Al abrirse los dos ventanales gigantes, la brisa entra al lugar, literalmente, con una frescura similar a la que se respira al pie de las olas. Si a eso se le suma una carta de 27 platos especializada en mariscos, y que cambia cada dos meses, aproximadamente, y una coctelería estilo tiki, con preparados llenos de color y fantasía, la experiencia está garantizada.
Hace dos meses, un grupo de socios abrió en Cumbayá, Quito, Merluza, un restaurante con capacidad para 80 personas, con una decoración que, podría decirse, entre fancy y familiar, donde destacan unas pequeñas palmeras y una pequeña barra de cocteles que, de entrada, invita a probar alguna de las coloridas bebidas que se sirven en los vasos de la Polinesia.
Curiosamente, esa misma imagen 'a lo Miami' ha hecho que, de alguna manera, quienes lo ven desde el exterior, se sientan un poco recelosos de ingresar, porque asumen que disfrutar allí costará un ojo de la cara. Nada más alejado de la verdad. “En un clima cálido como Cumbayá, aquí uno se siente como en la playa, solo lo único que falta es la playa (risas). No somos costosos para lo que ofrecemos. A veces, a la gente le da miedo entrar porque cree que lo es. Quisimos hacerlo así, porque vamos más allá que un simple restaurante que ofrece mariscos. Con nosotros, el cliente aprende de la pesca, prueba nuevos peces, es toda una aventura a través de la cual le guiamos. Incluso, podemos crear un plato exclusivo, a su antojo. Nuestro equipo de ocho personas está preparado para ello”, señala Galo Chávez, uno de los socios.
El establecimiento, además, está abierto de miércoles a domingo entre las 11:00 y las 23:00. El horario nocturno para un restaurante de estas características es algo casi inédito para una ciudad como Quito, pero todo cuenta a la hora de ofrecer placer a los sentidos. De aquí hacia el futuro no será difícil, además, encontrarse con música en vivo en medio de la preparación de paella, mientras en el sonido ambiente suena música caribeña.
Merluza, sin embargo, tuvo que atravesar una fuerte tormenta antes de su apertura. La idea original de los socios era abrir el mes justo cuando llegó la pandemia (marzo 2020) y todo tuvo que suspenderse. Después de todo el tiempo de restricciones y con la situación un poco más normalizada, decidieron retomar Primero se fijaron de meta noviembre; no alcanzaron. Y llegaron tarde a diciembre. Merluza abrió la tercera semana de diciembre, prácticamente cuando todo el mundo ya andaba de vacaciones y fiesta, así que este tiempo solo cuenta para ellos como un periodo de aprendizaje y de puesta a punto. La inversión de aproximadamente US$ 160.000 finalmente empieza a caminar y poco a poco la clientela va dándoles su OK.
NO TODO ES CORVINA EN ESTA VIDA
Martín Avero es socio y el capitán de la cocina. El concepto del lugar, según cuenta es pensar más allá del plato como lo primero. “Salimos a buscar el producto que está en temporada y con base en ello generamos el plato. Normalmente se lo hace al revés”.
Su idea en Merluza es culturizar al cliente, para que destierre de su costumbre que siempre hay que optar por una pesca comercial o la que creen que es lo acostumbrado. “Nos gusta y les invitamos a que se dejen guiar por nuestra propuesta. Aquí en el país, son tres o cuatro pescados que la gente conoce. Son buenos, ricos, pero se han acostumbrado solo a esos productos y no a aventurarse por algo diferente. Por eso, enseñamos a la gente a conocer que hay variedad de mariscos que son muy ricos y no son comerciales”.
Un ejemplo es el famoso bacalao, que en tiempos anteriores a la Semana Santa es muy popular por su inclusión como ingrediente de la fanesca. “Ese pescado está salado y deshidratado, su sabor es muy intenso. En cambio, al tenerlo y servirlo fresco, cambia la percepción, le cambia la vida al comensal. Confíen en nuestro trabajo, somos respetuosos con la materia prima, la potenciamos, esa es la esencia de una buena cocina. Adicionalmente, nosotros le ponemos más cariño para interpretarla de mejor manera”. (I)