Lo que decís no siempre es lo que oyen: la verdad detrás de la "trampa de la percepción"
Dra. Diane Hamilton Colaboradora
Dra. Diane Hamilton Colaboradora
Es frustrante salir de una conversación sintiéndote completamente malinterpretado. Quizás pensaste que habías sido muy claro, pero el mensaje no fue recibido como esperabas. Esto pasa todo el tiempo, especialmente en el ámbito laboral, donde se supone que la comunicación es clave, aunque a menudo se siente como un juego de adivinanzas. El problema no siempre es que lo que decís esté mal, sino que lo que creés estar comunicando no siempre es lo que los demás entienden. ¿Qué está fallando? La respuesta suele estar en la percepción. El mensaje que enviás pasa por los filtros de experiencias, emociones y prejuicios de la otra persona. Este fenómeno, conocido como la "Trampa de la Percepción", explica por qué lo que intentás comunicar no siempre se interpreta como esperabas.
La percepción lo es todo. Cada persona tiene sus propios filtros que moldean cómo interpreta la información. Estos filtros se forman a partir de experiencias previas, influencias culturales e incluso estados de ánimo. Por eso, dos personas pueden escuchar las mismas palabras y llegar a conclusiones completamente diferentes.
Tomemos como ejemplo un correo electrónico simple. Para vos, puede parecer directo, pero para quien lo recibe, podría sentirse despectivo, demasiado brusco o incluso condescendiente. Sin darte cuenta, hablás desde tu perspectiva, sin considerar que los demás procesan el mensaje desde la suya.
Las percepciones erroneas son comunes en el ámbito laboral. Quizás hablaste con un miembro del equipo creyendo que todo quedó claro, pero más tarde descubren que estaban confundidos. O tal vez diste una retroalimentación constructiva que se percibió como crítica. En ambos casos, el problema no es el mensaje en sí, sino la percepción que se tiene de este.
Por ejemplo, imaginá que tenés una reunión importante y querés destacar la importancia de alcanzar los objetivos del equipo. Decís algo como: "Necesitamos alcanzar estos números, o estaremos en serios problemas". Para vos, es un llamado a la acción. Pero para el equipo, podría sonar como una amenaza o una señal de desconfianza.
El mensaje es claro en tu mente, pero para los demás, puede ser otra historia.
El problema radica en que muchas veces asumimos que nuestro mensaje es claro simplemente porque lo entendemos nosotros mismos. Pero eso no es suficiente. La comunicación es un intercambio de dos vías. Cuando hay una desconexión entre intención y recepción, el resultado suele ser confusión, frustración e incluso la ruptura de relaciones.
Además, no solo comunicamos con palabras. El tono, el lenguaje corporal y el momento en que hablamos también influyen en cómo se recibe nuestro mensaje. Esto se agrava en equipos diversos, con diferencias culturales o en conversaciones de alta tensión, donde la brecha de percepción puede ampliarse aún más.
Para asegurarte de que lo que decís sea lo que las personas realmente escuchan, podés aplicar estas estrategias:
La inteligencia emocional (IE) es fundamental para manejar la percepción. Cuando sos consciente de tus propias emociones y de las señales emocionales de los demás, podés evitar caer en la trampa de la percepción. Reconocer cuando alguien está desconectado o confundido te permite ajustar tu comunicación antes de que se desvíe.
Tener un alto coeficiente emocional (EQ) también significa poder regular tus propias emociones durante las conversaciones. Ya sea dando retroalimentación o discutiendo un tema difícil, mantener la calma y la compostura asegura que el mensaje que querés transmitir sea recibido como lo planeaste.
La próxima vez que entres en una conversación, tomá un momento para considerar cómo podrían interpretarse tus palabras, no solo lo que estás diciendo. Al entender la trampa de la percepción y ajustar tu enfoque, podés evitar malentendidos y construir conexiones más fuertes y efectivas. En un mundo que se mueve a gran velocidad, es tentador apurarse en las conversaciones o enviar correos rápidos sin pensarlo dos veces. Pero el verdadero poder de la comunicación está en su claridad y en cómo fomenta el compromiso real. Así que, la próxima vez que creas haberlo dicho todo, pausá, escuchá y preguntate: ¿qué están realmente escuchando?