Recién graduada del Colegio Menor, Gabriela Trueba aprovechó su doble nacionalidad y se marchó a EE.UU. a estudiar lo que hasta ese momento le apasionaba: la pintura. No era de las que se sacaba buenas notas, pero sí de las que trabajaba y luchaba mucho. Así que, tras su desembarco en Nuevo México, se sacó la madre, como ella dice, para ganarse una beca que le permitiera estudiar Arte en la Universidad de Nueva York (NYU). Más tarde, la depresión económica del 2018 le puso la vida cuesta arriba. Buscó, con poco éxito, trabajo en el mundo del arte, así que tuvo que dedicarse a ser niñera. Logró involucrarse como ayudante de Jeff Koons, el artista que realiza las famosas obras de grandes dimensiones en acero inoxidable, como el Ballon Dog. Allí, era una más de sus empleados y una de las 30 que mezclaba los colores para él. En ese momento en medio de una crisis existencial, descubrió cómo se usaba la tecnología 3D para el arte; vio una impresora en una feria cerca de su pequeño departamento en Brooklyn y la aventura en este mundo, que le era extraño, empezó.
Lanzarse sin tener idea de a qué, ¿qué te motivó a hacerlo?
La verdad, nunca pensé que era muy buena para la tecnología. Me rodeé de la gente en Nueva York que estaba haciendo startups. Vi que la gente estaba construyendo estas empresas. Y me dije 'si ellos pueden hacerlo yo también puedo'. No me intimidé.
¿Cómo te vinculaste con estas startups?
De coincidencia. El mundo de la tecnología creció después de la depresión económica. Montón de gente y muchachos jóvenes que no encontraban trabajo empezaron a crear sus propias empresas. Eso me inspiró. Si estas personas podían ponerse una empresa y les estaba yendo bien haciendo tecnología, entonces yo también podría hacerlo. Empezó como una cosa pequeña. Boté mi trabajo donde Koons, ahí era súper duro, estaba en una crisis, no había por dónde crecer, ya no quería pintar cuando regresaba a casa. Vivía sola en Brooklyn. Desde mi departamento se me ocurrió que iba a hacer 3D y me empecé a enseñar y me di cuenta que era súper buena. Aprendí a hacer 3D, empecé a construir mis propias impresoras y entendí cómo funcionaba, cómo se hacían los materiales. Casi no tenía plata, pero me dediqué a buscar clientela. Es decir, estaba construyendo el puente mientras cruzaba el puente.
Me fue bien, porque entendía lo que la gente no entendía. Encontré una clienta que le encantó cómo hacía las cosas. Un día le conté mi idea de cómo se debería hacer 3D y que quería desarrollar un software. Me dijo 'te invierto', me dio US$ 20.000. En ese momento arrancó mi sueño. Poco a poco, contraté ingenieros a tiempo parcial, para armar un 'proof of concept', y fui tocando puertas de posibles inversionistas. Era súper duro. Al mismo tiempo seguía ofreciendo los servicios de impresión 3D. en este campo trabajamos con gente súper chévere, como el equipo de Kanye West, Nike, Target, y más. La gente terminó conociendo mis servicios. Eso sí, todo lo que ganaba lo reinvertía en la construcción del software.
¿Cuál era exactamente el servicio que ofrecías, qué le hacía diferente, porque habría muchas otras ofertas con algo similar?
Yo decía que éramos el McDonald's del 3D. Porque una consultoría por hora puede resultar muy caro e intimidante para los clientes. En cambio, nosotros les decíamos que el diseño inicial les costaba US$ 200. Y luego la gente iba pidiendo más cosas, se volvía más adicta al servicio, porque no había mucho riesgo. Por ejemplo, recuerdo, a un señor se le había dañado el cajón de un mueble; nos envió un dibujo con las especificaciones, le escaneamos, le imprimimos y le entregamos. Después de eso me mandaba las manijas de la casa, todo lo que se le dañaba. Hacíamos impresión para artistas, cosas de la casa, ingeniería mecánica, etc. Subcontrataba a chicos que hacían diseño industrial no solo en NY, sino en India, China, Ucrania, Ecuador. La gente me decía que cobraba muy poco, que no tenía sentido, que nunca iba a funcionar. Sin embargo, escalamos bastante, logramos hacer alrededor de US$ 500.000. No era mucho para NY, pero seguía acumulando dinero para desarrollar el software.
Y la vinculación con Kanye West, Nike, ¿cómo se dio?
La gente que estaba alrededor, las startups, vieron cómo operaba, como funcionaba los servicios. Me había conseguido unas impresoras súper especiales para imprimir. NYU me regaló una impresora porque les impresionó mucho lo que estaba haciendo. Y veían la pasión que tenía por el 3D. Iban a botar una impresora súper cara, de unos US$ 100.000 y me regalaron. A través de eso un amigo me dijo 'Wow, tú tienes una de esas impresoras increíbles y Kanye está buscando a alguien que les ayude a diseñar para esa impresora y no saben cómo'. Su equipo buscaba imprimir zapatos y les hicimos el trabajo.
¿Cuándo lograste tener el capital suficiente para construir con fuerza el software?
En el 2019 entramos a un programa que se llama Techstars, un acelerador súper prestigioso en EE.UU. Nos graduamos en su programa y captamos US$ 120.000, por el 10% de la empresa. En ese momento trabajaba con tres chicas y les dije que rechazaríamos algunos trabajos para enfocarnos en el desarrollo del software. Trabajábamos muy duro. En ese momento, Stanley Black & Decker se interesó en el concepto y nos ofreció un partnership y una inversión. Nos dijeron 'te vamos a invertir US$ 500.000, queremos implementarlo'.
¿De qué se trata el software?
A grandes rasgos, es una plataforma 3D colaborativa, que las empresas pueden utilizar simplemente desde la red. Es lo que hizo Canva para el diseño gráfico. Nosotros hicimos para el 3D. A Stanley Black & Decker le interesó mucho porque tenían un departamento de 10 personas que se dedicaban a manejar archivos 3D e iban pasándose de una persona a la otra, y no todas tenían la misma computadora. Sin una red, sin tener algo en la nube es super complicado tener una empresa con 200 personas que manejen archivos 3D. La idea con el software es que esos archivos puedas ser tomados desde la red de forma colaborativa sin tener que instalar otro programa. Sin embargo, Stanley Black & Decker decidió no invertir por la pandemia. Para mí fue como si nos hubieran abierto el piso. Fue súper duro, despedí a los empleados.
¡Qué tuviste que hacer!
Estábamos súper mal en NY. No había producción suficiente de mascarillas e isopos para las pruebas. Encima me dio Covid-19, porque me subí al metro y me contagié. Era un desastre, sentí que me iba a morir en toda dirección. Pero decidí que este no podía ser el final. Llamé a todas las personas que sabía que tenían impresoras 3D y comencé a imprimir las mascarillas y vender. Llamaba a todo el mundo a ver quién necesita estos elementos. Sentía que nunca más podría recaudar fondos. Pude hacer unos US$ 100.000. Y volví a contratar a las chicas.
En marzo de este año empecé a contactarme otra vez con inversionistas. Nunca me ha ido bien antes. El problema era que nadie en mi empresa tenía el pedigrí de Silicon Valley, además yo nunca había trabajado en la industria ni en una empresa importante, había pasado de ser niñera a ser a una asistenta de un pintor, no tenía nada. No obstante, a partir de pandemia la gente se dio cuenta del poder del 3D. Y se abrió una ventana con un ejecutivo de Genstar que me dijo 'A needle in a haystack', que le gustaba encontrar una aguja en un pajar, algo que nadie más está viendo y donde hay un potencial. Me hizo entrevistar con un par de unicornios y ellos le dijeron que sí, que yo sí era 'The real deal'. Entonces, como nunca había ocurrido, de repente tenía probablemente más de 100 entrevistas con los 'venture capital' más importantes del mundo, como Andreessen Horowitz. Básicamente tuve una maratón de tres semanas de hablar con estos monstruos y, claro, muchos de ellos, probablemente vieron que yo no tenía el pedigrí que requerían. De todas formas, recibí inversión de fondos muy importantes, entre ellos Neo, Lax y Genstar, de la compañía productora A24, que ha hecho películas indie como Hereditary y Midsommar, y de una de las ejecutivas más importantes en TikTok.
¿Cuánto levantaste?
Finalmente logré lo que necesitaba: US$ 2,7 millones. Inmediatamente me puse a buscar ingenieros y logré quitarle uno a otra empresa importante, explicándole sobre lo que estábamos construyendo. Me dijo 'Ok, me voy de mi empresa y era fundador de esa empresa'. A partir de eso, uno de los inversionistas me dijo 'Te invierto otra vez a un valor del doble'. Entonces recaudamos US$ 2 millones más.
¿A qué valoraciones?
La primera ronda recaudamos a un valor de US$ 12 millones. La inmediata a US$ 24 millones. Entre una y otra transcurrieron cuatro meses más o menos. Con esto, tenía que moverme rápido, porque sabía que esto del metaverso, el cripto, demostró que crear ese archivo es lo más importante. Ahora estoy con bastante presión de sacar esto adelante con un montón de relaciones públicas y, en febrero, vamos a hacer un gran anuncio de relaciones públicas en Estados Unidos. La idea es ya salir al mercado con el producto y, mientras tanto, lo que hemos estado haciendo es tratar de adquirir talento, porque ahorita es muy difícil. Facebook está contratando más de 20.000 ingenieros 3D y les está pagando más o menos unos US$ 750.000 al año. Más o menos el 50% de personas con las que he hablado me dicen Yo tengo una oferta de US$ 750.000 de Facebook, así que ¿puedes pagarme eso? o me voy a trabajar allá'. Ándate nomás. Está difícil, pero nadie ha construido un producto para que todos podamos hacer cosas 3D, entonces esa es mi ventaja.
¿Por qué le bautizaste Womp?
Bueno, su nombre oficial es Womp 3D. Womp es el sonido que me parecía que hacían las máquinas cuando imprimían. Y a mí me parece que es súper ecuatoriano, súper quiteño, porque es como onomatopéyico.
Bueno, no le pusiste la f al final, a lo quiteño.
¿Wompf? ¡No! (risas). No quería que la empresa tenga un nombre súper complejo, porque quería desmitificar el 3D y que sea un poco más juguetón, un poco más informal.
¿Cuánta gente trabaja ahora contigo?
Diez personas.
¿Cuántas necesitas todavía?
Diez más. Estamos buscando ingenieros 3D. Como estamos inventando nuestra propia tecnología, es muy difícil. Tengo que contratar gente que ha hecho 3D por los últimos 10 años y esa gente está siendo contratada por Envidia, por Meta.
Suponiendo que en febrero sea una realidad el software. ¿Qué más harás hasta eso?
No soy muy buena haciéndome propaganda. El reto más grande será sentirme cómoda con gritarlo y hacer bulla. Contraté a una empresa de Relaciones Públicas a que me ayude. En estos dos meses tenemos que trabajar en que el producto sea increíble y atraer más talento específico a la empresa.
¿Qué piensas hacer después?
Quisiera ponerme un fondo de inversión para invertir en otros emprendedores. El mundo de la tecnología ahorita es construido por un grupo muy específico de gente, aunque suene muy berreado. Cuando se trabaja en el mundo de las startups, es posible ver que muchas personas tienen un potencial enorme de construir algo mejor. El mundo está construido por gente que no necesariamente es mejor que uno. Eso ha sido una revelación para mí. Antes de hacer esto yo era nadie y ahora me dicen que mi idea es una buena idea.
¿Tienes tiempo para ti?
A mis 33 años, tengo una relación un poco enfermiza con el trabajo, pero ha sido liberador. Soy feliz sola, paso obsesionada con mi software. Hay momentos que pienso que es una locura. No aconsejo a nadie que se ponga así, pero para mí ha sido muy bueno tener este propósito. Estos días, venir al Ecuador ha sido rico y chévere. Extraño todo de Ecuador. Vivo en un apartamento diminuto. Siempre es rico venir y pasar con la familia, comer rico. Extraño mucho la cultura, el baile, la música. Aquí, uno recuerda el valor de la vida, de la familia, de la naturaleza.
¿Sigues pintando?
No. No sé si voy a volver a pintar. Mis papás me preguntan todo el tiempo eso. (I)