"En el 2018, estaba en Ibarra visitando a un artesano que me tenía pruebas de unas carteras de madera de teca en las que estábamos trabajando. Y le veo vagando a este perrito siete razas en la calle, hecho pedazos. Traté de acercarme, pero era difícil. Así que, como en el cuento de Hanzel y Gretel, le puse miguitas de comida, hasta que poco a poco fue acercándose y finalmente se sentó encima mío y se quedó comiendo. Estaba muy sucio, con escaras en el lomo y con los dientecitos destruidos.
"Le levanté despacio, le iba a meter en el carro, pero se me escapó y se fue corriendo. Pensé que lo había perdido y volví al carro, pero al encenderlo, veo que aparece de nuevo. Me veía y se escondía. Me acercaba y retrocedía. Así, por dos horas. Hasta que le dije '¿vienes o no, perro? Y saltó al asiento del auto. Empecé el regreso a Quito y, al poco tiempo, al cargar gasolina, veo del otro lado de la vía otro perrito, esta vez atropellado. Corrí a socorrerlo, lo tomé y me traje a los dos. Este último sobrevivió y conseguí un hogar a través de la fundación Camino a Casa. Del otro, sentí una conexión tan linda, me dio tanta ternura, por lo chiquito y su mirada, que decidí adoptarlo. Normalmente rescato perros, pero nunca me los quedo. Esta vez fue diferente.
"Honestamente, al principio lo pensé, me daba pereza, porque, claro, es una responsabilidad muy grande, levantarse a que salga a pasear o desocuparse, no dejarle solito; era algo que me iba a cambiar la vida, era una decisión grande. Además, al siguiente día me iba de viaje al Fashion Week por París, Milán y Dubái. Era un mes fuera del país, lejos de él. Por suerte, la Fundación me ayudó a cuidarle ese tiempo en su hotel, mientras se recuperaba. Pasaba pensando todo el tiempo en su mirada expresiva, parece un viejito.
"A lo que regresé, creí que no me iba a reconocer, porque solo nos habíamos visto dos veces. Justo ese día tuve una sesión de fotos, así que se lo encargué a mi hermano. Al acabar el trabajo, recibí una llamada: 'ñaña, no sé cómo pasó, abrí la puerta del carro y en un segundo se me escapó, se fue corriendo'. Lloré mucho. Era una época de frío y lluvia. Durante una semana regresé todos los días a la zona donde se extravió a buscarlo. Me imaginaba de todo. Pagué a Facebook con Ads, de una fotito de él, y unos chicos lograron ver el anuncio y reconocieron que era el perrito que se había acostado en el colchón de otro animalito que cuidaban entre todos los vecinos. Eso nos ayudó a recuperarlo. Hasta ese punto, nos habíamos visto muy poquísimo, le habían robado hasta el collar, pero en esta vez su cara me decía 'perdóname por escapar'. Y nunca más se alejó de mi.
"Por esos días, seguía la serie de Netflix 'Club de cuervos' y me encantaba el personaje de Hugo Sánchez, porque era superleal, puro, dulce. Y así lo bauticé. Hoy, cuando le digo Hugo sabe que todo está bien. Cuando le digo Sánchez sabe que hizo algo que no estuvo tan bien. Y cuando le digo Hugo Sánchez ya es porque está haciendo travesuras. A las dos semanas de tenerlo le abrí su cuenta de Instagram, para crear conciencia sobre el cuidado y rescate de los perritos. Es un espacio donde Hugo Sánchez es una especie de vocero de sus amigos callejeros.
"Los veterinarios me han dicho que quizás tiene unos 12 años de edad. Tengo el instinto de que es menos. Duerme conmigo. En las mañanas es el único momento en que es juguetón, aunque tiene mucha energía, en general. Lo llevo a todos lados, porque cuando intento no hacerlo me pone los ojos del gatito de Shrek y es inevitable. Es muy chistoso, es casi humano, es como si dijera las cosas con los gestos que tiene. Y es un defensor de todas las hembras. Sin importar el tamaño del otro perro macho, si se meten con ellas, él los ataca a empujones". (I)