Las ambiciones globales de Pekín se toparon con una especie de muro. El problema es el dinero, o más bien la falta de dinero. Aparte de las molestas y peligrosas demostraciones militares, la búsqueda de influencia de Pekín siempre se basó en el dinero: de cuánto dispone China para invertir en el extranjero y cuánto compra a otros. Durante un tiempo pareció que China poseía cantidades ilimitadas. Pero ya no es así. El impulso global de los dirigentes chinos empezó a enfrentarse a graves limitaciones, que parece que se convertirán en más severas.
Oriente Próximo es el epicentro del problema. Allí Pekín cosechó su mayor éxito diplomático hasta la fecha, cuando orquestó la reanudación de las relaciones diplomáticas entre Arabia Saudí e Irán, una hazaña que resonó en todas las capitales del mundo y que benefició enormemente a China. Para ello, China se apoyó en su condición de enemigo de ninguna de estas dos naciones exportadoras de petróleo -algo de lo que pocas capitales occidentales pueden presumir-, pero sobre todo su ventaja residía en su condición de principal comprador del petróleo tanto de Arabia Saudí como de Irán.
China ya no tiene el poder adquisitivo que hizo posible el triunfo diplomático. El apoyo abierto de Pekín a Rusia obligó a China a adquirir la energía que Rusia ya no puede vender a Occidente. Las compras chinas de crudo ruso hasta el tercer trimestre de este año aumentaron un 42% respecto al año anterior. Pero China sólo puede utilizar una cantidad limitada de petróleo importado, sobre todo porque su economía se está ralentizando.
Para comprar los suministros rusos, recortó las importaciones de Oriente Medio. Según la Administración de Información Energética de Estados Unidos, las compras combinadas de China a Arabia Saudí y Kuwait apenas crecieron. Una fuente del Wall Street Journal sugiere un recorte mayor, del 11%, en las importaciones de petróleo saudí. China parece haber mantenido elevadas sus importaciones de Irán, sin duda para conservar su influencia, pero también porque las sanciones estadounidenses obligaron a Irán a ofrecer descuentos.
Es probable que se intensifique la presión para adquirir crudo ruso. Actualmente, la falta de oleoductos disponibles limita la cantidad de crudo ruso que puede llegar a China, pero ambos países están trabajando en la infraestructura de oleoductos. A menos que la geopolítica cambie radicalmente, Rusia, cuando estas instalaciones estén disponibles, seguramente querrá vender aún más en China, y los compromisos diplomáticos de Pekín le obligarán a cumplirlos. De todos modos, es probable que China prefiera las fuentes rusas, porque en estos tiempos de incertidumbre geopolítica, los oleoductos terrestres ofrecerán mucha más seguridad y fiabilidad que las rutas marítimas de las que China debe depender para recibir petróleo de Oriente Medio.
Al desplomarse la compra de petróleo de Oriente Medio, la cartera de inversiones de Pekín en esa parte del mundo necesariamente se estancará o incluso se reducirá. Y el problema de desarrollo de China no es sólo con los productores de petróleo. China desarrolló en los últimos años enormes flujos comerciales y de inversión con la tecnología israelí, y esa ventaja para China ya empezó a reducirse en las últimas semanas debido a la negativa de Pekín a calificar a Hamás de grupo terrorista. Al mismo tiempo, los problemas financieros internos chinos crearon un desafío para las ambiciones de inversión de Pekín, en Oriente Próximo y en términos más generales.
Los problemas de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés) limitan aún más los recursos financieros de China. Muchos de los proyectos que Pekín decidió apoyar no dieron suficientes beneficios a los Estados clientes de la iniciativa como para devolver los préstamos que contrajeron para construirlos. Tantos participantes en la BRI tuvieron problemas que empezaron a describir la BRI como una "trampa de deuda".
Su error a la hora de pagar puso bajo presión a los prestamistas chinos. Pekín tuvo que dar marcha atrás. Según la consultora Statista, los proyectos chinos en la BRI cayeron en picada, casi a la mitad de hecho, desde los más de 100.000 millones de dólares anuales que promediaban en su nivel más alto. Este año parece que los acuerdos de la BRI se recuperaron de sus mínimos, pero con una cifra estimada de 80.000 millones de dólares siguen estando muy lejos de los días de bonanza de la iniciativa.
Cuando China estaba en auge y contaba con un excedente de fondos procedentes de las exportaciones, podría haber cubierto fácilmente el déficit financiero dejado por los errores de algunos participantes en la BRI y otros en el extranjero incapaces de pagar sus préstamos íntegra y puntualmente. Pero ya no es así. La economía china tendrá dificultades este año incluso para alcanzar el objetivo de crecimiento real del 5% fijado por Pekín y, según la Oficina Nacional de Estadística de Pekín, las exportaciones del país están desplomándose. Además, los problemas de deuda interna hicieron que el sistema financiero del país sea más frágil que nunca y desde luego incapaz de soportar los errores de los participantes en la BRI y otros proyectos chinos de inversión en el extranjero.
Por si esto no fuera suficiente presión, importantes promotores inmobiliarios - Evergrande, Country Garden y otros - se hundieron y dejaron al sistema financiero chino con un considerable exceso de préstamos dudosos. Los prestatarios hipotecarios se negaron a pagar los préstamos que contrajeron para pagar por adelantado apartamentos que estos promotores probablemente nunca terminarán. Bajo estas presiones internas y debido a las dificultades financieras comunes entre los participantes en la BRI, los bancos chinos -durante mucho tiempo la fuente de financiación de los proyectos en el extranjero- no están en condiciones de ampliarse. Por si esto no fuera suficiente problema, los gobiernos locales de China empezaron a experimentar tensiones financieras.
Como principales emisores de deuda para financiar proyectos de infraestructura nacional, se sobreextendieron durante los últimos años de primero Covid y luego varios esfuerzos fallidos de Pekín por utilizar el gasto en infraestructura para estimular la actividad económica. Algunos gobiernos locales se encuentran en una situación tan difícil que tienen dificultades para prestar servicios esenciales a los ciudadanos.
En el horizonte de Pekín no se vislumbran soluciones a estas tensiones. Algunas, como la obligación de Pekín con Moscú, no harán sino convertirse en más impositivas. Sin su otrora enorme superávit de fondos -para invertir agresivamente en el extranjero y comprar petróleo en Oriente Medio y otras materias primas en otros lugares- Pekín seguirá enfrentándose a importantes límites económicos y financieros a su influencia mundial.
