Literalmente, CaféLab nació como una historia de amor. Hace ocho años, Karina Maldonado, nacida en Loja, comunicadora social y cafetera “a muerte”, como dice, se enamoró de quien ahora es su esposo, Juan Francisco Hidalgo, ingeniero civil dedicado al gro y que dos años antes venía perfeccionando la producción de su propio “Café Hidalgo”, en Guayllabamba, tras un fracaso inicial en otras tierras en Loja.
Como si se tratara de un hilo rojo, en este caso un hilo café, los dos corazones se encontraron y decidieron, no solo compartir sus vidas, sino también su fanatismo por la bebida de granos tostados y molidos. “El primer regalo que él me dio, al otro día de lo que nos conocimos, fue una funda de café. Lo probé y le pregunté dónde lo podía comprar. Y me dice 'yo lo produzco, no lo puedes comprar porque estamos haciendo unos experimentos'. En unas tierras que tenía en Loja, sembró este café, pero esas tierras estaban ubicadas junto a un sembrío de caña y a la caña le cayó la roya y la roya le arrastró al café y dañó el sembrío. Entonces, él cogió las plantitas que quedaron vivas y las trajo a unas tierras en Guayllabamba, que no es una tierra para sembrar café porque es fría. Pero resultó que en la hacienda hay un microclima que protege del viento y por eso quiso hacer el experimento y salió este espectacular café”.
¿Cómo hacer un círculo de esta oportunidad? Maldonado empezó a imaginar una cafetería diferente. “Me senté a escribir el proyecto en la computadora. Tenía clarísima la idea, tal cual lo que se ve ahora, la puse en papel, en palabras, en números, tenía las imágenes en mi cabeza. Pulimos el proyecto y así nació CaféLab, un laboratorio de café. ¿Por qué laboratorio?, porque con el café puedes hacer maravillas, puedes jugar, puedes probar, puedes improvisar y hacer mil cosas”.
Con un capital de US$ 80.000 se abrió el primer local. Pagaron derecho de piso. Sin embargo, les dejó muchos aprendizajes. “Encontramos un altillo en la plataforma financiera, pensábamos que tenía que ser dirigido a un sector ejecutivo y qué mejor que este sitio. Lamentablemente, no funcionó. Los dos primeros años fueron difíciles, la plataforma no fue la mejor vitrina para empezar un proyecto, sí para aprender, nos dejó un aprendizaje que hoy en día lo estamos cosechando”.
Lejos de abandonar, Maldonado dijo “vamos por más”. Con una inversión similar abrió el segundo local en el sector de La Floresta. Luego llegó el tercero, en la avenida República del Salvador, mientras cerraba definitivamente el local de la plataforma. Y hoy, 27 de abril de 2022, inaugura su nueva cafetería en el sector de Bellavista.
De esta manera, CaféLab cerró el círculo. Desde la siembra del café hasta el paladar del cliente. Cosa curiosa, Maldonado no visualiza una cadena de cien cafeterías. Ella prefiere cuidar cada detalle en cada local. Por eso, siempre serán contados y no habrá posibilidad de franquicias. El ojo del amo, engorda al caballo. “No nos interesa tener 100 locales, no lo vamos a hacer. A corto o mediano plazo nos vemos con unos cinco. Guayaquil me gusta mucho para tener uno. ¿Nueva York? Quién sabe. Son planes todavía, un día a la vez, queremos mantener nuestra esencia, que la gente se vaya muy contenta, no solo de lo que toma, no solo de lo que ve, no solo de los sabores, no solo del sitio, sino también que diga: 'Qué chévere es el personal que nos atiende ahí', que sea una experiencia completa, que entres por la puerta y veas tostándose el café, sientas ese aroma, te sientas acogido y quieras volver”.
Toda la mano de obra en Cafélab es femenina. En cada local trabajan cuatro empleadas. Mientras que en la siembra y cosecha del café todos son hombres. Así se dio un equilibrio de género. “Nuestro negocio es de tantos detalles, que la esencia femenina nos permite manejarlos de mejor manera. Nos ha ido súper bien, desde el día uno, trabajamos con madres solteras, con jóvenes, migrantes, nos ha ido excelente con las chicas venezolanas, son maravillosas, muy responsables, muy trabajadoras, puestas la camiseta dos de ellas ya son administradoras. Nosotros trabajamos con la gente que le gusta lo que hace”. (I)