En la parte externa de la muñeca de su mano derecha tiene tatuada una pulsera roja, que termina en la parte interna con la imagen de una flor de loto. Es uno de los cinco tatuajes que lleva en su cuerpo, que representan las distintas etapas que ha atravesado en su vida, algunos momentos duros y difíciles, los cuales, en lugar de hacerla caer, la han permitido llenarse de la fuerza para levantarse y florecer. Así lo dice ella, convencida de que cada día, a pesar de que no siempre se sienta creativa o motivada, encuentra la inspiración para trabajar en su sueño de llevar Aborigen Ecuador a todo el mundo.
Y eso que para Manuela Cobo, el mundo todavía le resulta pequeño, aunque mientras resuelve cómo aterrizar en Jupiter o en Saturno, por ahora su cuerpo, mente y espíritu se encuentran plenamente enfocados en fortalecer la estructura necesaria que se sostiene sobre los cimientos construidos a lo largo de sus 36 años. Sí, 36 años. Ella nació con ese brillo especial que tiene los artistas y que quedó en evidencia desde muy pequeña durante las clases de arte o de música que tomaba en el colegio Americano, mientras, obligada, debía aprobar las materias que poco o nada le gustaban, especialmente las matemáticas. Siempre estaba dibujando. Siempre estaba bailando. Y siempre estaba cantando, pese a que su voz -ríe- estaba destinada para la ducha.
En casa, el camino tampoco era lleno de rosas. De hecho, tras culminar la etapa escolar debió enfrentar el cuestionamiento familiar a lo que su intuición le decía por dónde debía ir. Incluso, unos exámenes de aptitudes concluían que su futuro era el de abogada. Ni loca, lo mío es el arte, les dijo a sus padres. Y ellos replicaron: necesitas estudiar algo con mayor peso. En un término medio, la Arquitectura se cruzó y cursó esos estudios en la Universidad San Francisco de Quito (USFQ). Me daba miedo las clases de estructuras, matemáticas y física. No son mi fuerte, no me gustan. Por suerte, la carrera en la USFQ estaba más enfocada en el diseño. Así que dije 'voy a probar', y me gustó. Veía a compañeros que se mataban estudiando, pero a mí se me daba súper bien la parte del diseño. Fue una sabia decisión de mis papás guiarme por ese camino, porque la arquitectura abarca un campo más amplio que hoy me sirve.
Su primera experiencia laboral fue para el estudio ODD, mientras hacía la tesis. Allí estuvo por dos años. Experimentó uno de sus innumerables cuestionamientos existenciales. ¿Sexto sentido? Algo comenzó a moverse en mí, me cuestioné, sentía que tenía un potencial mayor, no me encantaba que todo el tiempo de creatividad perteneciera a alguien más y que yo propusiera mis ideas y no se ejecutaran o se tomaran en cuenta.
Un día de 2015, mientras navegaba por la plataforma Pinterest, y cuando el emprendimiento no tomaba el volumen que tiene ahora en el país, tuvo un momento de despertar y dijo 'sí, es hora de ser emprendedora'. Quería hacer algo diferente, no era feliz con lo que estaba haciendo hasta ese momento. Y, otra vez, pese al susto, pánico, terror de sus padres por el giro repentino, arrancó, en el garaje de la casa familiar. Renuncie, fundé la marca Terrakon, que hacía macetas y adornos de cemento. Mis papás casi se mueren. Empecé a desarrollar la marca, el branding, la mezcla, el acabado. Y, como Steve Jobs empezó en el parqueadero de su casa, yo igualito, en el parqueadero de la casa de mis papás. Vendía por Instagram, en ferias y en una galería. Todo esto en un momento en que recién nacía el emprendimiento.
Las pequeñas ventas en las ferias, al inicio, fueron convirtiéndose en mayores proyectos, especialmente para el segmento corporativo, que demandaba cada vez más sus macetas. Ese crecimiento la obligó, poco a poco, a adquirir conocimientos sobre presupuestos, costos, mercados, el trasfondo del negocio en sí mismo. Y también aprendió sobre las metidas de pata, especialmente con la idea de hacer muebles de cemento, que luego abortaría por lo inviable de trabajar con un material tan pesado.
Otra vez, en ese instante, volvió a escucharse. Estaba lista para estudiar afuera. Encontró una Maestría en Diseño de Muebles, en el Instituto de Diseño e Ingeniería Elisava, en Barcelona España. Se marchó por un año y medio. En ese lugar finalmente recibió la iluminación. Una de las clases debía desarrollar el nombre para los productos que realizaba. Tenía un grupo de amigos latinos que me decían cómo veían lo arraigada a mi tierra. En 2017 nació Aborigen.
A su regreso al país, sin embargo, se dio de bruces. En poco tiempo habían proliferado profesionales y negocios de diseño de interiores. Realizó trabajos, fue entendiendo cómo funcionaba el mercado. No obstante, todavía no encontraba 'ese algo' que la podía hacer diferente. Hasta que llegó la pandemia, en 2020. Me cuestioné se nuevo. Era un dolor de cabeza tercerizar la fabricación de los muebles, no me funcionaba, el trato, los tiempos y los acabados eran informales. Y yo quería mejorar. Me formalicé, creé la empresa Aborígen Ecuador y empecé a fabricar mis muebles, en una pequeña fábrica. Invertí mis ahorros, US$ 25.000. Llegué a tener hasta siete colaboradores.
El punto es que, en un momento, esta fórmula tampoco funcionó, porque toda la utilidad del trabajo servía para cubrir costos. Así que se reinventó y montó el concept store. De esta manera encontró el eslabón que estaba perdido. Y unió todo, la arquitectura, el diseńo interior y la producción de muebles en un solo espacio. La tienda está enfocada en promover productos hechos en Ecuador, por emprendedores que han pasado y vivido lo mismo que yo. La gente debe saber que en su propio país tiene todo lo que necesita para decorar. Consumamos local.
Bajo el eslogan muebles y espacios con alma y origen, Aborigen abrió sus puertas el 5 de noviembre de 2021, en Cumbayá, Quito. Cuenta con tres empleados y productos de 17 emprendedores de calidad de exportación. Detrás de cada objeto hay historias, comunidades, familias. El emprendimiento no es un camino lleno de rosas, tiene muchas espinas. He aprendido como nunca, lo que en cinco años de universidad no aprendí. Por eso, quiero que Aborigen sea una incubadora de marcas.
Para Cobo, 2023 será un año de consolidación y de empezar a ver hacia afuera. El primer paso será abrir la página web como punto de pago. Luego, sellar la alianza con una empresa grande de fabricación de muebles para la producción a mayor escala. Y por último escuchar las ofertas de abrir el concept store que recibe en estos días. Hay mucha gente de Panamá que quiere hacer alianzas conmigo. Y mi objetivo a mediano plazo es abir el concept store en EE.UU. y Medio Oriente. Llevar las mejores marcas, de los diseñadores de interiores nacionales, que les vaya súper bien.
Mientras alterna sus tareas de empresaria y mamá de una hija, reconoce que no siempre se siente motivada o fluye la creatividad. Pero tengo mi propósito muy claro que es embellecer y transformar los espacios de las personas. Y tengo claro que tengo una empresa grande y reconocida en el mundo. Y eso me motiva, para levantarme cada día. (I)