Es muy difícil describir a David Jaramillo en una sola palabra. Su fuerte es la logística, su pasión es el emprendimiento y su motor son sus hijos. Hoy, a sus 43 años, es el fundador y presidente de Pluslogistics S.A., una empresa que creó en 2008, con el apoyo de tres socios estratégicos. Es conocido -entre su familia y amigos- como un hombre que no teme tomar decisiones. Es arriesgado y -de acuerdo con su relato- muchas veces le han dicho que está “loco”.
Sin embargo, esa “locura” lo llevó a levantar tres compañías (Pluslogistics S.A., Logistic Planet S.A. y Nonepapers S.A.), que facturan en conjunto US$ 6 millones al año. Jaramillo se ha enfocado en diversificar sus ingresos, construir un patrimonio familiar y generar empleo. Ahora trabaja menos en la parte operativa y tiene más tiempo para seguir innovando en su compañía. Cuando revive los capítulos más importantes de su vida, no deja de pensar en su primer empleo como propinero y en las cuatro decisiones que marcaron su hoja de ruta.
En primer lugar, los estudios. “No tenía la necesidad de trabajar, pero a los 15 años comencé como empacador en el Supermaxi. En esa época, no nos pagaban un sueldo y solo ganábamos propinas. Me llamaban los fines de semana y los feriados. Cuando cumplí 18 años, tomé la mejor decisión de mi vida. El administrador del local me dijo que -como ya era mayor de edad- no podía continuar como empacador y me ofreció un puesto en la planta. ¡Le dije que no! Yo siempre quise tener libertad financiera, pero -al mismo tiempo- estudiar y tener una profesión. Ingresé a la Facultad de Administración en la Universidad Salesiana y encontré un empleo más estable como cajero en horario diferido en Banco Pichincha”.
Como dicen en nuestro país, la meta -muy pocas veces- se encuentra en línea recta y Jaramillo desde muy joven tuvo que vivir un camino lleno de curvas, subidas y bajadas. A los 20 años, su enamorada, compañera de la universidad, quedó embarazada de su primera hija. “Estábamos seguros de seguir estudiando y también de casarnos. Así que me tocó buscar otras alternativas. Me cambié a estudiar en la mañana porque mi horario en el banco comenzaba a las 13:00 y terminaba a las 17:00. Para cumplir con las 40 horas semanales, tenía que estar activo los fines de semana y feriados, pero el sueldo era bajo (US$ 96) y solo el arriendo del departamento costaba US$ 50. Así que tuve que aceptar otro empleo, manejando carros, en una planta ensambladora de General Motors (GM). Ingresé en el segundo turno, de 17:30 a 24:00. Por un año y medio, corrí por todo lado. Salía temprano a la universidad, tenía clases e iba al banco, sin almorzar. Cerraba la caja a las 17:00 y tomaba el bus, que me dejaba en mi segundo empleo. En esa época, cargaba la maleta de los libros y la de los uniformes, me cambiaba en el bus y aun así llegaba tarde”.
Las pocas horas que le quedaban libres eran para comer y hacer deberes. Mientras su jefa en el banco le compartía su almuerzo, tras conocer la odisea que vivía todos los días; el jefe de la planta (proveedor de General Motors) estaba cansado de sus atrasos. Un día lo citó para despedirlo y Jaramillo le contó su historia y las necesidades que pasaba con su familia. “Se quedó loco y me ofreció un mejor sueldo si me cambiaba al turno de la mañana. Me tocó estudiar en la noche, dejé el puesto de cajero y solo me subieron US$ 15. No era lo que me había ofrecido, en un inicio, y no podía cubrir mis gastos ni la colegiatura de la universidad. Un día lo confronté y me despidió, pero yo tenía amigos en esa planta y me contrataron, tercerizado, para abrir cajas de carros en la noche. A pesar de que no trabajaba directamente para GM, era una buena oportunidad. Empecé como asistente y ayudante de materiales. Era un trabajo pesado, con una pata de cabra (herramienta) sacaba los clavos, desarmaba las cajas y ordenaba las piezas de los carros para ser ensambladas. Siempre era proactivo y —en mi tiempo libre— aprendí a manejar el montacargas y el sistema de producción. Así permanecí un año, hasta que me contrataron y tuve mi primer crecimiento cuando me pasaron a un patio que estaban abriendo”.
Estuvo dos años en nómina y lo volvieron a tercerizar. Una situación que le motivó a buscar otro empleo. Ingresó como bodeguero a Holding Dine, en la Dirección de Industrias para el Ejército. 12 meses más tarde lo llamaron de Casabaca como Jefe de Logística y, cuando Toyota ingresó a Ecuador, le ofrecieron manejar la logística, ya no solo de Casabaca, sino de la marca a escala nacional. No lo pensó dos veces y aceptó ese puesto.
Luchar por algo propio
El siguiente paso dentro de Toyota del Ecuador era ser gerente. Una posición muy atractiva que la rechazó. “Me di cuenta de que en los puertos las automotrices estaban abandonadas porque llegaban los autos y había que rogar a los empleados para sacarlos o para obtener información de su estado. Con unas personas que conocí en el camino, y que ahora son mis socios, pensamos en ofrecer servicios para revisar y despachar los carros en el puerto y realizar todo el papeleo necesario. Diseñé un sistema y fue el momento de tomar la decisión. Agradecí mucho a Toyota y renuncié en 2008 para ponerme algo propio”.
Por temas económicos no pudo graduarse. Para ese entonces, las prioridades habían cambiado y ya no le importaba tanto el título, sino el conocimiento que podía aplicar. “Todos me decían que estaba loco, que tenía dos hijos y una casa por pagar. Sin embargo, encontré a las personas que estaban dispuestas a ser parte de esa locura (Santiago Bautista, Ana María Costales y Alfonso Becerra). Ahora pienso que las ideas son malas hasta que facturan. No fue fácil, nos costó muchísimo porque hacíamos de todo y no teníamos gente. Cada uno llevó su escritorio y con sillas plásticas armamos nuestro operador logístico. Íbamos a los puertos a recibir los carros y viajábamos en el auto de uno de mis socios. Mientras desarrollamos nuestro sistema para automatizar toda la información del proceso, empezamos a crecer y a contratar gente. Sacamos clientes importantes y algunos de ellos me conocían de cuando era chofer y desarmaba cajas. No podían creer que yo estuviera participando en las licitaciones”. En 2011, fundó Nonepapers S.A., que en su mejor año facturó US$ 500.000 y hoy está a puertas de cerrar. “La administración de archivos no tiene sentido con la digitalización, mucho menos ahora que todas las facturas son electrónicas”. Dos años más tarde nació la empresa de transporte Logistic Planet S.A., con una facturación de US$ 2 millones anuales.
Delegar y dar dos pasos al costado
Mi jefe en General Motors se había quedado sin trabajo después de 20 años dentro de esa empresa. Tiene mucha experiencia en logística y siempre me dijeron que debía rodearme de gente que sepa o sea más inteligente que yo. Entonces, decidí llamarle y ofrecerle que trabaje conmigo, mejor dicho, que maneje toda la parte operativa de la empresa. Yo di dos pasos al costado para ver todo de lejos y buscar nuevos clientes. No me quería quedar solo con el tema de los autos y pasé tres días sentado en la oficina de la gerente de Compras de Conecel (Claro) hasta que me atendió. Ya son nuestros clientes por ocho años y fue el paso que necesitábamos para expandirnos”.
En la actualidad, manejan 14 marcas de vehículos y cuentan con centros logísticos en Guayaquil, Quito, Tulcán, Esmeraldas y Manta. Su inversión fue de US$ 8.000 y -en su primer año- facturaron US$ 16.000. Según cifras aproximadas de Jaramillo, en 2022 se comercializaron 130.000 vehículos en Ecuador y 50.000 pasaron por Pluslogistics S.A. “Cuando los carros llegan a los puertos o salen de la planta, yo me encargo de revisar que estén perfectos. Manejo el inventario de mis clientes, movilizo los carros a donde me solicitan y los reparo si sufren algún desperfecto. No es un servicio con una camisa de fuerza porque nos adaptamos a las necesidades de cada cliente. Hemos invertido US$ 500.000 en nuestro sistema Siscal, que sirve para organizar y optimizar la información. Por ejemplo, si una agencia necesita un vehículo, me notifican y muevo a toda la cadena de logística, incluso desde que están en los barcos, para entregar ese pedido.
Nunca dejar de pelear
Con un divorcio en sus hombros y dos hijos adultos, la pandemia del Covid-19 le afectó mucho y desencadenó la cuarta decisión más importante de su vida. “Teníamos 150 personas en relación de dependencia y cero ingresos. Nos encerraron por 15 días y luego por meses. Les preguntaba a mis clientes qué iban a hacer y nadie tenía una respuesta clara. Nosotros sí. ¡Decidimos continuar! Decidimos contraernos, desvincular a 50 personas y usar el dinero que habíamos guardado de la época de bonanza. Siempre fuimos precavidos y teníamos un flujo de dinero importante que nos dio un respiro por tres o cuatro meses”.
Comenzaron a ofrecer servicios de mantenimiento de autos, puerta a puerta. También optaron por entregar vehículos a domicilio, ya que muchas personas querían comprar un carro a pesar de la pandemia. Así lograron diversificar su oferta y fomentar el empleo. En 2022, abrieron operaciones en EE.UU. y están próximos a llevar su negocio a Colombia y México.
Al hacer una recapitulación, desde su primer empleo hasta ahora, Jaramillo enfatizó que —a pesar de que no tenía claro qué quería hacer con su vida— pudo construir una compañía rentable, que da trabajo a sus familiares, amigos y vecinos. “En el mundo de la logística nunca te aburres, todos los días son diferentes y siempre le digo a mi hijo: para saber mandar tienes que saber hacer. (I)
*El artículo original se publico en la edición impresa de Junio-Julio de 2023.