Vértigo, que el mundo pare, cantan frente al fogón los analistas internacionales. La escena global se convirtió en un jenga de crisis superpuestas que hacen temblar a la economía global. A los efectos disruptivos de la pandemia se sumó la guerra en Ucrania y su impacto en los precios de los alimentos y la energía; la creciente inflación preocupa a todos en el Ala Oeste de la Casa Blanca; la inestabilidad financiera, con derrumbe de acciones en Wall Street, monedas emergentes y criptomonedas, genera pánico en grandes y pequeños inversores; y la desaceleración del crecimiento económico enciende luces de alarma en capitales de los cinco continentes.
A esas crisis se le suman otras, que se incuban lentamente: el cambio climático y su efecto en la biodiversidad y la aparición de nuevas pandemias; la crisis migratoria; la crisis alimentaria en países subdesarrollados; los fantasmas del default en países pobres altamente endeudados; y la competencia geopolítica entre Estados Unidos y China.
Mohamed El Erian, jefe de Asesores Económicos de Allianz, dice que, más allá de los eventos de impacto sistémico, hay pequeños incendios por todas partes. La forma en que se administren esas tensiones determinará si la economía global sobrevive a un aterrizaje forzoso y pasa de la estanflación al crecimiento con menos inflación; o, en cambio, se estrella en una profunda y traumática recesión.
Para ser más gráficos, vamos a analizar tres aspectos que determinarán el tamaño de una ola que Latinoamérica tendrá que surfear en el corto plazo.
1) Guerra en Ucrania
La invasión rusa generó un shock mundial en el precio de las commodities, fundamentalmente en alimentos y energía. Tanto Rusia como Ucrania son productores de trigo y girasol, cuyos precios se dispararon, al igual que el del gas y el barril de petróleo. Los países que salieron mejor parados en términos de balanza de pagos son los productores y exportadores de energía y de esos alimentos.
Sin embargo, ellos también sufren el impacto de la suba de precios en sus mercados domésticos. Si bien la inflación subió a nivel global, no es lo mismo el impacto macroeconómico que está provocando en distintos países. Su efecto es mucho más atenuado en Bolivia, que pasó del 0,9% anual que registró en 2021 al 3,3% que espera en 2022. En tanto, en Argentina su impacto es mucho más distorsivo, pasando de un 51% en 2021 a cerca del 70% este año. El orden y la estabilidad macroeconómica son airbags que te salvan frente a un shock externo. No tenerlos es manejar a toda velocidad sin frenos.
Según un cuadro elaborado por Economist Intelligence Unit, los países menos perjudicados por la guerra en Ucrania son justamente Bolivia, Ecuador y Paraguay, mientras que los más golpeados son Nicaragua, República Dominicana y El Salvador. Argentina, por su parte, queda en el medio de la tabla, casi con un impacto neutro debido a un beneficio vía cuenta corriente, pero un deterioro de su tasa de inflación.
2) Inflación y suba de tasas en EE.UU.
El escenario de suba de precios en Estados Unidos y la política monetaria cada vez más restrictiva y hawkish de la Reserva Federal tiene, sin dudas, un impacto más sistémico en la desaceleración del crecimiento global. El último dato de abril, en el que la inflación reportó un 8,3% interanual, bajando levemente con respecto a marzo, parece confirmar que Jerome Powell continuará subiendo las tasas durante lo que resta de 2022.
El mercado baila al ritmo de las minutas de la FED. Wall Street está cerca de entrar en un bear market (mercado bajista), con una caída del 16% en el S&P 500 desde principios de este año. La salida de activos riesgosos y el vuelo hacia aquellos más conservadores también sacudió a las criptomonedas, generando un crash sin precedentes de Luna, una de las stablecoins más importantes, y la caída de otros criptoactivos, como Bitcoin y Ether. Las monedas de países emergentes también se depreciaron frente al dólar. Las escenas de pánico de los inversores recordaron que no hay una moneda internacional que compita con el dólar en términos de resguardo de valor, medida de cambio, y unidad de cuenta.
La gran duda, sin embargo, es hasta qué punto la suba de tasas producirá una estanflación o una recesión en la primera economía mundial.
3) China se abraza al Cero Covid y pone en pausa la economía
En estos momentos, hay 41 ciudades en China bajo cuarentena total o parcial, ante los nuevos brotes de Covid. Allí viven 290 millones de personas y se genera el 30% de la producción económica nacional. La política de Cero Covid impulsada por Xi Jinping está destrozando las cadenas de suministro, tanto dentro del país como a nivel internacional.
La persistencia de la cruzada contra la pandemia sumió a la segunda economía mundial en una crisis aguda. ¿Puede Xi Jinping vencer al Covid sin aplastar la economía china?, se preguntó esta semana Financial Times. Si bien las autoridades planean que la economía crecerá 5,5% este año, otros pronósticos son más pesimistas. Nomura Holdings Inc, el banco de inversión más grande de Japón, calculó que sería del 3,9%, la segunda más baja desde 1990, sólo por detrás de 2020.
La Política de Cero Covid insinúa mantenerse hasta el Vigésimo Congreso Nacional del Partido Comunista Chino, que se celebrará en el segundo semestre de 2022. Allí, Xi se alzará probablemente con un tercer mandato.
Si se confirma la desaceleración de la locomotora china, las economías del Cono Sur sentirán el impacto en sus balanzas comerciales. Una menor demanda de proteínas de China impactará no sólo en la cantidad de exportaciones, sino también en sus precios.
Ese golpe sería letal para economías que no pueden endeudarse y tienen déficit fiscal (buen día, Argentina).
En el campamento de internacionalistas ya no suenan los acordes, ni refulgen las brasas. Todos se fueron a dormir. Mañana se despertarán con resaca.