Mi nombre es Williams Isaac Romero Martínez y soy el CEO y cofundador de Bottleyes. Tengo 29 años y una hija de dos. Nací en el sur del país, en un pequeño cantón llamado Piñas. Así se presentó este emprendedor que ha sido galardonado a nivel internacional y es uno de los 20 líderes en sostenibilidad de América Latina por el Latin American Leaders Awards. El ímpetu y la dedicación son parte de su ADN y ha logrado fundar una empresa que, en menos de tres años, colecciona una serie de reconocimientos que le ayudaron a levantar no solo apoyo económico, sino a promover el reciclaje y la salud visual.
Bottleyes desarrolló unas bisagras que fueron el detonante de su éxito. Ingresaron a EYElliance, uno de los scaleups oftalmológicos más importantes del mundo, que busca acortar la brecha visual en países subdesarrollados. También fueron ganadores de la convocatoria Innovación para los Estilos de Vida Sostenible - Latinoamérica, organizado por la Iniciativa Financiera del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente en Colombia.
Bottleyes ha construido un nuevo paradigma, demostrando que sí es posible capitalizarse con pequeños cheques hasta llegar a su primera ronda de financiamiento, donde levantaron US$ 150.000, con una valoración de US$ 2,2 millones.
Romero, en una entrevista con Forbes Ecuador, comentó que llegó a este punto después de varios emprendimientos e ideas fallidas. Estudió Diseño de Productos en la Universidad del Azuay, cuenta con una maestría en Diseño de Experiencias de Usuario y recibió un doctorado honoris causa, con mención en Sostenibilidad, por The Global Schools for Social Leaders y el Instituto Austriaco para América Latina.
El secreto de Romero radica en la educación y en intentar cubrir una necesidad insatisfecha. En este caso, Bottleyes tiene el propósito de convertir a las personas con necesidades visuales en las protagonistas del cambio ambiental que el planeta necesita. No es algo metafórico, es un problema real. El 70 % del plástico que consumimos termina en los vertederos del mundo, es decir, solo un 30 % se recicla. De ese porcentaje, solo un 5 % se lo hace de manera efectiva y el 25 % restante se queda en falsos discursos ecológicos. Por otro lado, un tercio de la población mundial tiene necesidades visuales que los llevan a usar anteojos y no todos poseen los recursos para costearse productos de primera necesidad. Así que decidimos hacer lentes a partir de botellas plásticas recicladas.
Estábamos en la transición de la pandemia, 2020, cuando surgieron todas las ideas olvidadas. Lo planteamos pura y netamente teórico y entramos en el primer corte del fondo Emprende para levantar los primeros US$ 50.000, que nos ayudaron a validar la hipótesis y, después de un año de prueba y error, logramos sacar la patente de unas bisagras que son únicas en el mundo.
Este camino no termina aquí. Sus experiencias y tropiezos están plasmados en la última edición impresa. ¡No se la pierda!