Diego Vivero, CEO de la cadena Pizza SA, vivió hasta los 3 años en el Hotel Vivero en Ambato. Desde niño fui muy apasionado de la gastronomía, dentro del hotel me metía en la cocina para ver todo y fue un lugar que me marcó. Aunque la gente no cree que tan chiquito tuviera ese olfato, él, entre risas, dice que se acuerda clarísimo.
Por eso, con ese amor despierto desde pequeño, a sus 18 años, recién graduado del colegio, se topó con su primer obstáculo: dentro de una familia de banqueros no había lugar para los sueños de un posible chef. Mi familia estaba llena de reconocidos banqueros, mi papá fue gerente del Citibank en Ambato y mi hermano fue gerente por 26 años del Banco del Pacífico. Ese era el ideal de vida de mis padres.
Al encontrarse distintas generaciones, la una llamada los niños de la guerra y la otra X, había muchas brechas para encontrar el punto medio, especialmente a la hora de elegir una carrera universitaria. "Si quieres que te pague la universidad esto es lo que puedes estudiar. A regañadientes, logró un fugaz armisticio familiar y viajó un año de intercambio a EE.UU. para reforzar el inglés. A su retorno siguió la carrera de Ingeniería Comercial con especialización en Mercadeo dentro de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE). Fue ahí donde empezó su golpe de suerte.
Conforme pasó el tiempo me hice amigo de Ricardo, el hijo del dueño de Pizza SA (pizzería en la Amazonas, frente al parque La Carolina, en Quito) y con él comenzamos a ver temáticas de negocios. No me veía ni enternado ni detrás de un escritorio, quería tener mi propio negocio para ser un excelente empleador, no un excelente empleado. Al final de su carrera estaba listo para su debut en el mundo empresarial. Siempre hablas de ponerte una discoteca, ya que, como no te dejan entrar, entonces quieres una propia para no dejar pasar a los que te negaron el ingreso (risas). Pero decidió enrumbarse por otro tipo de negocio, en 1994, cuando desarrolló un estudio de mercado para Pizza SA y con papel y lápiz empezó a realizar las encuestas a mano. Nos topamos con la grata sorpresa de que esa pizzería tenía un excelente grado de recordación, pero no se sabía por qué los clientes no regresaban.
Fue en ese momento cuando los astros se juntaron y Diego le propuso a 'Don Armando' (el padre de su amigo) que a cambio de su trabajo quisiera el 5 % de su negocio. Hasta que llegó el día en el que le ofrecieron subir la propuesta para adquirir el 100 %. Esto lo hice a espaldas de mi familia, hasta el momento en que los reuní a todos para exponer mi plan y ahí se enteraron. Su hermano, Gonzalo Vivero, se convirtió en el brazo financiero que le permitió cerrar el trato para adquirir el único local que existía y sus nueve mesas. Empezó con el 20 % de las acciones, le pedí a mi papá que me adelantara el regalo de matrimonio porque nunca me iba a casar, hasta que en el año 2000 compró el 80 % restante y se convirtió en el único propietario.
Me levantaba a las 07:00 y me iba a clases, regresaba a las 09:00 para hacer compras y me quedaba en el restaurante hasta las 23:00, hora en la que llegaban muchos de mis compañeros para hacer trabajos de la universidad. El mismo mes de su iniciación a la cabeza del local, asistió a un matrimonio que le ayudó a matar dos pájaros de un tiro. Por un lado, encontró a Mónica, una estudiante de arquitectura que le ayudaría a decorar su nuevo restaurante y, por otro, esa misma chica se convertiría en el amor de su vida. No solamente conseguí un negocio sino también una esposa, cumplimos 25 años de casados y juntos le fuimos dando forma a este sueño.
En 1997 amplió su negocio a Tumbaco. Con el tiempo hemos abierto y cerrado locales, hemos estado en el Caracol, en la Mariscal, ahora mantenemos uno en el Valle de los Chillos (que en pandemia lo acortamos), en el ciclista y en el Centro Histórico. Este último local se inauguró en 2003. Entramos cuando la Alcaldía llamó a inversores del norte indicando que el Centro Histórico iba a sufrir un cambio, que iban a mejorar las condiciones, pero cuando lo abrimos no había nada en el sector. Pusimos la primera luz de la calle, lo que alejó la prostitución que había en el barrio. Además, juramos abrir hasta la noche y con palos de escoba nos encerrábamos dentro debido a la inseguridad. Hasta nos llamaban de los hoteles cercanos para reservar y los huéspedes llegaban en la noche de la mano del guardia para disfrutar de nuestras pizzas. Es así que, a la par, Diego asumió diferentes cargos, en 2003 fue miembro fundador del Buró del Centro Histórico de Quito (con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo), donde desempeño el cargo de presidente por 10 años y luego asumió la presidencia de la Cámara de Turismo de Pichincha por cuatro años y en 2020 fue uno de los pioneros de la Agremiación de Restaurantes de Pichincha (Agrepi).
Cada nuevo local tuvo una inversión estimada de entre US$ 40.000 a US$ 50.000, al momento cuentan con cinco locales y dan empleo a 20 personas, es un orgullo para nosotros decir que después de la pandemia, de los cinco locales solo cerramos uno y ya lo volvimos a reabrir. Y pese a que el mercado de las pizzas tiene un problema de sobresaturación, cree que su principal diferenciador es que es una pizza 100 % ecuatoriana, que respeta las cadenas de valor (de la finca a la mesa) y que garantiza productos frescos para todos los comensales que los visitan. Cada restaurante tiene su propia dinámica y su nicho, pero muchos turistas llegan por pizzas emblemáticas como la de cuy o la de higo, aunque para él su preferida es la que solo tiene tomate. Durante la entrevista prefirió no compartir las cifras estimadas de facturación anual debido a la inseguridad por la que atraviesa el país. Sin embargo, compartió que esperan cerrar el 2022 con un 80 % de lo que facturaban en un año prepandemia.
Los planes futuros son diversificar los modelos de negocio a través de su 'know how'. La firma sacó a producción una rama de productos congelados, que se venden a través de la franquicia Pizza SA Express. Este modelo ya cuenta con proyecto piloto en el sur de la Capital y se analiza abrir más puntos en un futuro cercano. Además, se puede encontrar las pizzas congeladas en los principales supermercados del país (Supermaxi y Megamaxi) para hornearlas en casa. La idea es que nosotros le vendemos al franquiciado las pizzas congeladas que tienen un solo tamaño y con ello ya puede abrir un punto de venta, lo que garantiza un proceso estandarizado y el uso de las mejores prácticas.
Otra forma de diversificación se puede observar en su nuevo coche horno que se utiliza para acercarse al consumidor final. Vamos a cualquier lugar y cocinamos las pizzas, es interesante porque nos hemos convertido en aliados estratégicos de varios eventos. Y como en muchos casos, la pandemia los llevó a reinventarse, empezaron a dar clases de cocina a las personas que estaban en cuarentena, primero 100 % online y luego de forma presencial, mi casa se volvió un estudio de televisión hasta que empezaron a dejar salir e iniciamos con los eventos híbridos. La pandemia nos dejó un espacio para la creatividad y probó que siempre podemos volver a emprender, sin importar que seamos una empresa con más de 20 años en el mercado. (I)