“Al volver al Ecuador hice un análisis del mundo publicitario en el país, me di cuenta que existían agencias grandes o estudios pequeños de diseño con un mentalidad artística, pero no había consultoras intermedias, que combinen la estrategia con la creatividad y el arte.
En enero del 2019 contraté mi primer empleado, en marzo ya fuimos cuatro, ahora somos 14. En la pandemia me multipliqué, porque muchas empresas grandes buscaron una renovación completa de su imagen. También me expandí al exterior, manejo la marca de dos empresas en Estados Unidos y otra en España. Mi plus es sentarme con el cliente y definir juntos lo que quiere comunicar, una especie de psicóloga que entiende la marca; por eso hemos crecido tanto.
En medio de este torbellino, con mi esposo Esteban decidimos adoptar un perro, a mi siempre me han encantado, estábamos claros que no íbamos a comprar. Por tres meses buscamos por todo lado, cuando estábamos a punto de botar la toalla, por coincidencias de la vida, una chica que trabaja conmigo había encontrado una perrita muy golpeada que estaba preñada. Lo posteó en Instagram, fue el destino.
Cuando llegó a la casa era del tamaño de mi mano, pequeñita. Kira -Kirichi, como le decimos de cariño-, pese a que tiene su propia cama, a media noche se pasa a la nuestra, le encanta dormir en medio de los dos. En la mañana, lo primero que hace es abrazarnos y luego se levanta, es muy cariñosa y dulce.
Tratamos de que vaya con nosotros a todo lado, por eso lo que más le encanta es pasear en el carro.
Es una perra súper inteligente, dócil y amiguera es genial, hace yoga conmigo, sabe muchos trucos, se sienta, da la mano, se acuesta, pero lo que más le gusta es 'give me five' (dame cinco).
Cuando llego a la casa con todos los problemas del mundo, al verla, todo desaparece. En realidad ha llenado un espacio gigante en nuestro corazón. Por su forma de ser, es la engreída en la oficina y de las abuelas (risas).
Con Esteban pensamos pronto adoptar otra perrita, mi sueño es cuidar de todos los perros de la calle".