Hernando Flores vive esta temporada un fascinante viaje profesional que lo ha llevado desde su tierra natal hasta las oficinas de McKinsey & Company, en Dubái. Este quiteño se graduó del colegio Marista, una institución educativa religiosa, que marcó su personalidad desde niño; a los 15 años fue parte del programa de alfabetización en el barrio Mena del hierro, en el norte de Quito. Esto le permitió palpar la pobreza en la que se encuentra buena parte de la población. A partir de esta experiencia el trabajo social y el deseo de ayudar son parte de su esencia. “El día que olvide que hay necesidades más allá del mundo que me rodea, significa que perdí mi horizonte. Trabajé muchos años con el albergue San Juan de Dios y uno de los mayores recuerdos fue levantar US$ 40.000 para la construcción de un nuevo comedor”.
La primera vivencia de Flores afuera de Ecuador fue en 2010, al terminar el colegio, cuando se fue un año a Estados Unidos a estudiar y perfeccionar el inglés. Una experiencia que le preparó para lanzarse al mundo. De regreso entró a estudiar administración de empresas en la Pontificia Universidad Católica de Quito. Asistía a clases en las noches y durante el día trabajaba en una consultora.
“Cuando iba a recibir mi primer sueldo de US$ 300, sentí un poco de culpa. Por mi formación y mis principios católicos, me gusta compartir lo que tengo con los demás. Recuerdo que estaba en misa y decidí que de ese valor US$ 50 serían entregados para obra social. Desde ese entonces dono el 20% de mi salario a esos fines”.
Su segunda vivencia fuera del país se dio en 2014: su tercer año universitario lo hizo en Pitzer College en California. Esta experiencia catalizó su apertura mental y le ofreció una perspectiva internacional de lo que sería a corto plazo su camino profesional.
Regresó a Ecuador y mientras cursaba su último año entró a trabajar como técnico de emprendimiento e innovación en la Agencia de desarrollo Económico, Conquito, donde permaneció casi tres años. Este quiteño asegura ser nerd porque una de sus pasiones es el estudio, por eso paralelamente obtuvo un diplomado en gobernanza y liderazgo político en IDE Business School.
La carrera profesional de este joven se aceleraba y en 2017, con 25 años, ingresó a la Asociación de Bancos Privados (Asobanca) como coordinador de innovación. Un año después pasó a ser parte del Instituto de Banca y Seguros como subdirector ejecutivo para co-liderar el cambio institucional y el Cluster Financiero.
Estructurado y claro al hablar, donde pone el ojo, pone la bala, por eso si bien, su panorama profesional en Ecuador estaba por buen camino, Hernández sentía que su futuro estaba más allá de las fronteras.
Su tercera vivencia lejos de Ecuador fue en Singapur. Obtuvo su MBA en el Instituto Europeo de Administración de Negocios (INSEAD), considerado entre las mejores escuelas de negocios afuera de Estados Unidos. Hernández consiguió un 20% de beca y el resto se financió con sus ahorros, con la ayuda de sus padres y un crédito con Brain Capital, una institución alemana que invierte en estudiantes y jóvenes emprendedores; a cambio de un porcentaje de su salario por 10 años.
“Me fui con todo, estaba decidido a tomar el toro por los cuernos. No te imaginas lo que ese año significó estar rodeado de gente brillante, que había estudiado en las mejores universidades del mundo, que hablaban cinco idiomas, que habían trabajado en muchos países. Yo al principio me sentía un chagrita, que venía de un país que casi nadie conocía. Tuve mucha presión. Al terminar mis estudios, apliqué a 100 trabajos, tuve 15 entrevistas y los astros se alinearon a mi favor para entrar a McKinsey & Company, considerada la consultora número uno del mundo. Dicen que aquí es muy complicado conseguir trabajo por delante de Google, Apple o Meta y yo lo logré”.
En este punto de la conversación por Zoom le pregunté, ¿Que cree que vieron ellos en Hernando Flores? “Eso me pregunto yo todos los días (suelta una risotada). El proceso de selección, entrevistas y pruebas fue durísimo. Estoy seguro que el haber ocupado cargos senior tan joven, mi habilidad de trabajar con equipos, mis ganas de surgir, de comunicación y mi capacidad de adaptación”.
Ahora vive en Dubái. Hernández se desempeña como consultor asociado en McKinsey & Company, una especie de todólogo. Como parte de sus responsabilidades debe viajar constantemente a Arabia Saudita. Su vida ha dado un giro de 180 grados y ha sido un camino de esfuerzo, coraje y resiliencia.
A sus 30 años, trabaja de 12 a 15 horas al día, por eso asegura que entre semana no tiene vida. Sus días libres de acuerdo al calendario árabe son los viernes y sábados. Empiezan con una llamada a su familia en Ecuador, luego aprovecha para conocer un poco la ciudad. La soledad es el costo que está pagando para llegar a ser un ejecutivo de élite.
“En Dubái el 90% de la población es expatriada. Es uno de los países más caros del mundo. Mis gastos mensuales son de unos US$ 5.000. En Arabia Saudita el sabor es distinto, son más tradicionalistas desde la forma en que visten cubiertos desde el cuello hasta los pies. Su cultura es muy jerárquica, las agendas y reuniones de trabajo debemos ajustarlas a las horas de oración. El trabajar con y para los mejores del mundo es mi gran desafío”.
No podíamos terminar la entrevista sin preguntarle ¿Cómo ve al Ecuador a 14.380 kilómetros de distancia? “Con preocupación, las noticias son angustiantes y tristes. La situación política es incierta y volátil. El voto de los jóvenes tiene peso en las urnas. También me he dado cuenta de que la gente está cansada de tanta retórica y odio, y eso se reflejó en los resultados de la primera vuelta”.
Por el momento está dispuesto a superar cualquier obstáculo que se presente en su camino, con confianza y valentía. Migrar siempre es una decisión difícil y dura. La ilusión de tener un futuro mejor es su impulso. No sabe cuándo volverá a Ecuador y para 'acercarse' mantiene una bandera tricolor colgada en su pared. (I)