¡God Save the Holy Cow!
No es una heladería. Es una experiencia gastronómica. Este emprendimiento millennial estrena hoy su primer local, en el Paseo San Francisco. Con US$ 25.000 de inversión, la marca sale de la exclusividad de las ventas a domicilio y se amplía a un contacto más directo con el cliente.

Todavía le falta un semestre a Nicolás de la Torre para culminar su carrera de Gastronomía en la Universidad de las Américas (UDLA) y su idea nacida en abril de 2019 ya tiene cuerpo y alma. Se trata de Holy Cow, una productora de helados artesanales que encontró en la pandemia la alquimia necesaria para ser…y vender. "Durante mis estudios sentí la necesidad de emprender. Quería hacer un producto que no perdiera su valor al estar almacenado. Siempre me incliné más hacia los dulces, recibí dos clases sobre helados y me quedé enganchado, porque hacerlos es un proceso bastante técnico, sobre todo cuando se formula uno mismo. Decidí hacer todo desde cero, no usamos bases, ni saborizantes, que son bastante comunes en su elaboración". 

Con US$ 5.000 financiados por sus padres, empezó a experimentar. Poco a poco, pulió su propia fórmula y empezó a vender, primero a familiares, luego a amistades, y, finalmente, a más y más personas que escuchaban sobre la marca, boca a boca o en un incipiente, pero efectivo, branding en redes sociales. Llegó el virus y el encierro. Su maniobra previa de incluir en las plataformas de delivery a los helados se convirtió en una profecía que se hizo realidad. Vendía como loco. Holy Cow, derivada de la expresión estadounidense que denota sorpresa, era una tentación que quienes ya lo conocían, y luego quienes habían oído de ella, no podían evitar. "La clave es que todos los sabores sepan a lo que saben, deben ser intensos y provocar esa reacción. 

Hace un año y medio, uno de los habituales clientes se hizo adicto a estos helados. Patricio Chávez, programador web, emprendedor en el montaje de bares y restaurantes, había regresado de un viaje de tres años por Argentina. Se topó con la pandemia y descubrió la marca. Se propuso conocer a su dueño. Lo hizo, vio el proceso de elaboración y el profesionalismo de De la Torre y, voilá, se hicieron socios. ¿Para qué? Para llevar a la marca al siguiente nivel. Invirtieron US$ 20.000 que sirvieron para impulsar los procesos de registro sanitario de cada uno de los sabores de helado y para adquirir más maquinaria. "El concepto es que cada sabor tenga una personalidad. Compramos congeladores y conservar el congelado, para estar en más locales. Entregamos a domicilio en Quito, Guayaquil y Cuenca. Además, tenemos un distribuidor en Portoviejo. Y en septiembre de 2021 el producto ingresó a Mi Comisariato, mientras que en octubre a algunos locales de Supermaxi. Nuestro objetivo este año es que esté en todos". 

Y además construir las bases para un sistema de franquicias. Por esa razón, desde hoy se abre el primer local, en el Paseo San Francisco, en un área compartida con otros emprendimientos dentro de la cadena Divino. Actualmente produce entre 1.200 y 1.400 medios litros al mes, en sabores como Área 50 o God Save The Queen. Por diversión eligiendo sabores no faltará. (I)