Forbes Ecuador
Paula Suárez
Liderazgo
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La representante de Ecuador en el Banco Mundial, Paula Suárez Buitrón, es la personificación de una Mujer Power en el mundo financiero. Desde que asumió su rol hace cinco años y medio, este organismo multilateral ha aprobado US$ 6.200 millones para financiar temas sociales, ambientales, generación de empleo, protección social, desnutrición infantil y acción climática en suelo ecuatoriano.

30 Agosto de 2024 10.13

Cuando Paula Suárez Buitrón tenía 11 años su sueño era ser embajadora. “El tío de mi papá fue embajador de Ecuador en Suiza, embajador en México, siempre venía a visitarnos y nos contaba sus historias. yo decía: '¡qué hermoso el trabajo de representar al Ecuador!'”. Sin embargo, dos años después su abuela la llevó a un lado y le dijo que “la escuchaba con convicción (de seguir esa carrera) y que estaba preocupada debido a que es muy difícil para una mujer ser embajadora porque no iba a encontrar un marido que la siguiera por todo el planeta. Era chiquita cuando me dijo eso, no entendía bien, pero ahora me doy cuenta de que me estaba advirtiendo sobre cómo es el mundo”.

Esta mujer power quiteña es una representante de la generación X. “Nací el 9 de septiembre del 76. Mis papás eran voluntarios en movimientos sociales y organizaban a la gente para defender sus derechos. Trabajaban con monseñor Leonidas Proaño en Riobamba, con comunidades indígenas, con comunidades mineras, siempre pensando en esa variable social. Hay una vena social y de política pública que ha corrido por varias generaciones. Eso ha determinado gran parte de nuestros intereses, dicen que las manzanas no caen muy lejos del árbol”. Una pasión que heredó junto a su hermana: “Tenemos un año y medio de diferencia, crecimos juntas y hemos compartido muchísimos espacios y amistades, siempre hemos sido supercercanas”. 

Cursó la primaria en el Martim Cerere y la secundaria se dividió en dos colegios, entre el APCH y el English College. “Dos colegios totalmente diferentes. El English era considerado el colegio de vagos, donde iban todos los que se jalaban el año, y yo siempre fui buena alumna, entonces tenía shock de irme allá. Pero mi papá, como era rebelde, se peleó con el rector porque el bus nos dejaba demasiado lejos y faltaba una semana antes de clases. Entonces él dijo: 'Bueno, si quiere sáquelas' y le respondió: 'Ok, yo las saco' y ningún otro colegio nos recibía sino este”. 

En sexto curso su familia se mudó a EE.UU., siguiendo a su padre que estaba cursando una maestría. “Eso me fue abriendo mucho la mente y el corazón a otros países. Primero aprendí inglés, que fue un regalo enorme que mis papás nos dieron con mucho sacrificio. (...) El país era superimportante en mi casa, pero también la conexión con el mundo”. Después de graduarse del colegio regresó a suelo tricolor, pero su rumbo todavía no era claro. “Me gustaba todo, pero nada lo suficiente para comprometerme toda la vida”.

Después de una charla reconfortante con su padre, en la fila de inscripción para estudiar Arquitectura decidió detenerse y darse un año para trabajar. Con inglés en su CV ingresó como recepcionista en el Swissôtel. Luego decidió estudiar Lenguas Aplicadas para los Negocios Internacionales, “que tenía un poquito de Economía, un poquito de Derecho, un poquito de Negocios, de todo”. La carrera era en inglés y francés, con el primero dominado empacó sus maletas y cruzó el Atlántico para trabajar como niñera en Francia, “porque la única forma de aprender rápido era ir allá. Es un programa llamado Au Pair y fui a París sin saber casi nada del idioma”. 

Después de esta experiencia, su sueño maduraba cada vez más. “Me chocaba muchísimo ver las diferencias, ver que en Ecuador depende tanto tu vida y tu futuro de dónde naces. Ahora sé que no es solo nuestro país sino muchas partes del mundo. Es una lotería y de eso depende toda tu trayectoria. Entonces, empecé a estudiar Lenguas Aplicadas, pero sintetizando todo, realmente buscaba algo que me ayudara a ayudar al Ecuador para no tener pobreza y promover más igualdad. Me cambié de carrera y empecé a estudiar Economía a los 21 años. Básicamente mis papás me tuvieron mucha paciencia (risas)”. 

Entre los espacios de la asociación estudiantil y los eventos organizados en plena dolarización, forjó una red de networking. Primero como asistente de investigación y luego fue parte del recién estrenado Programa de Protección Social. El último año de su carrera se ganó una beca para hacer la investigación de su tesis en Passau, Alemania. “Sonó el teléfono a las 2 am, eran mis papás y mis amigos de la Católica que estaban recibiendo mi diploma a mejor egresada de la promoción”. Su siguiente rumbo la llevó al Ministerio de Finanzas como consultora, “y dije: '¡Ya, aquí vamos a reducir la pobreza porque aquí esta el presupuesto!' Pero me di contra el planeta, me caí, se me rompieron los dientes (figurativamente) porque había unas 60 a 70 leyes que preasignaban el presupuesto, después tenias el gasto corriente (sueldos y salarios), el servicio de la deuda, luego te quedaban los proyectos de inversión y un margen asi (pequeño) que le quedaba al ministro para decidir”.

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