No logramos sacarnos de la cabeza la sensación de habernos imaginado y extraviado persiguiendo, hace unos días, a un conejo blanco, a pleno sol de medio día de Cumbayá, y haber llegado -en automóvil, claro está- a un lugar donde el tiempo nos sonreía, se detenía y nos invitaba a servirnos un café, en medio de un ambiente primaveral, mientras venía a nuestra memoria la estrofa de una canción de Enrique Bunbury: "Alicia, viajando entre lunas, de charla con musarañas. Alicia tejiendo las nubes, con tela que nunca se acaba".
Alicia no apareció. Tampoco el conejo blanco. Ni el sombrero loco.
Pero sí estaba Natalia Landaluce, alias 'Nat', una madrileña que está en el país desde hace dos años y medio y que dio vida a ATIX durante la pandemia como una forma de ponerle un poco de brújula a esos días. "Cuando llegué aquí me sentí un poco perdida al principio. Intenté ayudar a los artesanos, a las comunidades para que vendan sus productos en España. Y un día, de la nada, aparecieron las flores en mi vida. Mi marido odia colgar cosas en las paredes, porque no quiere taladrarlas y estropearlas y se me ocurrió colgar las flores. Así nació ATIX, un espacio de decoración, eventos y muchas propuestas con flores secas. En quichua significa 'que todo lo intenta y lo consigue'. Para mí tiene mucho significado".
80.000 FLORES
La aventura de Nat empezó por redes sociales, durante el confinamiento de 2020. Pintaba jarrones y eso le encantaba a su comunidad que poco a poco iba creciendo. Pero la gente quería ver sus creaciones en vivo y en directo. Quiso usar alguna área de su casa como 'show room', pero su esposo se opuso por precaución y le sugirió que buscara un local. Así lo hizo y halló un espacio de apenas 10 metros cuadrados. "Nunca había abierto una tienda, no tenía ni puta idea en lo que me metía (risas), pero me hizo mucha ilusión. Abrí en noviembre del año pasado".
Las cosas no podían ir mejor, así que dio el salto, hace un mes y medio, a su nuevo local, un galpón que servía de garaje, que encajó perfectamente para construir este nuevo país de las maravillas, dentro del cual los sentidos se envuelven en un inexplicable hechizo que hace muy difícil querer dejar el lugar. Del techo cuelgan alrededor de 80.000 flores que, junto con un aroma cítrico desarrollado por Nat, expulsan una brisa envolvente, adictiva. "Soy una locatis, hago de todo, arreglos, coronas. Si me da por hacer un árbol, lo hago. Organizo eventos, escaparates, de todo, me encanta".
'LA CAGUÉ'
Una mañana, a Nat se le ocurrió que sería lindo tener en el enorme lugar, una especie de terraza donde las personas pudieran sentarse a un 'cerveceo'. Publicó en Instagram su plan, para recibir la respuesta de sus seguidores, pero no sabe por qué puso "cafetería" en lugar de "cervecería" y "la cagué misteriosamente". El anuncio fue un 'boom'. La cafetería abrió hace un mes, debajo de una pérgola de madera al ingreso del establecimiento, con un menú, mezcla entre español y ecuatoriano, que incluye, entre otras cosas, bolones, tortillas, tarta vasca, jugos naturales, galletas. Y. claro, ¡café!
Fue ahí que nos encontramos, no con el conejo blanco, sino con Patricio, un joven que aprendió el arte del barismo a través de tutoriales de YouTube y que ahora es un capo para hacer diseños con flores en la espuma del capuchino. Las mesas decoradas con flores, no podía ser de otra manera. Y lugares y rincones para compartir, trabajar o simplemente entrar en un estado de meditación y paz, mientras se observa a los mosqueteros de ATIX que realizan todas las creaciones con las flores secas. "Aquí no trabajamos con la normalidad. Es un espacio de inocencia y de mucha conexión con la naturaleza. Somos un equipo de gente que no tiene puñetera idea de lo que hace, pero que se empeña y lo intenta y perfecciona para que al final funcione. Contamos con rampas, sillas para bebé, cosas para que los niños pinten, es pet friendly, es una mezcla de experiencias, la música, el olor".
LOVE IS IN THE AIR
Diseñadora gráfica, Nat salió de España y transitó por Miami, Houston, Virginia y Austin antes de llegar a Ecuador. "Cuando estaba en EE.UU. trabajaba como comercial y comencé a tener muchos ataques de pánico, hasta el punto de ir al hospital. Dejé el trabajo y, a raíz de eso, empecé a hacer cosas con mis manos como terapia. Me metía a hacer mercadillo, a las 06:00, con 14 grados bajo cero en la calle. Y me decían '¿estás loca, qué haces?'. Pero eso desarrolló la creatividad que estaba ahí guardada". Conoció a su esposo, Bernardo Miño, quien ha sido su apoyo incondicional durante los últimos años. "Él me ha apoyado en todo. Mis sueños siempre han estado por sobre cualquier cosa y, de verdad, si no fuera por él no habría podido estar aquí. Es la persona más desinteresada y buena que conozco. Me ha impulsado a volar". Y aunque hasta ahora tiene días en que se levanta con una presión horrorosa en el pecho, logra contagiar con su calidez y sencillez a las personas. "Debemos ser más abiertos con la salud mental. He estado dos años sin conducir, pero ya he vuelto poco a poco a hacerlo. Estoy 100% agradecida con lo que me ocurrió, me ha dado mucho aprendizaje. ATIX es la filosofía de intentarlo, de luchar, de que no tienes que tener un bolsillo millonario para conseguir un sueño, simplemente tienes que ser perseverante".
Nos despedimos de Nat, mientras suenan los acordes de la canción Happier Than Ever, de Billie Eilish; mientras vemos los sombreros, no del sombrerero loco sino de MiPanama, que tiene un espacio dentro de la tienda; y, mientras nos entra la nostalgia de alejarnos del arrullo de una experiencia que nunca la olvidaremos. (I)