Su sueño es abrir su primer restaurante en un lapso de 10 años. Para lograrlo, vienen preparándose y disfrutando el viaje. Primero se fueron a Londres, Inglaterra, y San Francisco, California, EE.UU., a convertirse en Administración de Empresas. Antes habían explorado con su primer emprendimiento de venta de mantequillas de frutos secos, el cual vendieron para marcharse a realizar sus estudios universitarios.
Después, enfrentaron las complicaciones emocionales de una de ellas por sus desórdenes alimenticios, una situación que las marcaría profundamente en su joven vida. Y, finalmente, divagaron un tiempo por el limbo en el que la pandemia colocó al planeta en 2020. La historia de las hermanas Játiva, Carolina y Doménica es otro ejemplo de cómo los obstáculos sirven para hacerse más fuertes y creativos.
Todo ha pasado de manera rápida y vertiginosa para ellas en solo cinco años. Tras especializarse en Marketing (Carolina) y Management (Doménica), las dos quiteñas tenían el plan de quedarse a vivir en el exterior. La menor, Dome, como le dicen cariñosamente, mantenía en ese tiempo una cuenta de Instagram donde jugaba a ser foodie. Y le iba muy bien. Mientras que Caro, había conseguido un trabajo en Airbnb. Todo pintaba bien hasta que en marzo de 2020 todo cambió. Al confinamiento y alerta sanitaria mundial se sumó el despido de Caro y la lucha que Dome había tenido un par de años antes con un desorden alimenticio. Regresaron al país en junio de 2020.
“Creo que hoy en día la industria de alimentos tiene mucho de responsabilidad, porque el marketing que utiliza te crea miedo hacia ciertos alimentos, incluso odio a comer. Siempre quise tener mi propia empresa y ayudar a las chicas en sus problemas, por eso también soy Health Coach”, señala Doménica.
Motivadas por el éxito de la cuenta de Instagram de la hermana foodie, vieron ahí una posibilidad de hacer lo que querían. Cambian el nombre de la cuenta y nace Sisters That Cook, un club anti dieta donde, principalmente, se motiva a las personas a comer saludable pero sin culpa. “No queremos que tengan miedo de que lo están haciendo mal. No quremos ver esa culpa que te venden por todas partes. No queremos promover ningún tipo de dieta o restricción, por eso en nuestros productos, en ninguna parte, dice cosas como 'sin calorías' o 'sin azúcar'. Muchas mujeres pasan por desórdenes alimenticios y las ayudamos. Nosotras hacemos lo que predicamos”.
Con una inversión 'petit', de US$ 4.000 empezaron a producir waffles de yuca y choclo que se han vuelto la sensación en redes sociales. Ideales para los desayunos -aunque no es la regla, porque son adictivos-, las fancy cajas de la marca se pueden encontrar ya en 13 puntos de venta en Quito y Guayaquil. Junto a una persona que las ayuda en el proceso de producción y un motorizado, las hermanas hacen la magia para miles de fanáticos suyos en Instagram, que disfrutan, además, de decenas de recetas que ellas mismas inventan.
Es una forma diferente de vivir una experiencia gastronómica. Y si aún esta pequeña historia no la motiva a contactarlas, quizás la encantadora bienvenida que llega en cada una de las cajas de productos podría hacerlo:
“La vida es muy corta para hacer dietas. Mereces comer con libertad, paz y sin reglas. Welcome to the club, sis!”. (I)