Los orígenes de la Corporación Chubb se remontan a 1882, cuando Thomas Caldecot Chubb y su hijo recaudaron US$ 1.000 de los 100 comerciantes prominentes de la época para iniciar un negocio de suscripción marítima de barcos y cargas en Nueva York, EE.UU.
En 2016, más de 130 años después, la aseguradora suiza ACE adquirió la compañía estadounidense por US$ 29.500 millones. A partir de esta negociación, el nombre de la aseguradora a escala mundial es Chubb.
Hoy en día es considerada una de las aseguradoras más grandes del mundo, con una capitalización de mercado que supera los US$ 100.000 millones. La multinacional cuenta con más de 50.000 colaboradores, opera en 54 países y generó ingresos por primas consolidadas en 2023 por US$ 57. 500 millones, según su informe anual. Además, cotiza en la Bolsa de Nueva York, donde es parte del S&P 500, un indicador para las empresas con alta capitalización.
En Ecuador lleva 36 años de operaciones. Ofrece 32 productos de seguros comerciales y personales que incluyen coberturas de accidentes, propiedades, salud, vida, viaje, entre otros. Cerró 2024 con ingresos de US$ 230 millones.
Edwin Astudillo tiene la misión de liderar y orientar los esfuerzos de la firma en Ecuador para brindar protección a personas, familias y empresas en situaciones inesperadas. En su oficina, que ofrece una vista espectacular hacia los valles, nos recibe con calidez. Con espontaneidad comenta que no tiene secretaria, ya que prefiere mantener una relación cercana y familiar con los 340 colaboradores de la empresa en Ecuador. Asegura que prefiere que lo llamen por su nombre y no 'jefe'.
Graduado en Ingeniería Comercial por la Universidad del Azuay, tiene diplomados en Alta Dirección de Empresas y Marketing en el IDE Business School y en University of California, Berkeley. Astudillo ingresó a la multinacional como inspector de reclamos cuando tenía 18 años. Luego fue ascendido a gerente de la sucursal en Cuenca, dirigió el Área de Suscripción, de Accidentes Personales y las vicepresidencias Comercial y Ejecutiva. En 2006 fue nombrado presidente ejecutivo. Además, es líder en Marketing y Comunicaciones y director de Sostenibilidad para América Latina.
Carismático, entusiasta y metódico, se distingue por su capacidad de escuchar, anticiparse a situaciones adversas y desarrollar estrategias para enfrentarlas. Para este ejecutivo ser un buen ser humano es tan importante que ser un buen jefe.
Para él, la mejor ciudad del mundo es Cuenca, donde vivió hasta los 27 años. Los recuerdos de su infancia le llenan de nostalgia. "Me vienen flashes de mi niñez jugando fútbol en las calles con mis amigos del barrio o ir al colegio en bicicleta, en verdad era mágico". Durante casi dos horas, compartió con Forbes los retos de la corporación, sus logros y su visión.
¿Chubb fue su primer y único trabajo?
Empecé a trabajar por una rebeldía con mi papá. En una típica discusión decidí 'castigarle' y demostrarle que no necesitaba nada de él. Mis clases en la universidad eran en la noche, tenía todo el día libre y eso le molestaba. Un amigo cercano vio la escena y me dijo: "Tengo algo para ti". Ingresé como inspector de reclamos. Como en esa época andaba en moto, era corredor de carros, muy aficionado a las tuercas, fue el mejor trabajo del mundo. Tomaba las fotos de los carros chocados con una cámara Polaroid, que todavía tengo.
¿Llegó para nunca más irse?
A los seis meses me promocionaron a asistente de Reclamos. Trabajaba sin horarios, siempre dispuesto a aprender y colaborar. En ese entonces me encargaba de inspecciones de compañías como Continental, en esa época conocida como Erco. Nunca me voy a olvidar de que entre las materias primas que se importaban estaba el negro de humo industrial, que es utilizado como relleno en la producción de neumáticos. Volvía a casa hecho un carbón, solo se veían mis dientes. Crecí rápidamente en la empresa, antes de cumplir los 25 años ya era gerente de la sucursal en Cuenca. Se dice que es muy difícil sacarle a un cuencano de su ciudad si vive bien.
Pero ¿a usted le sacaron?
Probablemente podía haber decidido quedarme, estaba en un cargo para vivir tranquilo por lo menos unos 30 años, pero se dieron algunas coyunturas. El segundo a bordo de la compañía se iba a estudiar una maestría y yo me quedé en su puesto hasta que volviera. El regresó a un nuevo cargo y la casa matriz me dijo: "Tú no vuelves a Cuenca".
¿Entonces...?
Mi vínculo con Cuenca era muy fuerte. Edmundo Hoffens, vicepresidente de Recursos en la región, un día me dijo: "Cuando vuelva a Ecuador, quiero conocer tu departamento en Quito, quiero ver tu mesa de billar en el centro, como la tienes en Cuenca, y me vas a presentar al nuevo gerente de la sucursal". Así bloqueó cualquier posibilidad de negarme y rompió mi cordón umbilical. En el 2000 asumí la Gerencia Técnica Nacional y en 2006 la Presidencia Ejecutiva.
¿En algún momento tuvo la oportunidad de salir al exterior para una carrera internacional?
No ha sido para mí una opción salir, entre chiste y chiste creo que mi contribución a la corporación fue dejar Cuenca. Tuve algunas opciones. Todavía tengo algo más que dar en Ecuador. Conozco a la perfección lo que es indispensable y cómo es su navegabilidad. Siempre supe que debía hacer algo perdurable, una contribución distinta a la financiera que lo vuelva interesante para los accionistas.
¿A qué se refiere?
Entregar un valor agregado diferente. Entiendo que la corporación se enfoca en construir cascadas hacia los lugares donde tiene oficinas, que es la manera lógica. Dentro de esta política creamos en 2007 un programa que se llama "Goteando hacia arriba". En esa época teníamos 40 empleados y nos empeñamos en potenciar sus skills. También nos sometimos a una calificación de riesgo voluntaria y sacamos triple AAA, y a mediciones de clima de trabajo. Otra arista fue la responsabilidad social, conectarnos con la comunidad y cómo vamos a trabajar alrededor de prácticas sociales.
Pero ¿qué diferencia a Ecuador de los otros países?
Nos convertimos en una escuela de formación integral de negocios y en un laboratorio de talentos. Somos el mayor exportador de talentos. En América Latina tienen cargos de alta responsabilidad más de 17 altos ejecutivos y en Europa, cinco. También fomento el intraemprendimiento, porque es indispensable para mover a la compañía de una fase a otra. Todo el tiempo tenemos que reinventarnos. Esta compañía tiene 143 años y, para mantenerse en el tiempo, tiene que haber un intraemprendimiento brutal. Es decir, continuamente crear nuevas opciones, establecer nuevas formas de venta e incluso alinear la parte vieja del negocio con la economía moderna. Esto es lo que nos permite mantenernos en el top de las compañías de seguros.
Sin embargo, ¿fue más allá?
Es toda una política integral. En realidad, arrancamos en 2004 cuando creamos la fundación Faces, que es un voluntariado enfocado en promover la educación, el arte y la cultura de niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad. En verdad es la cuna de todos los proyectos de sostenibilidad de Chubb.
Para nosotros la sostenibilidad es un eje transversal del negocio. Somos la primera aseguradora en adoptar un modelo de negocio sostenible. Desde 2010 publicamos nuestras memorias de sostenibilidad con estándares internacionales.
Dentro de nuestra estrategia hemos trabajado en distintos pilares. Promovemos la inclusión y equidad de género, a través de igualdad de oportunidades y promoción de desarrollo para todos nuestros colaboradores, así como políticas y campañas de diversidad que velan por la inclusión e igualdad de derechos dentro de la compañía.
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