La diseñadora con ADN emprendedor que nunca bota la toalla
Marisa Miranda convirtió su pasión por el diseño y la moda en un negocio que hoy lleva su propio nombre. Su línea de ropa femenina, bolsos, zapatos y accesorios, todos creados con diseños propios, es un testimonio de perseverancia y resiliencia. Cierra el año con ventas por US$ 150.000 y, a mediano plazo, tiene como objetivo expandir su marca a otras ciudades del país.

La quiteña Marisa Miranda tiene alma emprendedora. Creció rodeada de telas, hilos y máquinas de coser pues sus padres tenían una pequeña industria textil. En ese ambiente desarrolló una fascinación por el diseño. 

Tras terminar el colegio, comenzó a trabajar como vendedora en una tienda de ropa, donde se destacó por ofrecer a sus clientes combinaciones originales de colores, texturas y accesorios. "Desde pequeña jugaba a la tienda y armaba un almacén en mi dormitorio. A los 18 años ya sabía por dónde iba mi camino, y no me equivoqué. Pese a los altos y bajos, disfruto de lo que hago", recuerda con una sonrisa.

Su aventura empresarial comenzó en 2010 con un modelo de bolso básico, totalmente artesanal que ella misma los cocía. Entre risas recuerda que su hermana mayor era su mejor cliente. Aquel primer modelo vendido en US$ 15, le llevó a entender que si quería crecer debía profesionalizarse. Abrió un taller y contrató dos costureras. El siguiente paso fue confeccionar bolsos de cuero. "Cada uno los vendía en US$ 40 y tenía un margen de ganancia que me permitió comprar una máquina de coser".

El punto de quiebre llegó con su proyecto de graduación en diseño de modas. "Hice un muestrario de 24 diseños de bolsos y con eso me presenté a una cadena nacional de farmacias. Sin ningún cambio me hicieron un primer pedido. Fue ese el empuje que necesitaba para dejar mi trabajo y lanzarme con todo. Trabajaba horas de horas, luego me amplié también a cosmetiqueras y una línea de pijamas para ellos".

En 2011 inauguró su primera tienda en el norte de Quito. La inversión para decorar el local, comprar maquinaria y materia prima fue de US$ 20.000. Las ventas anuales los siguientes años fueron de US$ 120.000, en promedio. Ese fue solo el comienzo.

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Miranda no deja de sonreír mientras conversa con Forbes en su local ubicado en el parque de Cumbayá, donde las texturas, los patrones y colores de este espacio son un reflejo de su creatividad. Blusas, pantalones, vestidos e infinidad de zapatos de diseños únicos son su valor agregado.  

En 2018, llegó el momento para expandirse. Abrió una segunda tienda en un centro comercial en Cumbayá con una inversión de US$ 30.000 y muchos sueños por cumplir. Sin embargo, la vida le tenía otros planes. La madrugada del 27 de diciembre, su tienda en Quito fue asaltada. Aunque las pérdidas no fueron mayores, el golpe emocional fue fuerte. "Por suerte no tenía muchas prendas en stock porque había pasado Navidad, pero sentir que invaden tu lugar seguro es algo difícil de superar". Al poco tiempo cerró el local.  Los siguientes años las ventas eran en promedio de US$ 140.000.

Este incidente no la detuvo, pero fue el inicio de otras pruebas. La pandemia de 2020 llegó para cambiarlo todo. Las ventas cayeron y, con el dolor en el corazón, Miranda tuvo que cerrar su segundo local en mayo de ese año. "Despedí a las tres vendedoras que tenía y lloré varios días. Todo se derrumbaba, pero nunca pensé en rendirme. Logré mantenerme en línea unos meses, vendía un promedio de US$ 4.000 mensuales hasta que me quedé sin stock y las dificultades se multiplicaron". 

En 2021 decidió hacer una pausa en su vida profesional para dedicarse a la maternidad, aunque de manera esporádica hacía diseños personalizados para clientas.

Dos años después estaba lista para volver a empezar con fuerza. Como tenía los implementos, muebles y decoración guardados, la inversión necesaria fue de US$ 8.000.

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Hoy en día Miranda saca tres colecciones al año, con un máximo de seis unidades por modelo y un centenar de zapatos. Además de cápsulas para eventos específicos como el día de la madre y navidad.

A sus 36 años, en cada palabra se evidencia la pasión que siente por lo que hace. Sus ojos verdes se iluminan cuando comenta que en su vocabulario no hay espacio para el estancamiento y que está lista para reinventarse las veces que sean necesarias. "Emprender no es lo duro, lo difícil es mantenerse. Me han pasado muchas cosas, asaltos, pandemia, paros y ahora la luz, pero siempre me he levantado, nunca he pensado en botar la toalla, hay que tener un espíritu renovador".

2024 ha sido un año complicado, raro, según Miranda. Su meta es superar los US$ 150.000 en ventas. El siguiente paso expandir su moda a otras ciudades, impulsando las ventas en línea. (I)