie de castillo donde Coellar inició su carrera como artista hace casi 40 años. “Yo trabajaba muy contento, en las clases del Museo tenía cerca de 250 niños a mi cargo”. Pero la historia de este artista estaba por empezar. Un primer giro ocurrió en 1984, cuando tuvo la oportunidad de viajar a Estados Unidos con una beca para estudiar arte en Washington DC, en Sidwell Friends School, “una escuela de niños ricos”, en palabras del propio Coellar.

“Soy especial, pero no tanto. Siempre he tenido la suerte de mi lado”, dice sin falsa modestia en una entrevista por Zoom, que tuvo algunas interrupciones, pero sobretodo muchas anécdotas, risas y emociones. “Mi viaje para Washington DC estuvo previsto para 1985, pero la persona que debía ir en 1984, una artista mexicana, no pudo viajar por un tema de salud. En menos de dos semanas armé el viajé y me mudé a Washington DC. Aproveché mi estancia para tomar clases en Georgetown University. Además daba clases de español y arte en el instituto. Allí hicimos teatro, pintura, muchas cosas”. Coellar regresó un año después a su natal Cuenca, pero sentía que no encajaba del todo. “En esos años no había un movimiento cultural consolidado, los materiales de arte eran caros y sentía que no iba a crecer como persona. Además estaba descubriendo de manera inocente mi sexualidad y la capital azuaya era mucho más conservadora. Yo creía que era un monstruo, pero descubrí a otra gente en la misma situación. Eso sí, nunca tuve problemas con la gente en Cuenca, pero quería salir, vivir”. Fueron muchos factores que jugaron para que Coellar decida regresar a Estados Unidos a buscar su destino.

CAPÍTULO II: UN NO A HANNA -BARBERA

Coellar tenía ya 24 años y estaba de vuelta en Estados Unidos. El plan inicial era quedarse un año, trabajar y aprender. Este cuencano había estudiado Filosofía y Letras, y en algún momento pensó en ser cura luego de haber estudiado con los salesianos, pero el arte era su mayor atracción y puso toda su atención en crecer como artista fuera del Ecuador.

El protagonista de esta historia vivía una revolución interior y al regresar a 'dreamland' intentó trabajar en un museo de niños, para aplicar su experiencia de años pasados en Cuenca y compartir su amor por la pintura. Pero lo que le ofrecieron no resultó de su agrado: “era un trabajo de guardia y vigilante de los pequeños, algo que no era nada artístico”. Coellar no se desanimó y se dedicó por un tiempo a pintar tarjetas con la técnica de la acuarela, que había aprendido años atrás con Eudoxia Estrella.

El panorama no era muy claro y Coellar pensó por un momento en la posibilidad de retornar al Ecuador, pero una voz interior le dijo: “Quédate unos meses, date una oportunidad”. Fue entonces cuando un amigo lo llevó a trabajar en un restaurante italiano que le abrió las puertas, “aunque no sabía cocinar y quemaba todo”. Los dueños lo acogieron como a un hijo y Coellar empezó a elaborar ensaladas con un toque artístico: paisajes y figuras eran la marca de los platillos, que fueron una suerte de lienzo para que el cuencano empiece a mostrar su talento.

“Siempre agradezco a las estrellas, al cielo y a los millones de dioses que tengo porque me han protegido en cada decisión”, dice con entusiasmo y convicción durante la entrevista. Lo que él no sabía era que cerca del restaurante donde trabajaba se encontraban algunos estudios de cine de Hollywood, entre esos Hanna-Barbera, cuna de Los Picapiedra, Los Supersónicos, El Oso Yogi y decenas de dibujos animados que marcaron una época de la televisión. “Una cliente del restaurante trabajaba en ese famoso estudio y me consiguió una entrevista. Fui muy bien vestido y con algunos de mis trabajos como artista. Al entrar me presentaron el departamento de animación. Estaba muy emocionado, pero lo que me ofrecieron era pintar unas láminas plásticas, era un trabajo muy mecánico, sin ninguna gracia. Entonces dije que no porque eso no era para mí, me iba a quedar allí sin crecer. Si caía allí no iba a salir. Los ángeles me dijeron que no aceptara y le dije que no a Hanna-Barbera. Salí con mucho dolor, casi llorando. Pensé que era un aviso para regresar a Cuenca”.

CAPÍTULO III: MADONNA, EL GENIO DE LA LÁMPARA Y UN BREVE REGRESO A CUENCA

La decepción por decirle no a Hanna-Barbera duró poco. Los dueños del restaurante donde trabajaba Coellar le hablaron de una empresa de utilería para películas y videos, Roshu Inc. Este cuencano, que canta aún más cuando habla con otros cuencanos, tuvo una nueva entrevista de trabajo. “Al llegar quedé impactado: en el ingreso había un genio de la lámpara gigante, máscaras, alfombras voladoras, ovnis. Era como entrar a un cuento mágico y no lo podía creer. Un chico de Cuenca encontrándose una caja de sorpresas, me sentía como en un cuento”.

¿Crees que vives un cuento de hadas? Coellar responde: “Completamente. No siempre es un final feliz, cada proyecto es una historia. No todo es maravilloso, hay problemas, pero lo que he imaginado se ha cumplido”. 

Roshu Inc. era una fiel muestra de lo que era entonces Hollywood. Mujeres guapas, hombres guapos, glamour, luces, lujos. “Mi jefe usaba maquillaje y ese fue otro sacudón cultural. De las cholas cuencanas a un mundo de otra belleza, la belleza de Hollywood”. En los primeros días de Coellar en esta firma se rodaba un video para Madonna, y cuando se presentó y les mostró su trabajo, le dijeron que estaba sobrecalificado. “Me dijeron: 'Vas a trabajar con directores de arte que son muy complicados', y yo les respondí: 'No importa, me encanta lo que veo y lo tomaré como una escuela de arte'. Era un trabajo soñado, una lotería y me quedé 10 años allí”. El cuencano que creyó en su destino empezaba a codearse con Hollywood.

Pero la historia de Coellar daría un nuevo giro. La empresa donde trabajaba se vendió, él salió y decidió volver a Ecuador para trabajar con Gladys Eljuri, en Las Fragancias, en 1995. “Estaba separado de mi pareja y Gladys me dio la oportunidad, siempre estaré agradecido con ella. Pero me di cuenta de que ya no pertenecía a mi tierra natal. Igual canto como cuencano, amo mi ciudad, mi arte se inspira mucho en las fiestas de mi ciudad natal. Trato de visitar Cuenca con frecuencia, he hecho exposiciones. Pinto cuadros para amigos y sin darme cuenta mantengo una conexión con la ciudad y la gente”.

Nueve meses después, ya en 1996, Coellar dejó nuevamente su tierra natal y regresó, otra vez, a Estados Unidos. El universo y las estrellas se estaban alineando para un nuevo capítulo en la trayectoria del artista cuencano.

CAPÍTULO IV: UNA CRISIS QUE LE LLEVÓ AL FUTURO

Merv Griffin Productions era una empresa que producía legendarios programas de la televisión estadounidense entre las décadas de los sesenta y ochenta. Shows televisivos como The Wheel of Fortune, Jeopardy, Dance Fever y otros se pensaban y se transmitían en esta compañía. Su fundador, Merv Griffin, era una celebridad de la TV gringa, siempre conocida y reconocida por los programas familiares de entretenimiento en las noches.

Esta empresa había adquirido Roshu Inc. y Coellar, ya de regreso en Estados Unidos, pasó a ser Director creativo.Era un nuevo salto en su carrera. “La compañía se hizo gigante y conocí a más gente de estudios de cine, más directores de arte, más celebridades. Pero las cosas no funcionaron, los números de la empresa no eran buenos y empezó a salir mucha gente. Yo estuve hasta casi el final”, cuenta con un dejo de nostalgia.

¿Qué hizo Coellar? Este ecuatoriano estaba tranquilo porque su nombre ya era conocido en el medio y a los pocos días de su salida empezó a recibir llamadas de antiguos clientes de Merv Griffin Productions: una de las primeras llamadas que recibió fue de Disney, “con quien tuve y mantengo una conexión muy especial”. Disney quería que Coellar trabajara como proveedor de servicios artísticos lo más pronto para lo que nuestro protagonista necesitaba un nombre para su empresa. “En esos días -recuerda- en una reunión con amigos estábamos viendo la película Dumbo y me enganché con la escena en la que los elefantes se emborrachan. Allí se me ocurrió el nombre de mi empresa: Pink Elephanths Inc.”.

Fernando Coellar empezaba un nuevo sueño que lo llevaría a un siguiente escalón en su carrera en el corazón de Hollywood.

CAPÍTULO V: PINK ELEPHANTS INC., DEMOGORGONS Y UNA HISTORIA SIN FIN

Era el año 2002 y Coellar fundaba Pink Elephants Inc., un estudio creativo que combina arte, diseño, marketing y fantasía. Casi 20 años habían pasado desde que Coellar llegara al Museo de Arte Moderno, en Cuenca, para ser profesor de niñas y niños. “Yo sigo pensando que Pink Elephants es algo pequeño, pero en realidad tengo una cantidad de trabajo que nos hace una empresa respetada y conocida”.

Los elefantes rosados de Coellar son hoy un equipo de 20 a 30 personas para los diferentes proyectos. Los trabajos más recientes fueron para plataformas como Netflix o Nickelodeon y el Kidspace Children's Museum, este último en Pasadena. Basta ver las redes sociales de Coellar para entender lo entretenido y exigente que es su trabajo. Allí aparece junto a demogorgons, en castillos encantados, con Mickey Mouse, los dinosaurios de Jurassic Park y más personajes del cine y las series 'made in USA'. Coellar y su equipo recrean escenarios inolvidables y dan vida a universos mágicos. La imaginación es la materia prima que se combina con personajes, colores y paisajes propios de la industria del entretenimiento estadounidense.

Al hablar de su empresa prefiere mantener en reserva las cifras. “Trabajamos con grandes compañías y se paga de 25 a 60 dólares por una hora de trabajo. De la misma manera en la que entra una millonada, también sale una millonada para cubrir los salarios y los gastos. Soy más artista que administrador, a veces cobro menos de lo que debo cobrar, me olvido, es parte de mi locura como artista. Pero al final es una empresa, con contratos que cumplir, plazos que se vencen y pagos”.

Coellar cuenta cómo se maneja Pink Elephants Inc.: “Mi esposo Joseph maneja el tema de dinero e inversiones. Tengo una contadora para los impuestos y para la parte administrativa. Y en general todo el equipo apoya en los temas administrativos”. También cuenta que con la llegada de la pandemia la actividad se frenó tanto que estuvo pensando en cerrar la empresa. “Fue una temporada bastante difícil, la industria del cine se detuvo, tuve que devolver material y desalojar un par de bodegas. Pero ahora la actividad se ha reactivado por completo y hoy corro de un lado a otro todo el día”.

Las oficinas de Pink Elephants Inc. están en la zona de Burbank, donde están muchos estudios de cine, incluyendo Netflix. En el día a día Coellar y sus colaboradores trabajan con directores artísticos, directores de producción, personas que son responsables de eventos, de lanzamientos de películas. “Creamos experiencias y me encanta lo que hago. Vivo bien y el equipo es tratado como seres humanos. Los artistas deben ser tratados bien”. 

¿Cómo se define Fernando Coellar? “Soy un soñador y un creador de sueños. Vivo en un mundo fantástico y trato de no llenarme de mala onda. Quiero que mi paso por el mundo sirva para dar algo de alegría. Me hago ayudar de mucha gente. Mi filosofía es crecer, dar frutos y compartirlos”.

Este cuencano sin fronteras sigue soñando y quiere seguir compartiendo lo que ha vivido y lo que ha aprendido. Para mantener el centro camina todos los días, antes de las reuniones creativas con su equipo y con los clientes. “Ser creativos puede ser algo caótico, pero hay una estructura para que las cosas no se nos vayan de las manos”.

¿THE END? (I)

*Fotos: Jeffery Beasley