María Gabriella Moya Garzón rima con color y tradición. Es una quiteña que dejó sus raíces para encontrarlas, nuevamente, cruzando el Atlántico. Es auténtica, invencible y con carisma. Tiene la habilidad de los camaleones y su empuje le permitió caminar por distintos mundos hasta encontrar su verdadera pasión.
Su empresa Magamo, localizada en Luxemburgo, es propietaria de un sueño, que hoy se convirtió en una marca de ropa de lujo que se proyecta en lo más top de la industria europea. Esta idea nació en la época de la pandemia de Covid-19, pero arrastra años de estudio y sacrificio en varios países.
Moya, en una entrevista con Forbes Ecuador, recuerda la época en la que quería ser bailarina. Su vida siempre estuvo relacionada con el arte, como una herencia invaluable de sus padres y sus abuelas. La expresión es un acto significativo en su día a día y, en medio de su juventud, descubrió lo visual como un medio para contar historias. A los 19 años se mudó a Colombia para estudiar cine y así comenzó una trayectoria con altos y bajos, que le enseñaron que la resiliencia es su mejor aliada.
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Es parte de una familia grande, con cinco hermanos, todos sensibles al arte y, según Moya, muy creativos. Así que ella se especializó en documentales y televisión cultural. Trabajó como camarógrafa en 2002 en un canal digital y después de algunos años sintió la necesidad de narrar historias y educar a la gente. Viajó a México a especializarse y su siguiente parada fue volver a Ecuador en 2007. "Estuve en el Ministerio de Cultura, la Casa de la Cultura y nunca me desvinculé del cine. Me puse mi productora audiovisual hasta que me salió otra especialización en coproducción iberoamericana, básicamente, cómo conseguir fondos para producir en Ecuador".
En España conoció a su esposo y padre de su hija, con quien decidió moverse a Inglaterra por tres años. De acuerdo con Moya, fue un despertar porque descubrió cosas nuevas, como el vestuario. "Yo era la reina del mambo, pero allá no era nadie. Fue muy duro conseguir un empleo. Comencé desde cero, con las ganas de experimentar y entré al equipo que hacía el vestuario de la Escuela de Cine de Londres. Me especialicé en dirección escenográfica y vestuario. Siempre me he educado y ahora también sé sobre moda sostenible".
Su trayectoria es amplia: desde realizar conciertos hasta representar músicos latinos. También, vivió en otras ciudades como Madrid y Barcelona. Llegó a Luxemburgo porque su esposo fue contratado por Amazon. "La experiencia cultural te lleva a buscar algo más, nunca he tenido problemas para moverme porque soy súper positiva y curiosa. Así conocí el mundo y es lo que me da vida".
En esta ciudad, cuna de las grandes corporaciones, la industria del arte es mucho más cerrada y los idiomas pueden ser una barrera. Moya confiesa que sentía mucha presión por encontrar un trabajo y la pandemia llegó como una "salvación". La obligó a parar y a repensar su vida. Nunca se imaginó que los textiles nacionales se convertirían en la corona de su empresa, Awka Willka (linaje de mujeres valientes). "Comencé a jugar con mi hija y saqué de mis blusas zuletas los bordados para hacer unas coronas. Hice la primera chaqueta y me dije: aquí hay algo, yo sentí un llamado".
Esta quiteña, de 48 años, se preguntó de quién son los textiles, qué significan los signos y de dónde vienen los materiales. Después de caminar por varios mercados y pequeños pueblos indígenas encontró 12 familias en Peguche, Ambato, Riobamba y Loja, que suman decenas de artesanos que ahora son sus aliados. Moya crea desde cero: escoge los colores, las mezclas y los signos que se plasman en sus diseños.

Recibió el apoyo y asesoramiento de la casa de emprendedores de Luxemburgo para crear esta idea, que tenía todo a su favor, por su enfoque en moda sostenible, con mujeres y sobre todo con Latinoamérica. El concepto de la marca es modernizar las tradicionales, ella les da los modelos y los artesanos pueden vender sus diseños en sus mercados, mientras que ella lleva las piezas a Europa. La inversión inicial fue de 4.600 euros (US$ 5.000) y su primera colección contó con ponchos, vestidos, bolsos y capas.
Este proyecto vio la luz en 2022 y se construyó con la convicción de no ser solo ropa, sino que las piezas cuenten la cosmovisión indígena. Moya explica que la comercialización comenzó con algunas presentaciones en embajadas europeas, en pop-ups y sobre todo en galerías de arte. "Entendí que no debían estar en una tienda, son únicas y cometí errores al inicio, al querer producir en masa, pero luego comprendí que debía producir poco y llegar a un segmento exclusivo". Hoy, al mes, realiza 50 unidades de cada uno de sus 19 modelos y están disponibles en su página web. Sus principales mercados están en los países nórdicos, Europa, Rusia y Estados Unidos.
Los precios van desde los 50 euros (US$ 54) hasta los 950 euros (US$ 1.020). Lo más costoso son unas capas bordadas a mano, que se demoran en producir cuatro meses. La inversión en 2024 fue de 50.000 euros (US$ 54.000) y su retorno, hasta el momento, asciende a los 80.000 euros (US$ 86.000). Su fuerte es la ropa y los accesorios para mujer, aunque no descarta iniciar una propuesta para hombres.
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Moya asegura que espera asentar el mercado y comenzar a vender mucho más. Lo mismo sucede con su empresa Magamo, que firmó un contrato en 2024 con la exclusiva cadena de restaurantes Coya, con presencia en ocho países. "Ellos querían el lujo en lo artesanal. Querían un nuevo desarrollo de uniformes para que sus chicas se vistan con el ADN de la marca". En casi un año elaboraron más de 600 uniformes para distintos continentes, con una inversión que supera los US$ 300.000.
Así, Awka Willka se ha desarrollado de la mano de una cadena de lujo. Sus siguientes paradas este 2025 serán Abu Dabi, Marbella, Barcelona, París y Mónaco. Sus exposiciones serán espacios para crear alianzas y seguir exponiendo su talento y el de cientos de ecuatorianos. (I)