A las 06:00 se despierta y se levanta. Quince minutos después se reporta a sus superiores y empieza el día ejercitándose, trotando o en el gimnasio. Luego de la actividad deportiva desayuna y a las 09:00 está en el hangar de la Base Aérea K-16 en Seúl, la capital de Corea del Sur. Allí el ecuatoriano Andrés Luna cumple su jornada como mecánico del ejército de Estados Unidos.
Este quiteño de 33 años llegó a esta posición en marzo del año pasado. Pero antes, desde su etapa universitaria, vivió una serie de experiencias académicas y laborales que lo fueron forjando como persona y como profesional. Técnicamente mi oficina es un Black Hawk, el modelo de helicóptero emblema del ejército de Estados Unidos. Y mi tarea es dar mantenimiento al helicóptero. Revisamos los componentes en la cabina del piloto, en la cabina, en los rotores, en la cola, en las hélices. Revisamos corrosión en las tuercas y si algo está mal se reemplaza, cuenta Salinas en las oficinas de Forbes Ecuador, a donde llegó aprovechando unos días de vacaciones.
Este quiteño, graduado de Ingeniero Comercial en la Universidad de los Hemisferios, trabaja la Base Aérea K-16 de lunes a jueves, de 09:00 a 17:00. En la mañana hacemos los checklists, en las tardes llevamos helicópteros al hangar, seguimos muchos protocolos, todo lo reportamos de manera escrita y eso toma tiempo, recibimos instrucciones y nos ponemos manos a la obra. Somos muy rigurosos en todo lo que se hace, explica Salinas, quien por momentos siente que su vida es como una película. Usar el uniforme, verme en el helicóptero, soy militar. Es impresionante y me gusta. Mi mamá y mi familia están muy orgullosas. Haber llegado hasta acá para mí es muy importante.
¿Cómo hizo este ecuatoriano para llegar hasta esa posición en el ejército de Estados Unidos? Luna comenzó a escribir su historia tomando decisiones. Una vez graduado del colegio tenía dos opciones de carrera: ingeniería comercial o ingeniería mecánica. De su madre heredó la habilidad para los números y la habilidad para la mecánica era algo innato. Recuerda que cuando tenía 19 años su abuelo le regaló un automóvil Toyota Corona, al que le metía mano y le daba mantenimiento por mi cuenta. Luna se inclinó por la ingeniería comercial y egresó en 2011 y obtuvo su título tres años más tarde.
Sus inicios profesionales no fueron de su gusto. Trabajó en el área de inventario de una empresa que sistematizaba edificios y no aplicaba lo aprendido. Entonces trabajé con la familia de un amigo que tenía un negocio llamado Party Bus, que básicamente era una discoteca rodante. Luego, con un dinero de una herencia, compré el negocio. Esa fue mi fuente de ingresos, tenía unos 22 o 23 años y disfrutaba bastante del trabajo que era en las noches. Este negocio todavía funciona, aunque en los últimos meses el servicio se ha detenido.
Luna quería más y abrió un local de la franquicia Pinche Burro, un negocio de comida texmex. Me fue mal, cerré antes del año y me puse a buscar trabajo relacionado a mis estudios. Así llegó a un operador logístico llamado Panalpina que fue comprado por DSV. Entré como asistente de cobranzas y luego fui la cabeza del área de crédito, relata con un spanglish que delata su siguiente etapa de vida.
Este ecuatoriano se sentía estancado porque el mercado laboral no era lo suficientemente bueno. Sin pensarlo dos veces, en un momento impulsivo, compré un boleto a Estados Unidos y pedí vacaciones. Esto fue el 28 de agosto de 2021; supuestamente me iba a tomar dos semanas de vacaciones, dos semanas que se extendieron de manera indefinida. Renuncié a mi trabajo. Así empezaba un capítulo de aprendizajes y resiliencia.
En Estados Unidos hizo de todo. Desde inversiones en línea en el mercado de valores, hasta vendiendo productos para la cocina. También fue el host o anfitrión de un bar irlandés en Manhattan. Hubo un punto en que pensé que tomé una decisión tonta, además estuve en el limbo, sin permiso de trabajo y dudando sobre mi futuro. En el bar llegó a tener ingresos por cerca de US$ 1.200 a la semana con las propinas. Pero él seguía inconforme y su meta era conseguir un permiso de trabajo para reactivar su carrera en el mundo comercial y financiero.
El 2022 fue un año clave. Luna se casó con una estadounidense en febrero, en julio obtuvo sus papeles para trabajar y en noviembre de ese mismo año se contactó con un reclutador del ejército estadounidense quien le habló de algunas oportunidades en el 'army'. Tras un examen de sus aptitudes Luna volvió a sus orígenes: las habilidades para la mecánica. No se me había cruzado por la cabeza aprovechar esas destrezas para hallar trabajo en Estados Unidos, reconoce Luna. Así se le presentó la oportunidad de ingresar al ejército como mecánico de helicópteros. Pero faltaba que Luna superara varias pruebas y, en especial, llenarse de paciencia hasta obtener la green card para, finalmente, iniciar una etapa profesional que la disfruta a diario.
Tras un curso de capacitación Luna firmó el contrato el 14 de marzo, la misma fecha de su nacimiento. En principio arrancó en Misuri y había recibido la orden de ubicarse después en una base militar de Texas, pero el destino y sus ganas de crecer lo llevaron a Seúl, ciudad que recorre y descubre todos los fines de semana con sus compañeros de trabajo.
¿Hacia dónde apuntas ahora? Luna tiene un contrato de seis años con el ejército de EE.UU. y en el corto plazo espera seguir en Corea del Sur hasta noviembre de 2025. Luego anhela ser trasladado a Hawái. Mientras termina un MBA auspiciado por el 'army' también planea tener un trabajo federal en una posición administrativa del Ejército. Hoy Luna vive con emoción cada día, la misma con la que empezó el proceso para convertirse en ingeniero y ahora en mecánico de helicópteros en el ejército más poderoso del planeta. (I)