Para Cindy Pamela Ortega Rodríguez la arquitectura es mucho más que una profesión, es mucho más que levantar una estructura, es más que aportar con el urbanismo de una ciudad. La arquitectura -para Ortega- es una forma de vida y es “la varita mágica” que hace posible los sueños de muchas personas. “Crear espacios para que puedas llegar a tu casa y sentirte conectada con áreas bien iluminadas y aireadas, no tiene precio. Es tu lugar sagrado, donde convives con la gente que amas. Vives tus mejores alegrías, te curas cuando estás enfermo y te llenas de fuerza para seguir adelante. Tu casa te representa y todo debe estar en detalle. Entonces, a mí me encanta cristalizar esos anhelos y ver esas sonrisas infinitas en las caras de mis clientes. Eso es lo mejor de la arquitectura”.
Tiene 38 años y es propietaria de Codesign, una empresa de arquitectura de lujo ubicada en Francia. Tiene una mezcla de raíces: nació en Quito, pero su madre es de Manta (Manabí) y su padre de Pujilí (Cotopaxi). Tiene una hija que está en la adolescencia y su esposo es de origen francés. Su historia de vida se centra en el estudio, el trabajo, la migración y la familia. Ortega realizó muchos sacrificios para llegar a donde está y uno de los más difíciles fue dejar a su hija con sus padres para emigrar a Francia.
Estudió Arquitectura en la Universidad Central del Ecuador, tiene dos maestrías en la Sorbona de París. Lleva la arquitectura en sus venas gracias a las enseñanzas de su padre, con quien comparte la profesión. Es una apasionada por el lujo, el diseño, el detalle, el arte y la fotografía. “Soy arquitecta constructora y mis altos rendimientos me ayudaron a ingresar a una de las universidades más prestigiosas del mundo, en un país que es conocido por ser la cuna de la arquitectura mundial”.
Tenía carta abierta para estudiar en cualquier universidad del mundo. Harvard estuvo entre sus opciones, pero el consejo de un profesor le motivó a escoger Europa como su destino final. En 2012 el deseo de Ortega era especializarse en urbanismo. La antigüedad y el linaje de la Sorbona la cautivaron y se aventuró sin hablar nada de francés. Unas semanas antes de irse aprendió las palabras y frases básicas. Se fue decidida a especializarse en temas de urbanismo y planificación territorial post terremotos. “Fue la decisión más atrevida y loca que he tomado porque sabía que iba a ser complicado, pero no me imaginé el nivel de estrés, sufrimiento y tensión. Yo tenía que aprender al mismo tiempo el lenguaje común y el lenguaje técnico para rendir y seguir dentro de los 10 mejores de la universidad para poder graduarme”. Según su relato, no dormía. A los 26 años, trabajaba de lunes a domingo para alcanzar los títulos que hoy avalan sus proyectos.
Es una mujer fuerte, empoderada y con una agenda muy apretada. Para esta entrevista nos unimos de manera virtual y me explicó que una de sus motivaciones fue enseñarle a su hija que uno tiene que llegar a la meta, cueste lo que cueste. “Yo no quería solo darle teoría, quería que ella vea que es posible, con mucha responsabilidad, honestidad y amor incondicional”.
Sus padres son protagonistas en su vida, no solo por su ejemplo, sino porque se hicieron cargo de su hija, de tres años. “Mi hija era pequeña, fue producto de mi primer matrimonio y el desafío era grande para llevarla conmigo. Mi mamá me dijo: 'no te voy a cortar las alas, tienes esta oportunidad, anda y aprovecha que hoy estoy viva. Jamás vas a decir que por culpa de tu hija o por ser madre no lograste tus sueños'. Regresé después de dos años, cuando culminé las dos maestrías”.
Ortega retornó en busca de su hija. Intentó encontrar un trabajo en Ecuador pensando que la esperaban “con una alfombra roja” por venir de la Sorbona. Se estrelló con la realidad del país: no importaba la universidad, el país, las condecoraciones o los títulos académicos. En 2015, no había trabajo y las empresas no podían cubrir los salarios de estos profesionales. “Recuerdo que esa Navidad no tuve dinero para comprarle un regalo a mi hija. Fue una época muy dura”.
Decidió regresar a Francia -prometiéndole a su pequeña que la llevaría muy pronto- con el objetivo de abrir caminos en aquel país. Sin embargo, el terremoto que sacudió nuestro territorio en 2016 la trajo de vuelta. Se hizo cargo de un proyecto de equipamiento urbano en el Banco de Desarrollo del Ecuador. Trabajó, durante dos años, en su puesto ideal, en la planificación territorial, urbanismo, realizando normativas y programas de equipamiento a escala nacional. Cuando encontró la estabilidad necesaria, junto a su familia, el amor llegó nuevamente y sus planes cambiaron por completo. Su pareja, Jacques-David Lévy Birnbaum, la visitó en varias ocasiones, pidió su mano e intentó trabajar en Ecuador. No fue fácil para él y regresaron a Francia en 2018.
“Mi esposo me dijo que en Francia vamos a construir cosas grandes, dejé varias amistades de la universidad y el futuro era prometedor”. Llegó a vivir en la ciudad Saint-Germain-en-Laye, situada al oeste de París “la Cumbayá de París”, en sus palabras. Las personalidades más influyentes, políticos, empresarios, artistas y futbolistas se encuentran ahí. “Conocí a un gran arquitecto urbanista que es vicealcalde de Saint-Germain-en-Laye; es el presidente del Consejo Nacional de Discapacidades; y creó la ley de accesibilidad para Francia y para la ONU. Actualmente, no solo es mi profesor, en términos profesionales, sino que se ha convertido en un papá de corazón. Me vinculó inmediatamente con sus amigos, colegas, clientes y -poco a poco- comencé a trabajar de manera gratuita para que vean mi potencial. La ciudad es tan pequeña que mi buena reputación se extendió como dinamita”.
En Francia hay muy pocos terrenos para construir desde cero, por lo que Ortega se dedica a la renovación, que es mucho más complicado. “La reconstrucción en las edificaciones antiguas del estilo parisino tienen muchos desafíos, desde verificar que la estructura no tenga hongos hasta la humedad”. Otra línea de negocio de su empresa es la compra, renovación y venta de bienes inmuebles, que realiza con el apoyo de su esposo, su mano derecha.
El sueño de esta ecuatoriana, amante de la salsa, es dejar su huella en la historia. Anualmente, realiza entre cinco y 10 proyectos anuales con su empresa Codesign; y tienen la meta de al menos comprar cinco propiedades al año. Uno de sus proyectos fue renovar la Embajada Ecuatoriana en Bélgica y esto responde a su plan de expandirse por Europa. Anualmente, factura tres millones de euros y cuenta con equipos de trabajo de más o menos 100 personas. Ortega hizo que el nombre de Ecuador retumbe en los cimientos de la Sorbona y ahora lo hace en esta ciudad tan “crema y nata” de Francia. (I)