Para ingresar era necesario dar un toque secreto o una contraseña. Su característica principal era esa naturaleza oculta. Se encontraban detrás de fachadas de negocios legítimos o requerían pasar por puertas falsas. La atmósfera interior era tenue, acogedora y discreta. Algunos estaban decorados con mobiliarios de la época, cortinas de terciopelo y detalles art déco. La música en vivo, especialmente el jazz, no podía faltar.
Estamos regresando a la década de 1920 en Estados Unidos, donde existió una prohibición para beber alcohol y nacieron estos centros sociales clandestinos, más conocidos como 'speakeasy'. El misterio y la emoción se fusionaron en este refugio íntimo y a menudo elegante. Su existencia marcó una época y dejó un legado que se ha transformado con el tiempo.
María Soledad Acurio Moncayo es una emprendedora que tomó ciertas características de estos bares, para crear uno propio, donde la seguridad, el confort y la diversión son las piezas angulares.
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Esta quiteña vivió gran parte de sus 40 años en Estados Unidos. Un país que la recibió con apenas 14 años. La complicada situación financiera y la falta de empleo de sus padres los obligó a salir de Ecuador. Se graduó del colegio en el estado de Illinois, pero su corazón siempre estuvo en nuestro país. Regresó tres años más tarde con su padre para estudiar administración financiera en la Universidad San Francisco de Quito.
Trabajaba en la mañana como asistente administrativa y en la noche estudiaba. En un inicio quería ser diseñadora de moda y soñaba con vivir en Italia. "Las cosas que pasan en la vida te llevan por otros caminos, terminé casándome y teniendo un bebé a los 19 años. Así que opté por una carrera con la que podía sacar adelante a mi familia". Concluyó su formación en la Universidad de Wisconsin, ya que regresó a Estados Unidos a los 22 años. Se fue con su esposo, su hijo y un bebé en camino. En aquella época, se dedicó a terminar su carrera y a ser mamá a tiempo completo.
Con la experiencia adquirida en Ecuador trató de conseguir un empleo como asistente y tuvo que mudarse a Arizona para ingresar a las filas de la empresa española de plantas solares, Abengoa. Se divorció y pasó por otras compañías, hasta que el año anterior decidió poner su negocio propio en Ecuador. "Siempre he sido muy trabajadora y emprendedora. Me gusta hacer las cosas por mí misma y salir adelante". En 2018, Acurio se casó de nuevo y su esposo la acompaña para cumplir este sueño.
¿Por qué en nuestro país? Esta amante de los vinos asegura que encontró una oportunidad en el mercado, que se transformó en Savi Wine. Un espacio donde la gente puede degustar las mejores botellas y aprender sobre esta cultura, que se está desarrollando a nivel nacional. Además, la inversión fue tres veces menor a lo que hubiera gastado en Estados Unidos.
En el corazón de Cumbayá se ubica este negocio que abrió sus puertas en noviembre de 2024. El misticismo de la entrada te recuerda a un bar 'speakeasy'. Bajas unas gradas y se abre un ambiente amplio, donde las cavas están a simple vista. Las botellas son su principal decoración. Una barra en la mitad es el corazón del lugar, que tiene espacio para cerca de 120 personas. Un corredor largo te lleva a una segunda área donde prima el verde. Es un patio, escondido, con árboles, mesas y parasoles. Una segunda barra, para cócteles, complementa el escenario. No solo se respira aire puro, sino que es un refugio en medio del caos de la ciudad.
Acurio maneja el negocio desde Phoenix, Arizona. Viene todos los meses porque su familia reside allá. "Es más complicado de lo que imaginaba. Me gusta involucrarme en las cosas sencillas, hay muchas tuercas que ajustar y espero que eventualmente las personas que están a cargo puedan tomar las riendas". El nombre proviene de las iniciales de sus cuatro hijos. Su concepto es único porque quiere eliminar esas creencias de que el vino va solo con cierta comida o es para personas con poder económico. "Yo creo que el vino es para todos y tenemos una oferta para conocedores y amateurs. Yo quiero que la gente pruebe lo que tenemos, todas las cepas, y puedan identificar qué es lo que más les gusta".
Bajo la creencia de que el vino es como el sushi, entre más comes, más te gusta; esta emprendedora ofrece catas de vinos constantes, con tres opciones. Te pasan una manteleta (hoja), con las notas y la explicación de cada copa. Por el momento, cuenta con 190 etiquetas de vino y 19 catas, que provienen de California, Argentina, Chile, Francia, Nueva Zelanda, Italia, Australia, España, entre otros. Asimismo, existe una variedad de tintos, blancos, rosados y espumosos.
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Todo esto está acompañado de un menú de comida, con 15 platos compartidos, diseñados para complementar el vino. En la cocina fría ofrecen un steak tartar, un tiradito de atún, bruschettas de la casa y ostras. Mientras que, en la cocina caliente, sale desde un bife de chorizo hasta tortilla española y pulpo al grill. Para aquellos que desean vivir la experiencia completa también pueden pedir mocktails, que son cócteles sin alcohol, o los tradicionales cócteles con vinos y espumosos.
Según Acurio, en Savi Wine existen más de 40 etiquetas que se venden por copa. El precio de las botellas oscila entre US$ 30 y US$ 425. Su ticket promedio por persona es de US$ 35 y su inversión inicial fue de US$ 350.000. Espera aumentar la rotación de clientes a 800 al mes y pronto iniciarán la importación exclusiva de vinos de una bodega de California.
La música en vivo y su ambiente cálido y seguro, hace que la gente que se sienta, no tenga ganas de salir. Este tasting room busca ser la parada obligatoria para los amantes de los vinos. (I)