Casi en silencio, empacó su maleta y, junto a su esposo, se fueron para Miami, EE.UU. Regresó a esa ciudad después de vivir siete años, por la década de los 2000. Dice que, cuando salió de allá para venir a Quito, extrañaba Miami. Hoy, en cambio, extraña Quito. Sin embargo, fiel a su característica de ejecutiva de alto nivel, va adaptándose a su nueva vida como Vicepresidente Regional Lead P.com de Mastercard, una plataforma de ayuda a los emisores de tarjetas de crédito (bancos, fintechs, retailers) que les permite dar valor agregado a los tarjetahabientes a través de contenidos. “El 60 % de los consumidores de tarjetas no sabe de los beneficios que tiene. Nosotros nos encargamos de centralizar estos beneficios y las cosas que les gusta a los propietarios de estas tarjetas”. Guadalupe Durán lidera un equipo de 15 personas, que trabajan a su vez con los emisores en todo el mundo. Ella nos habla de este nuevo desafío, de su voluntariado en el Club del 30% y de cómo ve la lucha de las mujeres en el país.
¿Qué le convenció para irse a Miami?
Oportunidades de trabajo y de desarrollo profesional para mí y mi esposo. Lamentablemnte, las oportunidades en Ecuador no se siguen abriendo, el mercado está complicado. Nuestros hijos ya se graduaron y, como pareja, tenemos más flexibilidad para seguir haciendo locuras. Y esa es la razón. Sin embargo, amo mi país y estoy involucrada en temas locales, tengo un compromiso especial hacia el desarrollo de las mujeres, porque, conforme vamos desarrollándonos en el mundo profesional, enfrentamos limitaciones que debemos saberlas administrar. Por eso, iniciamos el Club del 30% en Ecuador, que se enfoca en ayudar a que las mujeres afronten los techos de cristal, porque no es uno solo, depende de la persona, de su visión de las oportunidades y del futuro. El Club del 30% lo que quiere es que tengamos igualdad de oportunidades para que mujeres lleguen a posiciones de alto nivel y directivos. Hay escasez de mujeres en los directorios, donde se toman las decisiones estratégicas de las compañías. Recordemos que el 70 % de las decisiones de compra está influenciada, y muy posiblemente tomada, por mujeres, por lo que, si no hay una voz diversa en las empresas para adoptar acciones estratégicas, probablemente no avanzarán más rápido. Se llama 30% porque lo que pedimos es empezar por lo menos por un piso. Da vergüenza, pero, al menos, empecemos por una aproximación a la tercera parte de inclusión de mujeres en posiciones de alto nivel dentro de rangos empresariales o en directorios. Está demostrado que cuando hay una sola mujer, la voz de los hombres opaca esa voz, entonces necesitamos tener por lo menos dos para que esa diversidad de pensamiento fortalezca la conversación.
Ese 30% es la meta. ¿Cuál es la realidad en Ecuador hoy?
El 30% en realidad es el piso, la meta es el 50 %. Pero, por lo menos, lleguemos al 30%. A escala mundial es un problema, hay países que están en el 8 % de participación de mujeres. Hicimos un estudio en Ecuador y estamos en un 20 %sin embargo, no hay una segmentación entre quiénes son familia y quiénes son mujeres profesionales con una carrera que aportarían con una perspectiva distinta a esos directorios. Esa segmentación la queremos hacer este año, con ese análisis, porque también es diferente el tipo de manejo que hay que tener si es que es una mujer profesional aportando en un directorio familiar o si es que es una hija accionista aportando en ese mismo directorio. Nos quedaría un 10 % para alcanzar ese piso, pero lo importante es diferenciar también entre aportes externos y tradición familiar.
Comparado con ese 8 % se puede decir que Ecuador va bien.
Sí, pero la mayoría de países que está en ese 8 % es árabe, donde el machismo es bastante fuerte. En Turquía y Arabia Saudita, donde también hay el Club, la situación es muy compleja. En América Latina no es tanto, el promedio de la región debe estar en un 15 %, pero, a diferencia de Ecuador, en otros países el balance entre familiar y no familiar es mucho más sano. En el país, más del 80 % es empresa familiar. Y no es malo que las mujeres de la familia accionistas participen, el tema es cómo participan. Porque muchas veces es la voz del líder la que establece la pausa de la compañía. Es necesario que las empresas locales piensen de una manera más disruptiva. El mundo avanza tan rápido que necesitan ser flexibles, adaptables.
Como dice usted y es de conocimiento general, las empresas familiares son mayoría. Aunque suena cruel, ¿habrá que esperar que pase a mejor vida una o dos generaciones de directorios para que las mujeres empiecen a tener presencia allí?
La aprobación de la Ley Violeta es un primer paso y un primer abre ojos para las empresas para que, aunque sea porque les toca, empiecen a incoporar mujeres en los directorios. Creo que a las empresas familiares el Covid les trajo la mayor lección de su vida, porque tuvieron que soltar y confiar en que tenían empleados capaces. La gente demostró a sus jefes de que era responsable, que no necesitaba estar controlada. Se vieron obligados a pensar en lo digital, hasta antes de esto, probablemente la cabeza dijo no y nunca se movió la empresa al ritmo de los cambios en el mundo. La pandemia, del lado positivo, trajo perspectivas de cómo abrir la mente para trabajar y empoderar a los empleados. En Ecuador no había empleados empoderados, todo se movía con la decisión del jefe. El Covid cambió eso.
¿Bajo qué directrices trabajan en el Club?
Trabajamos sobre tres pilares. El primero es la creación de la base de datos de mujeres que están en condición de tomar estas posiciones. En una encuesta que hicimos, el 100 % de ejecutivos en el Ecuador decía que no hay mujeres para directorios. ¡El 100 %! Con esta base de datos vamos a demostrar que sí hay. Hoy tenemos una lista de 200 mujeres que están segmentadas en: listas, en preparación y con potencial. Treinta de estas 200 mujeres están listas. El Club es un voluntariado sin costo, donde buscamos la equidad y la igualdad de oportunidades, en donde se permita participar. Con la aprobación de la Ley Violeta, donde se requiere tener la participación femenina en el directorio, el Club del 30% puede ayudar a esas empresas a buscar el perfil adecuado de una directora para su board. El segundo pilar es apoyar en el desarrollo, mentoría, coaching y certificación académica de estas mujeres, para asegurarnos que están preparadas y hacer las segmentaciones. Y el tercer pilar es preparar a las juntas directivas para que sean juntas de excelencia. Lamentablemente, el concepto de feminismo está mal utilizado, porque se considera que es extremo, pero en realidad es igualdad de oportunidades para las mujeres. Por otro lado, uno de los stoppers de los techos de cristal es que nosotras mismas somos mucho más conservadoras que los hombres en pensar que estamos listas para esa posición. En eso les ayudamos a trabajar, en la valentía; aunque sientan que no están preparadas, que lo intenten.
¿Cuántas mujeres forman parte del Club?
Tenemos 200 registradas. Tenemos un directorio donde hay un 50 % más uno de mujeres, el resto hombres. Yo soy la chair y Angelo Caputi el co-chair. Tenemos el 50 % Costa y el 50 % Sierra. Queremos tener el directorio que realmente representa lo que buscamos, es decir, equidad y diversidad.
Lo del Club del 30% parece elitista. O, ¿cómo trabajan, o van a trabajar, hacia los niveles de menor rango ejecutivo donde las diferencias son incluso más grandes?
No es elitista, pero sí es muy enfocado a la cúspide profesional. Es decir, en aquella mujer que ha hecho carrera por muchos años, se ha esforzado, ha venido de abajo y de pronto se topa con los techos de cristal y deja de participar. Lo que buscamos en el Club es que participe. Muchos dicen 'yo sí tengo 50 % de mujeres' y, claro, son cajeras, pero no hay mujeres en vicepresidencias, en el directorio, y se sienten orgullosos porque tienen un balance de género. La clave es que haya mujeres en todas las instancias de trabajo. Las mujeres siempre llevan la responsabilidad social, está en su top 3 de prioridades, mientras que para los hombres, acaso, si estará en su top 10, si es que está. Cuando se trae una mujer a un directorio, ella sabrá decir que algo no es conveniente. Por ejemplo, el hecho de que no haya flexibilidad en el horario. ¿Por qué si la mamá quiere ir a ver a su guagua cantar debería tener inconveniente en hacerlo? Las mujeres con niños son mucho más responsables que el resto de empleados, porque están súper agradecidas de tener un trabajo, porque saben que así va a poder educar, alimentar, cuidar la salud y poner un techo sobre la cabeza de sus hijos. Entonces, ¿por qué no le vas a dar flexibilidad en el trabajo? Y en un directorio, cuando la regla sea no tener un cuarto de lactancia, la mujer dirá que es necesario. Así se empieza a generar esa escala de enfoque hacia fortalecer prácticas de diversidad. Este es un país de emprendedoras, por eso, de mi parte y otras organizaciones buscamos generar escalas. En marzo lanzamos mentorías, donde 25 CEO de altísimo nivel comparten sus conocimientos con mujeres de primer nivel, estas a su vez capacitan a las de segundo y tercer nivel y estas a las emprendedoras. Sí, nuestro enfoque es la parte alta de la pirámide, sin dejar de lado la realidad de nuestro país.
El trabajo que hacen varias organizaciones, sin duda, ha logrado cambios. Pero desde el lado corporativo -sin generalizar-, el women washing es evidente. Empieza marzo y automáticamente aparece un bombardeo de informes, campañas, giras de medios de autopromoción. ¿Es posible tener una conciencia permanente de 8 de marzo?
Por eso nosotros trabajamos en los pilares todo el año. No es un tema solo de marzo. Obviamente vamos a aprovechar de marzo para lanzar las mentorías y darle relevancia, porque es el momento en que todas las empresas se dan la vuelta a pedir speakers, a pedir esto, lo otro. Y bienvenido sea, porque eso visibiliza a las mujeres, no es que no hay. Las mujeres siempre estamos preparándonos, certificándonos académicamente, sería bueno que los hombres también lo hicieran, pero, en fin, parece que nos toca los estándares un poco más altos y no tenemos problema.
Ahora bien, las empresas van a empezar a demandar más mujeres para sus directorios. Pero usted dice que hay solo 30 -del Club- que están listas. Pero en el país hay cientos de empresas. ¿Cómo va a cubrirse esa demanda? Probablemente, importando ejecutivas de otros países.
Las ejecutivas extranjeras son bienvenidas con los brazos abiertos. En cuanto a las mujeres profesionales ecuatorianas somos las que tenemos que capacitarnos, desarrollarnos y adaptarnos. Por eso es importante entender el tema de las mujeres profesionales, no mujeres, sino, recalco, mujeres profesionales. Porque cuando eres profesional sabes cómo comportarte en una junta de ese nivel, sabes comprender las temáticas. Y creo que es un tema de hombres y de mujeres, porque no es que podamos decir que tenemos unos hombres wow, que se han capacitado para los directorios, porque muchos de estos se han creado con base en el network. Y los hombres tienen más network que las mujeres, porque nosotras no tenemos tanto tiempo para salir a pegarnos una cerveza o quedarnos en un almuerzo hasta las cinco de la tarde, ya que manejamos el tiempo de una manera mucho más eficiente. Tenemos que prepararnos y para eso está el Club del 30%.
Los cambios que se han dado, parece ser, también vienen acompañados de generaciones que no ven diferencias entre mujeres y hombres…
Sí, hoy basta con ir a una universidad para ver que no hay diferenciación entre mujeres y hombres. Yo les veo a mis hijos y más me asustan las chicas que los chicos. Parecería que en la generación centennial se dio la vuelta a la tortilla. Sin embargo, el problema es cuando se llega a los treintas -de edad-, ahí es cuando la mujer se pregunta si quiere tener hijos, por ejemplo, y ahí es cuando por estos temas de ser mujer aparecen los techitos de cristal y nuevamente empieza a darse la vuelta a esa tortilla. Conozco chicas, muy jóvenes, con las que nos sentamos a hablar, y me impresiona que tengan los problemas que yo tenía a esa edad por temas de género. Es increíble, no sé qué llega a pasar, pero en los treintas todo pasa a ser como era antes. Lógicamente, menos fuerte que en mi época y que en la época de mi mamá.
Hace unas semanas se difundió un curioso informe que mostraba lo que los jóvenes buscaban como profesión en los diferentes países del mundo. En Latinoamérica, en general, quieren ser influencers. No se puede menospreciar la creatividad y las habilidades para ser youtuber o tiktoker. Pero, evidentemente, jóvenes que vayan en esta línea no van a llegar a ser parte de los directorios de empresas. ¿Cómo ve esta situación, sabiendo que usted tiene dos hijos jóvenes?
Es complicado, porque siento que los papás -y me incluyo- no sabemos cómo decirles a nuestros hijos 'estás loco'. Y lo peor de todo es que llega una etapa en la vida en donde te das con la piedra en los dientes. Debemos esforzarnos en tratar de direccionarles de la mejor manera posible, pero a la final el ser humano aprende de los errores y lo que va a pasar es que les va a tomar más tiempo llegar a tener una mejor calidad de vida. Porque ser youtuber no te va a dar de comer, a menos que seas un ídolo. Si puedo dar un consejo a los papás es no darles celulares hasta los 12 años de edad y después ponerles horarios, no dejar que duerman con los teléfonos en sus cuartos bajo el pretexto de la alarma, y mantener abiertas las puertas de sus cuartos. El grave problema que tienen las nuevas generaciones es que no saben cómo socializar. Su forma de hacerlo es con el teléfono, por eso, cuando llegan a la universidad, no saben cómo pedir ayuda, cómo hacer network para encontrar un trabajo temporal, no saben venderse, por su falencia social, porque solo socializan por un chat, por Instagram. Y tampoco socializar es irse a pegar una borrachera todos juntos, sino aprender a comportarse en los diferentes espacios.
Volviendo a su línea de trabajo, acá en Ecuador, la semana pasada, parecía fiesta nacional con la llegada de Google Pay. ¿Cómo avanzan el mercado en ese sentido?
Nuestra región siempre está un poquito atrasada. Claro que es una maravilla que podamos tener Google Pay. Apple Pay ya se ha lanzado en otros países, debería estar llegando este año a la región. Y algo que me parece revolucionario, en Brasil el Banco Central, que hace un año dio de baja la aprobación de pagos a través de Whatsapp, ya lo aprobó. Con eso, ahora las emprendedoras podrán realizar ventas y pagos a través de esta plataforma, eso es revolucionario. Así que se vienen muchísimas oportunidades para facilitar el comercio. Mucha gente se enfoca en el pago de las tarjetas y sus implicaciones, pero en realidad hay que pensar en la escala. Y si se puede vender más y con un buen plan de negocios atrás eso es muy importante. Estas son oportunidades de oro y hay que abrazarlas, más aún en economías que están complicadas por la situación mundial, no es una solo de Ecuador, es general.
Pero visto así, la extinción de las tarjetas de crédito es inminente.
El plástico físico, lógicamente sí, porque la gente está cada vez más digitalizada. Hay que ver el mundo de las posibilidades, porque siempre va a haber pagos ya sea a través de efectivo, tarjeta plástica o vía digital, siempre va a haber un canje y eso va a requerir una manera de pago. Todo evoluciona, por eso debemos entender que las tradiciones mueren y que el mundo cambia. Hoy hay más generación millennial y centennial que boomers y X juntos, entonces hay que entender que el mundo es digital y en Ecuador hay que pedalear más rápido, estamos un poco lentos en el pedaleo. (I)