Es muy frecuente en los colegios e incluso en las universidades que los alumnos considerados ociosos o calificados como vagos tengan éxito en los negocios; en cambio, suele ocurrir que los aplicados o 'matones', como se los llama, tengan desempeños discretos o se opaquen en el ejercicio profesional.
Mauricio Fraga Rosenfeld es un ejemplo de lo primero. Llegó a Washington DC en 1987; tenía 19 años y US$ 600 en el bolsillo, no hablaba una gota de inglés. Se autocalifica como un vago, desordenado e indisciplinado, nunca superó una D en sus calificaciones y pasó por un sinnúmero de colegios.
Al llegar a EE.UU. empezó a trabajar como cargador de cables, luego en una panadería donde ganaba US$ 3,50 por
hora. Además, asistía a un community college para aprender inglés y tomaba clases de matemáticas. Más adelante consiguió una beca en American University para estudiar Negocios Internacionales, ahí conoció a su esposa y madre
de sus tres hijos.
En esa época decidió crear PHD Express, una tarjeta de descuentos para estudiantes que otorgaba crédito en locales comerciales en la ciudad de la Casa Blanca. Por su inexperiencia, al poco tiempo quebró y le tocó empezar nuevamente. A la par vendía enciclopedias de puerta a puerta.
En 2002 creó Latin Concepts, una empresa que encierra todas las ideas de sus emprendimientos comerciales, restaurantes y creaciones bajo su firma.
Su éxito no solo se mide en dinero y número de locales o empresas, sino también cuando se logra introducir innovaciones importantes, y Fraga es hoy por hoy un reconocido creador de ambientes latinos en la capital estadounidense. Supo aprovechar sus raíces ecuatorianas y prever el interés creciente por la cultura sudamericana introduciendo acogedores y elegantes locales nocturnos y restaurantes con estilo latino. Como lo señala el Washington Post, “ha enseñado a los habitantes de D.C a socializar con sofisticación”.
¿Cuál es la receta para el éxito de un vago?
Orgullo, determinación y recuperación, en eso asiento mi filosofía de vida: aprender de los errores. Para mí lo más importante es la actitud. Si vienes solo a trabajar estamos fregados, el que triunfa es que el hace más de lo que se le pide; ahí es cuando demuestras quién eres y que estás en positivo. Al dar el mil por ciento vas a crecer superrápido.
Si no aprecian eso en tu lugar de trabajo, debes abrirte nuevos horizontes, siempre estar alerta. Debes ser auténtico, la gente falsa no va a ningún lado. Tienes que sentir crees en lo que estás haciendo o vendiendo.
Luego del fracaso en su primer negocio, ¿qué pensó hacer?
Tenía dos opciones: regresar a Ecuador o reinventarme, y opté por lo segundo. Me acerqué a un restaurante, sin un solo centavo en el bolsillo y le propuse al dueño quedarme con el valor del cover, el primer día me hice US$ 400. Ahí descubrí mi faceta de promotor. Llegué a hacer más de nueve eventos semanales en discotecas y restaurantes grandes. En 1996 decidí que era el momento de empezar mi propio negocio y abrí una discoteca, era pura necesidad, no tenía un dólar y necesitaba sobrevivir.
¿Qué pasó luego?
Era muy joven, pero me di cuenta de que tenía un valor agregado que me hacía diferente, y eso era encontrar talentos. Veo el potencial, me gusta crear ideas e implementarlas y lo más importante: encontrar el equipo perfecto para trabajar.
¿Qué incluye su empresa Latin Concepts?
Creé Latin Concepts en 2002, es mi compañía de hospitalidad, es la compañía madre. La integramos mi esposa, un director de Operaciones, un jefe de Relaciones Públicas y yo. En Washington DC he abierto más de 13 sitios; en el mundo, 17. Hace 27 años, cuando abrí Chicha, comida moderna andina, esa frase fue creada por mí, empecé a hacer ceviches y me devolvían el plato, ahora es parte del vocabulario en EE.UU.
¿Cuál es la característica que diferencia a sus restaurantes?
Tú entras a un restaurante mío y desde ese momento vives un ambiente único, los colores, la decoración. Trato de imitar el concepto del Circo del Sol. Una cosa es la comida, otro la decoración. Otro punto es el servicio, la música, la luz, el aire, la vestimenta de los empleados. Se trata de un show. Todos los días, antes de abrir a las 4 de la tarde, nos preparamos para un nuevo espectáculo. Llegar a un restaurante mío significa llegar a un evento, me gusta que el cliente se pierda en el concepto. Me interesa que el cliente se olvide de dónde está. La entrada debe estar impecable. Mi problema es que ahora la gente no se va porque es muy acogedor el lugar. Me ha tocado poner como condición que los fines de semana puedan quedarse máximo dos horas y media, porque después de dos horas la gente ya no consume, solo conversa.
¿Cómo lo consigue?
Yo soy el maestro de ceremonias, el que dirige los conceptos, tengo un chef fenomenal, y no sé cocinar pero sí diseñar el menú, pruebo todo plato que sale. Nunca dejo un plato por llenar el menú, si veo que no está vendiéndose bien lo saco inmediatamente. Antes de incluir un plato al menú, hacemos especiales para que el cliente juzgue; si la respuesta es buena lo incluimos como un plato definitivo. El mismo procedimiento hago con los licores y cocteles. Siempre estoy aumentando algo, cambiando, dándole un toque especial.
¿Cuán importantes son el color y los ambientes?
El color, el sonido, el sabor, el olor son importantísimo. Una época jugué mucho con el azul, pero rápidamente lo cambié porque me di cuenta de que era un color frío, la gente venía, comía y se iba. El vino tinto, el verde, el gris, el café son colores que te invitan a quedarse.
¿Cada cuánto hace cambios en sus restaurantes?
Remodelo el restaurante entero cada tres años. Por ejemplo, en Chucherria mantuve un concepto por 16 años y lo cerré pese a lo exitoso que era. Lo volví a abrir totalmente cambiado, la gente me decía que era un suicida, yo me doy cuenta antes de que el negocio comience a morirse.
¿Cómo se da cuenta de que el negocio está a punto de morir?
Cuando ya no tiene el alma. Como tengo los esqueletos, es fácil darle la nueva cara. Entonces, en lugar de invertir0 US$ 1,5 millones que costaría un restaurante nuevo, invierto US$ 300.000 para darle la cirugía que necesita.
¿El secreto de Rosita es hoy la niña de sus ojos?
Mi abuelita se llama Rosita, la idea era sacarle el feeling de la casa de ella. Está decorado con obras de arte que traje de Ecuador, fotos, pinturas de mis hijos, sientes que estás en la sala de una casa. Es una mezcla de conceptos, sitios acogedores. El secreto es saber crear ambientes donde la música, la luz, el sonido, el mesero, la comida, los tragos, todo se conjugue para volverlo un espacio acogedor.
¿Qué ha significado estar en la guía Michelin?
Es un honor, es el resultado del trabajo de mi equipo. Es el primer paso, es como la entrada, si me va bien en uno o dos años puedo conseguir la estrella.
¿Cómo se califica ahora, con el pasar de los años?
Nuestra misión como empresa es promover emprendimientos y que la gente crezca. De mi escuela muchos jóvenes salen a abrir sus propios negocios o se vuelven mis socios en otros proyectos. Tengo el caso de un chico que lavaba platos, era medio pandillero de Etiopía, pero me encantaba cómo trabajaba, entonces le dije: “Aquí tienes una oportunidad, pero hazme caso”. Poco a poco lo fui educando, llegó a ser gerente en uno de mis restaurantes, mi esposa le ayudó a comprarse una casa en DC a los 25 años y hoy es mi socio en Hierba Buena, un centro naturista. Mi objetivo es apoyar a gente que crezca para arriba. Quiero que se entienda que mi mandato como compañía es ayudar a los emprendedores a crecer.
¿Expectativas a futuro?
Enfocarme en Ecuador, ahora quiero promover la comida ecuatoriana, que salga al mundo. No somos solo Galápagos, me interesa que el mundo sepa que existimos. Estoy trabajando en un proyecto y mi mandato es encontrar mujeres de bajos recursos, darles un skill para que salgan al mundo no a lavar platos, sino como profesionales.
¿Cuéntenos un poco más?
Ahora estamos en el proceso de sacar los permisos, los diseños, estoy terminando el business plan, es en el valle de Tumbaco. Estaría listo en dos años, la construcción arrancará en 2023.
¿Cada cuánto viene al Ecuador?
Vivo mitad de tiempo en DC y la otra mitad en Ecuador, el año pasado fui como doce veces, estoy muy entusiasmado.
¿Jubilarse en su país?
Mi sueño es tener un viñedo en Portugal, hacerme viejo trabajando en la tierra. (I)