Patricia Zurita camina apresurada a través del predio del Centro de Eventos Valle del Pacífico donde se lleva a cabo la Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad, más conocida como COP16. Su caminar no solo responde a la intensa agenda de entrevistas, reuniones y ruedas de prensa. También es una muestra del mensaje que busca transmitir: el planeta está en peligro y no hay tiempo que perder.
Zurita es la directora de estrategia de Conservación Internacional y una de las voces más buscadas al momento de hablar sobre el futuro de la biodiversidad en la COP16. Este evento, que se llevó a cabo entre el 21 de octubre y 1 de noviembre, reunió a los representantes de 196 países para debatir cómo detener y revertir la pérdida de biodiversidad. Según los últimos informes de la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES), alrededor de un millón de especies están en riesgo de extinción.
Esto no solo significa la desaparición de un animal o una planta, sino que tiene impactos en toda la vida en el planeta. Mediante una explicación didáctica, que es característico de sus discursos, Zurita asemeja esta situación al popular juego llamado "jenga", que consiste en construir una torre con varios pedazos de madera. Todos se colocan de forma estratégica para que la estructura no pierda el equilibrio. Cuando se retira una de las partes, pierde el balance y cae. La ecuatoriana, que ahora vive en Arlington, Estados Unidos, cuenta que para que esta torre no se desplome, el financiamiento y el rol del sector privado es indispensable.
Más aún cuando los países no han cumplido con los acuerdos a los que se llegó en la COP15, realizada en Montreal, Canadá, en 2022. En ese momento, se creó el histórico acuerdo Marco Kunming-Montreal en el que se estableció que los países desarrollados destinen USD 20.000 millones anuales hasta el 2025 a las naciones en vías de desarrollo para detener y revertir la pérdida de biodiversidad. También se determinó que era necesario movilizar al menos USD 200.000 millones anuales al 2030, lo cual está lejos de cumplirse.
¿Cómo definiría la situación actual del planeta?
El planeta está en la sala de urgencias de un hospital y entre los negociadores y el resto del mundo estamos pensando si le ponemos un curita o una gasa. El paciente se está muriendo. La Amazonía tiene siete años para evitar que se convierta en una sábana. Pensemos en lo que está pasando en Ecuador en este instante. La razón por la que no tenemos electricidad es porque no hay agua y no hay agua porque hemos deforestado y porque estamos viviendo un proceso de cambio climático, que ya se está sintiendo. No va a pasar en 30 años, está pasando ahora y lo estamos viendo. No nos damos cuenta que la crisis climática y la de biodiversidad están totalmente unidas. Son las dos caras de una misma moneda y desde el sector privado no nos damos cuenta que las soluciones para la naturaleza tienen beneficios climáticos fantásticos y beneficios para comunidades locales también.
¿Se puede cuantificar cuánto se necesita para la conservación de la biodiversidad?
Hay una brecha o gap de financiamiento de USD 700.000 millones. De esos, USD 500.000 millones son subsidios que hemos entregado históricamente para beneficiar a las comunidades más vulnerables, pero también se han tergiversado a lo largo de los años y ahora están destruyendo la naturaleza. Los otros USD 200.000 millones vienen de cooperación internacional y mercados de carbono, de servicios ambientales o de filantropía. No estamos hablando de eliminar, sino de reformar los subsidios, sobre todo en el sector de agricultura, pesquería y aprovechamiento forestal porque son procesos políticos difíciles, pero estamos avanzando y eso es positivo.
¿Qué se necesita para poner ese dinero en la mesa?
Necesitamos que los negociadores y los representantes de los gobiernos, sobre todo de los gobiernos donantes, pongan los fondos y los compromisos en la mesa. La parte complicada durante la COP16 fue que del lado de países en desarrollo no se dieron buenas señales. Nos conflictuamos en la discusión de si necesitamos otro fondo o no, y eso crea toda una desestabilidad o desconfianza. Del lado de los países en desarrollo tenemos que tener un frente fuerte para decir a los países desarrollados "ustedes tienen que ayudarnos a llenar el hueco y ayudarnos a financiar la naturaleza".
¿Por qué es importante financiar la conservación de la biodiversidad?
No nos estamos dando cuenta que más del 50% del Producto Interno Bruto (PIB) global depende directamente de la naturaleza y el otro 50% depende indirectamente. Todo lo que hacemos depende de la naturaleza. ¿Qué vamos a hacer en el rato que ya no tengamos bosques, pesca, madera? ¿Quién va a pedir préstamos? No nos va a servir de nada. Necesitamos invertir en la naturaleza. Invertir en naturaleza no significa filantropía solamente y lo lindo de esta COP ha sido la presencia del sector privado. Tenemos más de 3.000 compañías que han venido en comparación con las 1.500 que tuvimos en Canadá, en la anterior COP de Biodiversidad. Es una super buena señal de que el sector privado no solo está interesado, sino que se está viendo el riesgo de la destrucción de la naturaleza.
¿Qué significa invertir en la naturaleza?
Un ejemplo es la restauración, eso es invertir en biodiversidad. Estamos impulsando un proyecto en Ecuador aprobado por el Fondo Verde del Clima para hacer camaroneras que sean inteligentes al cambio climático. Eso implica toda la restauración de los manglares que hemos talado por la industria camaronera. Ahora la industria se está dando cuenta que, a menos que tengamos todo ese sistema de manglares vivos, nos tocará invertir más en filtración de agua. Cuando empiecen a cambiar las temperaturas del océano, si no tienen a los manglares, serán más vulnerables. Toda la inversión se puede ir al piso por el cambio climático. La inversión en restauración de esos manglares y el manejo más sostenible y más orgánico no ayudan solo a la empresa, sino a la biodiversidad. Estamos invirtiendo en algo que nos va a permitir sobrevivir.
¿Cómo se conecta la preservación de la biodiversidad con lo que está ocurriendo actualmente con la sequía?
No sé cómo enfatizar más la conexión que existe entre la salud del planeta con todo lo que hacemos. Los ecuatorianos ya estamos viviendo cortes de luz y los colombianos la falta de agua. Si no nos damos cuenta que necesitamos proteger y restaurar el sistema viviente del planeta, nosotros somos los que vamos a sufrir a nivel de seguridad alimentaria, seguridad física y potenciales pérdidas de trabajos. Tenemos una súper buena oportunidad de hacer 'reset' y acordarnos de poner la naturaleza en todo. La torre o 'jenga' de la COP16 (ubicada en uno de los corredores del evento) es el perfecto ejemplo de por qué la biodiversidad es clave para todos. En el momento que sacas piezas de la 'jenga', como especies de ranas, mamíferos o forestales, el sistema se colapsa. Ahora la 'jenga' se está moviendo y, si no inyectamos fondos para restaurar, conservar y proteger territorios indígenas y comunales, nos estaremos disparando en el pie y el 'jenga' se va a caer.
¿Por qué no estamos viendo esta relación entre la biodiversidad y los cortes de luz?
En parte es nuestra culpa del sector de conservación. Hablamos del oso de anteojos, pero sin el páramo que absorbe el agua, Ecuador no tiene energía eléctrica. No es sobre el oso, es sobre el sistema que esté funcionando. A mi me gusta pensar que el planeta es como tu cuerpo. Te pueden cortar una oreja o un brazo y puedes seguir viviendo, pero la calidad de vida se reduce. Eso hacemos con el planeta. Todo está conectado y estamos poniendo tanta presión que estamos llegando al corazón o al cerebro y el rato que estos se apaguen, se acabó. Ahora, el país está paralizado. El sector productivo está parado. Estamos gastando millones de dólares en diesel para alimentar generadores, pero todo eso se va a la atmósfera y estamos generando un problema más grande. ¿No tiene más sentido económico y financiero proteger los páramos y asegurarnos de que tengamos el agua para poder seguir manteniendo el sistema productivo? ¿O queremos seguir con cortes de luz y tener que invertir más en diésel, que seguirá dañando al planeta?
Mencionó que en esta COP se duplicó la presencia del sector privado ¿Cree que de alguna forma hay más conciencia?
La tristeza de esto es que venimos con esta cantaleta durante más de 30 años, pero el lado positivo es que estamos teniendo más receptividad. El sector privado está empezando a ver. Desde mi forma romántica puedo decir que están entendiendo lo que es la naturaleza, pero lo que está pasando es que están viendo el riesgo financiero de la destrucción de la naturaleza. Cualquiera de las dos formas, no importa, están prestando atención y estamos juntos con la sociedad civil y sector privado diseñando modelos nuevos, que permiten generar retorno financiero con retorno de biodiversidad. No va a ser posible en todas partes, pero si empezamos en donde sea posible, vamos a crear un movimiento que realmente nos va permitir cambiar la forma en la que estamos tratando al planeta. Hay una oportunidad gigante para el sector privado. Creo que están asustados, pero este es el momento para diseñar nuevos modelos en que todos nos beneficiemos y pensemos a largo plazo también. No es solo el retorno que quiero mañana. Pensemos de qué sirve el retorno mañana, si en 15 años no vamos a tener nada.
Hablando de diseñar nuevos modelos, ¿es posible salir de un modelo que depende del petróleo?
Tenemos una visión super inmediatista. Es muy fácil decir que no se puede. Yo empecé a estudiar ciencias ambientales porque fui a ver a los gallitos de la peña en Mindo y en ese momento estaban por construir la carretera que pasa por los bancos hacia la Costa. Pudimos lograr que el diseño de la carretera se haga de una manera que no destruya el bosque. Ahora, se ha desarrollado la economía del turismo en Mindo que da cientos de fuentes de trabajo. El crecimiento alrededor de la naturaleza allí es claro y no está lejos de Quito. En el Yasuní, por ejemplo, también hay cuatro o cinco lodges manejados por las comunidades indígenas. Además, la bioeconomía no es solo turismo, no es solo artesanía, sino pensar creativamente en productos que apoyan a la naturaleza y la utilizan como la base fundamental, pero no la destruyen y, al mismo tiempo, generan ingresos. Podemos convertirnos en una potencia económica con todas las riquezas que Ecuador tiene. El petróleo es una droga. Yo trabajé en pozos petroleros y con ellos se pueden formar sistemas que permitan una mejor producción más sostenible y que restauren la naturaleza. Yo sé que necesitamos la energía de los hidrocarburos en este momento, pero hay que empezar a pensar diferente. Ecuador tiene sol para generar energía solar. No podemos depender solo de las hidroeléctricas. Seamos creativos. Nos encanta pensar que tenemos un modelo y salir de la caja es difícil, pero no imposible. (I)