En un barrio del Centro Histórico de Quito, en San Marcos, está la casa de Jaime Zapata. Un espacio que nos traslada a la época colonial. En la planta baja de esta gran estructura patrimonial encontramos, en forma de exposición, una parte de su obra que se ha caracterizado por representaciones artísticas de mujeres.
Más de la mitad de su vida ha vivido en Europa. Sin embargo, el crecimiento más importante de su carrera lo hizo en su patria. Zapata nació en Chimbacalle, uno de los barrios más tradicionales de Quito. Para él, su personalidad se moldeó de acuerdo a la ciudad en la que se formó. Es aquí en donde vendió su primer cuadro, que en la época costó alrededor de US$ 5.000, y en la actualidad, costaría US$ 40.000, un valor muy similar al que tienen sus obras actuales.
La capital de los ecuatorianos es parte de su historia e identidad y, si tuviera que ser retratada, el maestro tiene la certeza de que la pintaría como un monstruo por su caos, su desorden y su crecimiento.
¿Se ha autorretratado? A esta pregunta, Zapata respondió con la dicha de haber retratado a Eugenio Espejo. Este héroe nacional representa nuestro mestizaje, me he autorretratado con él porque siento que es nuestro reflejo, incluso por su apellido.
No es un adiós, sino un hasta luego. El pintor ecuatoriano decidió despedirse de Ecuador con una maratón de retratos alla prima. Cada sesión, de una hora, tuvo un costo de USD 300 dólares. 10 personas fueron parte de estos matinales, nombre de los segmentos que creó en redes sociales.
Zapata se va con la ilusión de sus próximas exposiciones en Europa y Chile.
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