Cristina Velásquez es desde hace un año la Go-To Manager Latinoamérica y Head Marketing en Brasil de Tul, una startup vinculada al sector de la construcción que opera en Colombia, México y Brasil. Lamentablemente, en junio de este año la firma cerró sus operaciones en Ecuador, aunque con expectativa de reabrirlas próximamente. A nivel regional, cuentan con más de 9.000 clientes y su facturación llega a los US$ 10 millones mensuales.
Esta ejecutiva de 38 años pasa la mitad de su tiempo en un avión, cada mes debe estar una semana en Bogotá y cada dos o tres semanas en Sao Paulo, coordinando las ventas de esta construtech, que a través de un aplicativo digital conecta al productor con los propietarios de ferreterías. Más de 4.000 productos están disponibles y por lo menos unos 8.000 ferreteros utilizan el sistema. Según Velásquez, su oferta de valor está en la entrega de los pedidos en 24 horas y directamente al cliente, por lo que los ferreteros no necesitan tener un capital amortizado en su bodega. Durante este año han tenido 200.000 descargas y sus ventas superan los US $100 millones anuales.
En ese ajetreo laboral, Clos fue su mejor terapista, le brindaba amor puro y cariño incondicional. Los visitamos en su hogar, pero en las últimas horas antes de esta publicación, la salud de Clos empeoró y el pasado 23 de noviembre falleció. En su memoria, decidimos compartir su historia.
Clos era una mezcla de pastor alemán con labrador y weimaraner. Llegó cuando tenía dos meses y estuvieron juntos por más de una década. Su nombre provenía del vino Clos de Pirque. "Unos amigos de mi exesposo nos regalaron de cachorro, era para 'comerlo'. Paralelamente, a mi mamá le regalaron una pastor alemán, la pusimos de nombre Nala, por la película del rey León. Llevábamos apenas un mes de casados, cuando mamá llegó a casa con Nala y una funda de comida, casi nos da un infarto. De pronto teníamos dos perros.
Tras su divorcio, las mascotas se quedaron con ella y se volvieron indispensables en su vida. Salían a correr tres días y los fines de semana preferían una larga caminata. Al principio fue durísimo, pero ellos fueron mi soporte, dormían conmigo. Nala era un monstruo de traviesa, súper comelona, abría los basureros, era escapista, mientras que Clos era un rey, reeducado, un gentleman.
Nala falleció hace un año, tenía 11, sufrió de displasia de cadera, lo que le impedía caminar. Sus cenizas descansan en un árbol de su casa. Fue una decisión muy dura ponerla a dormir, cometí el error de tenerla sufriendo un año, pese a que los veterinarios me decían que debía hacerlo, pero yo pensaba que mientras siga comiendo ella podía vivir. Ahora estoy segura que se mantenía con vida por mi.
La muerte de Nala afectó mucho a Clos y su salud se deterioró. Al momento de visitarlos, casi no podía caminar, le dolían mucho las articulaciones y tenía problemas en sus pulmones. Desde hace algunos meses Velásquez se encargaba personalmente de prepararle su comida que incluía una proteína, carbohidrato y un vegetal. Su dieta iba de acuerdo a su peso. 100 gramos de proteína que podía ser carne molida, pollo o mollejas, una porción de arroz o fideos del tamaño de mi mano y una zanahoria o remolacha rayada. Tenía que variarle para que no se aburra, era muy caprichoso en el tema.
Cuando le preguntamos qué significaba Clos en su vida, sus ojos se llenaron de lágrimas, asegura que disfrutaba al máximo cuando se acostaba a sus pies mientras ella trabajaba en la computadora. Clos falleció a los 12 años y medio.
Él era mi compañía, mi soporte, amor puro y cariño incondicional. Era muy educado, pese a su edad nunca se ensució dentro de casa, le gustaba dormir en el porsche porque le daba calor. No soy una persona cariñosa, sino más bien parca, pero a él si me encantaba apachurrarle y tenerlo abrazado. En los momentos más tristes se me apegaba, él sabía cuando necesitaba de su afecto.
Ahora debe viajar mucho por trabajo. En estos momentos se encuentra en Brasil. "Me siento triste, amortiguada porque no estoy en Ecuador, pero sé que regresaré y será horrible. No estaba preparada para su partida. Extraño ya que se cueste en mis piernas mientras trabajo y me abrace a su estilo, que mueva su colita y salte cada vez que me ve y que me dé amor cuando más lo necesito. El duelo es muy egoísta, una solo piensa en cómo una se siente. No sé si tendré otra mascota a corto plazo por una razón sentimental. Es muy duro tener que dejarlo partir". (I)