No había pasado ni un mes de haber abierto sus puertas, en julio de 2015, cuando todo parecía venirse abajo. Los chefs y esposos, Lili Maya y Cristian Cueva, habían puesto todas la ganas e ilusión a su primer proyecto propio. Habían llegado a la casa familiar de Maya, que en ese entonces servía como bodega y a la que la llamaban como “Casa Vieja”, para montar su propio restaurante, al que bautizaron, como no podía ser de otra manera, Casa Vecchia, porque ahí prepararían comida italiana artesanal, todo hecho con sus manos. ¡Mamma mia!
Casa Vecchia está ubicada en el Valle de Los Chillos, en Quito, un lugar, por ahora, todavía un poco atípico para una propuesta diferente a la comida tradicional ecuatoriana. De hecho, es considerada la capital mundial de la venta de hornado. Sin embargo, la pareja quería -y quiere- que este polo también tuviera una oferta gastronómica de vanguardia. Lo que no entró en sus planes era que al volcán Cotopaxi se le ocurriera ponerse intranquilo. Muchas familias del valle salieron, asustadas por una posible erupción. El naciente negocio empezaba con el pie izquierdo.
La casa vieja había quedado de ensueño. Un acogedor restaurante, con horno de leña, espacio para que los niños aprendieran e hicieran sus propias pizzas y un menú para deleitarse. Todo estaba 'al dente' para que fuese un punto de encuentro infaltable para la vecindad de Los Chillos. Pero, por ese momento, los esposos, que se conocieron en las aulas de estudio de Gastronomía en la Universidad de las Américas (UDLA), debían esperar y aguantar. Y así lo hicieron. “Nos mudamos acá y levantamos el restaurante desde cero. Éramos unos niños, crecimos con el restaurante. Fuimos aportando ideas, creando el menú, aprendiendo. A lo largo de estos años, la inversión ha sumado alrededor de US$ 160.000”.
Poco a poco, el 'Coto' fue calmándose y la gente empezó a regresar. El boca a boca hacía que más personas los conocieran y se empezaron a vivir años de una especie de auténtica familia italiana. Incluso, las cosas iban tan bien, que los esposo, junto con la hermana de Maya, abrieron un pequeño local exprés en Quito, cerca a la plataforma financiera, llamado “Trattoria, by Casa Vecchia”. Hasta que las cosas nuevamente se pusieron difíciles Primero con el levantamiento popular en octubre de 2019, que provocó el cierre de la vía principal por donde se llega al local. Y meses después con la pandemia. Tuvieron que cerrar la Trattoria, despedirse de sus tres empleados y encerrarse con su pequeña hija de ocho meses en la Casa Vecchia.
¿Qué hacer? “Wait, somos chefs, hagamos pan artesanal para entrega en domicilio”. Pusieron manos a la masa y por un año eso les sirvió para mantenerse a flote, no sin enfrentar un accidente en moto de Cueca mientras se dirigía a repartir la enorme cantidad de pedidos la víspera del Día pandémico de la Madre. “Me rompí el tobillo. En la calle no había nadie para auxiliarte y, los que podía, no se acercaban por miedo a que estuviera contagiado. Llegó la ambulancia y me levaron al hospital. Luego, Lili con nuestra hija en brazos tuvo que encargarse de todo, de hacer el pan, que es un trabajo durísimo porque no usamos levadura sino masa madre, y todo lo hacemos a mano, y de hacer las entregas. Fueron días muy difíciles”.
Resistiré, erguido frente a todo.
Me volveré de hierro para endurecer la piel.
Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte.
Soy como el junco que se dobla,
Pero siempre sigue en pie.
Resistiré para seguir viviendo.
Soportaré los golpes y jamás me rendiré.
Y aunque los sueños se me rompan en pedazos.
Resistiré, resistiré.
Y resistieron. Y se reinventaron. No sin antes enfrentar otro obstáculo, quizás el más grande: el estancamiento creativo. Dos chefs estudiados en Argentina, con algo de experiencia ganada y con un negocio que iba creciendo, de pronto se quedaron sin ideas. Fue momento de aprovechar la coyuntura de la pandemia y volver a estudiar. Tomaron cursos online en el exterior, entre ellos uno en el Basque de Barcelona, España. “Eso nos volvió a abrir la mente. Y decidimos transformarnos. Aunque la base es la cocina italiana, ahora utilizamos el producto local en los platos, cosechamos con las agricultoras, les contamos lo que queremos y le damos un valor distinto a nuestra cocina. Incorporamos, por ejemplo, los ñoquis de papá y de yuca. Rescatamos los sabores de acá. Entonces, viene a ser algo así como una fusión ecuatoriana-italiana”.
Además, el lugar ha dejado un poco la onda familiar campestre, para ser un restaurante donde el amor entra por todos sentidos. “En la noche se pone muy romántico y tenemos cada vez más clientes que vienen a disfrutar de esta magia, como amigos o como algo más”.
Casa Vecchia hoy cuenta con tres empleados, tiene un aforo para 60 personas y está abierta los jueves y viernes entre las 16:00 y las 21:00; los sábados de 12: 00 a 21: 00; y, los domingos entre 12:00 y 16:00. El promedio de gasto por persona es de US$ 25-35. Por US$ 40, hay menú degustación, de cinco platos. No hay que perderse los langostinos con ñoquis de yuca (cuando no hay veda), el risotto encocado con mariscos y el seco de borrego en olla de barro. (I)