Los primeros pares de zapatos bajo pedido los vendió en US$ 130 a uno de sus profesores de Derecho Penal, en la Universidad Católica Santiago de Guayaquil. Diez años después, Ronald Magallanes ha llegado a vender un par de zapatos hasta en US$ 1.500.
Entre sus clientes tiene empresarios, políticos, abogados, jueces, artistas, médicos, y al presidente de la República, Daniel Noboa. Lo contactó por Instagram y le hizo su primer pedido cuando todavía era candidato en las elecciones de 2023.
No son zapatos comunes. Este guayaquileño de 28 años creó una marca con identidad propia, Magallanes.ec para ofrecer calzado de lujo, exclusivo, personalizado y patinado profesionalmente, con una altísima calidad. Es considerado un maestro pionero en Ecuador en zapatos con pátina artesanal.
La palabra pátina se refiere al brillo, resplandor, suavidad o reluciente acabado del calzado, que lo convierte en una pieza de lujo. "La pátina es el arte del pintado a mano sobre cuero de curtiembre crust". Se utiliza pigmentaciones especiales, coloraciones con pincel, que logran combinaciones exclusivas de colores y texturas. Y para el encerado "usamos la mejor marca del mundo, que solo usan los maestros patinas, la cera francesa Saphir Médaille d'Or, que le da al calzado un efecto espejo".
Sacarle el brillo a un zapato puede tardar hasta una hora. Patinar un zapato es un arte que requiere técnica, sutileza, y pasión. La punta y el talón son las partes que más brillan en un calzado. Ronald toma un paño fino, lo envuelve en dos de sus dedos, y los pasa con suavidad, como que acaricia la piel del zapato.
Lo que más atrae es ese acabado de brillo espejo mirror gloss, un voleado a mano que genera un brillo muy fuerte, tan perfecto, capaz de reflejar el entorno como un espejo. Eso solo se lo logra con la marca francesa de cera y "prácticamente es lo que impacta y hace la diferencia", señala.
Forbes tuvo acceso al taller artesanal del maestro de pátina, en el suroeste de Guayaquil. Unas escaleras muy empinadas nos conducen hasta un tercer piso para conocer sus secretos. Claro, los que se puedan revelar. Es un laboratorio donde Magallanes crea piezas de colección. Las hormas de madera y los cueros en diferentes tonalidades están colgadas en las paredes. Hay equipos como selladora, pegadora y repisas con zapatos de lujo que pueden estar en las vitrinas de la Quinta Avenida, en Nueva York, o en la Semana de la Moda en Milán, Italia.
A parte del encerado o pátina, un elemento clave que añade valor al calzado son las técnicas de fabricación. Trabaja en dos métodos de cosido: Goodyear Welt y Blake Welt que garantizan mayor durabilidad, comodidad y calidad. Además, en la suela de los zapatos imprime su creatividad con obras de arte inspiradas en Picasso, Vincent van Gogh o paisajes fotografiados por los clientes que buscan personalizar su calzado.
La marca Magallanes.ec nació como un homenaje a su ascendencia portuguesa y a las enseñanzas de sus padres. Ellos han sido maestros artesanos por más de 20 años y un ejemplo para lograr el éxito. "Despertaron mi deseo de formar mi propia historia, hacer conocer mi apellido y transmitir el valor del trabajo artesanal". El logo de su marca es una carabela portuguesa que simboliza ese viaje y el legado.
"Mientras el mercado está saturado de producción en serie, nosotros apostamos por un enfoque 100 % artesanal, donde cada par se elabora a mano, con atención al detalle del cliente, los visito en sus oficinas o a domicilio para tomar las medidas, observar las características del pie, y adaptar el zapato a cada persona, para lograr el ajuste perfecto y confort".
En su época de estudiante universitario, promocionaba los zapatos de mujer que fabricaban sus padres, y sus compañeros le preguntaron ¿por qué no haces zapatos para hombres? Así que comenzó a aprender a confeccionarlos y en dos semanas ya tenía el primer par de zapatos, hasta que se atrevió a ofrecerle el producto a su profesor, el penalista Kléber Sigüenza, quien terminó pidiéndole tres pares.

El cuero era de alta calidad, pero el acabado era más rústico y común, aunque le gustaron a su maestro, porque se ajustaban a sus pies, eran elegantes y combinaban con sus trajes. Estudiaba Jurisprudencia en la U. Católica, y notaba que todos los profesores, abogados y estudiantes que aspiraban llegar a los tribunales vestían de traje y corbata y necesitaban un calzado para combinar.
¿Cómo descubrió la técnica pátina? Todo comenzó de forma empírica, "sin conocer nada". Llegó de Quito el maestro artesano Juan Paguay para trabajar zapatos de mujer, pero su fuerte era el calzado para hombres y trabajaron juntos. Paralelamente descubrió a través de las redes sociales las diferencias de los zapatos que fabricaba con el estilo de marcas inglesas, francesas, italianas.
Experimentó con acrílico, laca de carro, anilina o cualquier pigmentación para lograr la pátina. Hasta que encontró a Greg Park, un maestro coreano radicado en Estados Unidos, y empezó a enseñarle algunos de los secretos de este arte, a través de videollamadas, mensajes y charlas.
"Aprendí cada detalle, los tiempos, los colores, el uso del agua, alcohol, cómo limpiar, la iluminación, cada secreto, esta técnica pátina artesanal no se la enseña libremente, muchas veces depende de que le caigas en gracia al maestro que son contados en el mundo, unos 20, y quiero pensar que soy el 21".
Así fue perfeccionando la técnica. Luego conoció a Bryan Cuero, un guayaquileño que trabaja en Ginebra, a través de su página de Instagram y decía "wow" cuando veía sus zapatos con un perfecto mirror gloss.
Recuerda que tardó entre tres y cuatro años en fabricar su primer par de zapatos de pátina completamente acabado, después de pasar un proceso con pruebas y errores. "El primer zapato de pátina se lo di a Julio Medina, un profesional de alta sastrería masculina, para que lo usara, y le gustó. Solo le cobré como el costo de los materiales para yo poder financiar las prácticas, como US$ 70, es amigo, y fue quien me permitió experimentar".
Gracias a la comunicación de "boca en boca" le permitió posicionarse en un nicho exclusivo de clientes. Las referencias llegaron hasta Daniel Noboa y también logró concretar, en diciembre de 2024, un contrato con Dormel, una sastrería ecuatoriana de reconocido prestigio en la moda masculina. En 2015, el dueño Carlos Chiriboga fue condecorado por el presidente italiano con la Orden de la Estrella de Italia, con el título de Caballero.
La primera colección para Dormel tuvo 30 pares de zapatos exclusivos y hay planes de lanzar una nueva propuesta. La producción de un par de zapatos tarda entre 15 y 25 días, según las características, a fin de asegurar la perfección en todos los detalles, dice.
En total, al año fabrica 200 pares de zapatos para diferentes clientes, incluida la sastrería. La facturación anual alcanza los US$ 60.000. Genera mano de obra entre siete a 14 personas, según la temporada, que incluye artesanos profesionales y asistentes en momentos de alta demanda.
¿Cómo llegó a hacerle zapatos al presidente Daniel Noboa? En 2023, cuando postulaba a su primera candidatura presidencial lo contactó por Instagram. Le escribió, le dijo parafraseando: "Hola, ¿cuánto cuesta este diseño?". Le dio la información de la reseña, le explicó cómo los hacía, y el servicio que brinda en Guayaquil. Atención a domicilio, toma las medidas y hace dos visitas para las pruebas. Luego lo citó a su departamento en el centro de la urbe.
"Fui normal, le cuento que yo no sabía quién era, porque no estaba muy familiarizado con la política, para mí era un cliente más y siempre ofrezco una atención excelente a todos". Luego supo quién era. Le gustaron mucho los zapatos y le hizo un pedido de seis pares.
Uno de los primeros pares fue un modelo Oxford en tono naranja, piel francesa, pintado a mano, con un mirror gloss en la punta, un acabado de lujo. Posteriormente, se convirtió en un calzado de alta demanda en su página de Instagram.
"Lo he visto con los zapatos en entrevistas, en reuniones con mandatarios en otros países. Le hago captura de fotos. Digo son mis zapatos y me siento excelente, nunca pensé que le iba a hacer zapatos a un presidente de la República, para mí es un logro. Llegué a la casa y le dije a mis padres, a mi esposa, "le acabé de hacer los zapatos del presidente de la República sin darme cuenta".
¿Qué estilo le gusta? "Estilo formal, en diseños Oxford y Derby, en diferentes tonalidades, con acabado de pátina artesanal. Es abierto a diferentes tonalidades. Desde el principio me pidió colores que no todos los clientes se inclinan por no ser comunes. Él es conservador, pero le gustan las tonalidades, le gusta el buen estilo. Obviamente es una persona que ha viajado y conoce mucho. Enseguida me pidió tonos naranja, verde, café pardo, claros, tiene lo que le gusta en zapato".
El calzado más costoso que ha elaborado para clientes -que están en diferentes partes del mundo- fue uno de US$ 1.500. Un ecuatoriano radicado en Estados Unidos le pidió un par en piel de avestruz, arte de pátina, texturizado, con marmoleado de hasta siete tonos diferentes, y pintado en la suela. La línea francesa con pátina a mano es el calzado más pedido y tiene un costo de US$ 250.
La expansión
Los planes de Magallanes.ec es tener un showroom en Guayaquil para atender a los clientes que llegan al país y quieren conocer su arte. Pero será un local muy exclusivo, no abierto al público, atención previa cita, por seguridad, y absoluta reserva.
"He pasado entre ocho y nueve años yendo de puerta a puerta, visitando a mis clientes y muchos de ellos nacionales y extranjeros me han escrito, me dicen Ronald quiero ir de Francia, de Italia, de Estados Unidos, para conocer tú local. Simplemente es un nicho de mercado muy exclusivo".
También realiza gestiones para concretar una representación en Estados Unidos, ya que existe un mercado que demanda sus zapatos personalizados. "Los costos van a ser mucho más elevados porque los clientes son más exigentes y es otra economía,
Se estima que un par de zapatos que acá se venden en US$ 250, allá se puedan vender a partir de US$ 500 a US$ 800". (I)