Era mediados de marzo cuando en la redacción de Forbes Ecuador planificábamos las notas de tapa de las siguientes ediciones. Allí hablábamos de posibles personajes y llegamos al nombre de Santiago Gangotena. La nota de tapa es el tema central de cada edición impresa de Forbes Ecuador; por allí han pasado empresarios, mujeres power, personajes disruptivos y polémicos.
En la conversación hicimos una suerte de balance de Gangotena, un personaje de la educación universitaria del país. Anotamos los pros y los contras, y dejamos madurar la idea de que el fundador de la Universidad San Francisco de Quito fuera la nota de tapa de junio. Volvimos a nuestras tareas y semanas después retomamos la idea.
Carlos Mantilla, nuestro director, se contactó con Gangotena y acordaron hacer la entrevista. El 19 de abril Carlos me compartió el número de nuestro personaje. Intercambiamos unos pocos mensajes desde la tarde hasta la noche, todo por WhatsApp. “¿Cómo sería la agenda? ¿Entrevista y fotos? ¿Dónde?”, preguntó. Yo le respondí que necesitaríamos una hora y algo más para la entrevista. “Para las fotos habíamos pensado hacerlas en la USFQ y en su casa. Es decir podría ser unas tres horas para todo”. Gangotena dijo: “Uy. Entonces a las 9 de la mañana el jueves de la siguiente semana. En la Universidad primero y de ahí venimos a la casa”. Le agradecí y le dije: “Nos vemos el jueves 27 de abril”.
Al día siguiente del chat con Gangotena, el viernes 21 de abril, empezamos la planificación de la entrevista, redactamos algunas preguntas y pensamos en las fotografías. Revisamos algunas ediciones internacionales de Forbes y teníamos pensadas un par de estructuras para fotos y textos. La entrevista estaba en camino hasta que esa noche se supo sobre su fallecimiento.
¿Qué hicimos? Durante el fin de semana el equipo de Forbes Ecuador lanzó algunas ideas y se decidió continuar con el plan. Pero ya no sería una entrevista, sino una semblanza de un personaje que pensaba y vivía diferente. Para explicar este nuevo enfoque, una delegación de Forbes Ecuador se reunió con gente muy cercana a Santiago Gangotena, en la USFQ. En el encuentro participaron Carlos Montúfar, cofundador de la universidad; Diego Quiroga, rector; Santiago José Gangotena, hijo de Santiago, entre otras personas.
No fue fácil. Era la primera vez que ellos ingresaban a la oficina del fundador de la USFQ luego de su muerte. Tazas de té en una mesa, exámenes por corregir en otra, libros abiertos, documentos que descansaban en la alfombra de la oficina, los adornos eclécticos que desbordaban cada espacio y la sensación de que el tiempo se había detenido. Ojos llenos de lágrimas, miradas perdidas y una conversación emotiva determinaron que la semblanza de Gangotena se escribiría mediante una conversación con sus más cercanos: amigos de toda la vida, colaboradores, profesores de la USFQ, su hijo. Estábamos ante un reto periodístico que se fue resolviendo entre llamadas, entrevistas en los estudios de Forbes Ecuador, recopilación de fotografías históricas, cientos de anécdotas, sonrisas y lágrimas.
Las nueve voces
Podía atrapar una mosca en pleno vuelo, sobreviviente de un accidente de tránsito en su juventud, creador del yoga de la risa, irreverente, chef empedernido, más artista que físico, capaz de regatear el precio de una corbata en las calles de China y de crear la sede del Instituto Confucio en Cumbayá.
Confiaba ciegamente en los anuncios en los periódicos, así como en las personas que seleccionaba para que fueran parte de la USFQ. Entregado a buscar respuestas para la pregunta ¿quién soy yo?, reflexionaba siempre sobre las razones de estar en este planeta. Multitasking, polémico, vanidoso y promotor de la meditación.
Con ustedes, Santiago Gangotena González en las voces de Carlos Montúfar, Mariola Kwasek, Francisco Villarreal, José Salazar, Víctor Viteri, Ramiro Salazar, Bruce Hoeneisen, Santiago José Gangotena y Wilma Freire.
El emprendedor
Bruce Hoeneisen: “Era un loco. Un día me dijo que iba a poner un 'mariposódromo', ¿qué era eso?, ¿un aeropuerto para mariposas? No solo puso el mariposódromo, sino que creó la universidad, el colegio, el hospital. La víspera de la muerte de su papá, fuimos a la clínica y su papá preguntó si la idea de crear la USFQ podía funcionar y le dijimos que sí. Se quedó tranquilo”.
Francisco Villarreal: “No creo que investigaba tanto o desarrollaba mucho las ideas, solo tomaba la decisión y decía vamos a ver cómo sale. Eso era lo rico, no preguntaba cómo hacer, simplemente decía hazlo, vamos, yo te apoyo”.
Mariola Kwasek: “Tenía una imaginación sobrecargada y gracias a la imaginación una persona deja una huella. Además, él tenía aceptación entre la gente. Esa imaginación lo llevó a ser lo que fue”.
Carlos Montúfar: “Una de sus muchas facetas fue la de emprendedor, era muy espontáneo, lleno de ideas que siempre me contaba. Se daba cuenta de todo lo que pasaba a su alrededor. No creía en un plan estratégico o un flujo de caja, porque lo probable es que te digan no lo hagas, pero tenía la capacidad de hacer. Lo conocí más de 50 años y era capaz de atrapar una mosca en pleno vuelo, y eso requería agilidad mental y física. Era una genialidad completa, prefería pedir perdón en lugar de permiso. Algunas ideas funcionaban, otras no. Cuando me contaba la gran idea de hacer la USFQ, yo le decía estás loco y aquí estamos hoy día”.
Santiago José Gangotena: “Mi papá solucionaba todo con un anuncio en el periódico, tal vez porque venía del mundo de la publicidad. Con un aviso convocó para el primer examen de admisión para la USFQ. No se sentaba a pormenorizar los pasos de una acción, era de hacer que la idea se concretara, tal vez saliera, tal vez no. Cuando estudiaba en la Universidad de Carolina del Norte, vendía tacos y ropa otavaleña. Al volver a Ecuador, como PhD en Física, no encontraba trabajo y puso una agencia de publicidad junto con mi mamá”.
Wilma Freire: “La primera vez que lo conocí me pareció una locura, nuestras visiones no sintonizaban. Buscaba profesionales con PhD de EE.UU. para un 'proyecto' universitario. Fui con mi esposo y lo conocimos. Nos recibió en una oficina fuera de lo normal, un escritorio hecho de espejos. Conversamos de modo fluido y relajado, me preguntó quién era, qué hacía y qué quería hacer. Le conté que investigaba sobre desnutrición infantil. Mientras hablábamos rayaba una servilleta, al final de la reunión me la entregó y me dijo aquí está el instituto, un esquema gráfico del Instituto de Investigaciones en Salud y Nutrición. Ese fue el primer contacto con él, salí desubicada porque nos formamos de modo convencional y él no era convencional”.
José Salazar: “Tenía mucha visión de largo alcance. Yo le presenté el proyecto del Instituto de Cultura China y para hablar del tema Santiago me invitó a meditar, era un yoga de la risa, en la pagoda de la universidad, se reía mucho y me decía 'ríase con fuerza'. Era un delirio, algo totalmente diferente. Trabajamos juntos, viajamos a China varias veces y juntos armamos la sede del Instituto Confucio”. Víctor Viteri: “Era una persona descomplicada y multidimensional, hacía siempre muchas cosas a la vez, pensando en el siguiente emprendimiento, dibujando un nuevo edificio. En Santiago reconocí una capacidad y sabiduría que pocos tienen, era extremadamente organizado; él no trabajaba, él vivía. Tenía una genialidad contagiosa y cuando uno trabajaba con él teníamos la certeza de que mientras existiera una posibilidad la idea se iba a dar”.
Ramiro Salazar: “Lo conocía desde el colegio, pero nos hicimos cercanos cuando regresó de EE.UU. y empezó a editar la revista turística La llave a la mitad del mundo y yo la imprimía. En 1981 o 1982, con las devaluaciones del sucre, Santiago supo que las cosas se estaban escalando y me habló de su idea de la USFQ, una universidad gringa aquí en Ecuador, con profesores con PhD. Me pareció una linda idea, pero no sabía cómo lo iba a lograr. Tuvo apoyo de varias empresas y mucha acogida. Era genial en todo lo que emprendía, la revista, la agencia de publicidad, la universidad. Muy trabajador y constante”.
El académico
CM: “Estudió física y trabajó en un área espectacular como es la resonancia magnética nuclear, que hoy es tan importante. Pero como profesor le dio más importancia a la filosofía. En la Escuela Politécnica Nacional dio clases de física y matemáticas, no así en la USFQ, donde prefirió compartir su pasión por intentar responder la pregunta ¿quién soy yo?, tanto que creó un curso de autoconocimiento. En clases era controversial y los alumnos lo recuerdan mucho porque venían de una educación memorista y de pronto llegaba él para cuestionarlos. Era el maestro, el amigo que trataba de vos, generando una relación uno a uno con los estudiantes. Los papás de los alumnos al principio no entendían las metodologías, pero luego vieron que funcionaban. Formábamos generalistas especializados; suena raro, pero es un modelo que los fundadores sabíamos que funcionaba. Para él, la educación tenía que ver mucho con la estética”.
SJG: “Su pasión en las aulas fue la filosofía oriental y el autoconocimiento fue su centro. La confianza era muy importante para él y no andaba chequeando a sus profesores. Sabía que ellos dejaron cosas, plata, para dedicarse a la educación”.
FV: “Siempre le dio fuerza a las artes, creó muchos cursos de arte. Era muy comunicativo y podía visualizar todo lo que fue creando, desde el campus hasta los programas de estudio. En los primeros años, en la sede de la avenida 12 de Octubre, dábamos clases de dibujo en un galpón, clases de dibujo con modelos desnudas, toda una novedad para esos años. Allí recuerdo que unos albañiles espiaban nuestras clases”.
RS: “Si bien yo no fui parte de la USFQ, sabía que para formar a su equipo Santiago se informaba de la persona, veía su currículo y tenía un sexto sentido para saber si la persona era buena o no, si podía confiar o no”. BH: “Al inicio había tres carreras: Ciencias Aplicadas, Administración para el Desarrollo y Comunicación y Cultura. Dábamos de todo entre poquitos profesores. Santiago siempre iba por el autoconocimiento, creó tres seminarios socráticos, era bien entretenido. No tenía idea de lo que íbamos a hacer y al final del semestre publicábamos un libro sobre esas clases. Me entretuve mucho con esos cursos ideados por Santiago”.
WF: “Me dejó crear el instituto y me dijo: 'Estate tranquila, puedes hacer lo que se te ocurra, todo depende de ti'. Cuando me dijo eso, supe que tenía la confianza y esa es la riqueza de la universidad, la libertad de cátedra. Eso no existía en Ecuador en esos años. Era una sensación de absoluto respaldo”.
VV: “Cuando empecé a trabajar en la USFQ, Santiago tenía una oficina estrecha y larga. Me ubicó en un rincón. 'Consíguete una silla', me dijo, y allí trabajé mis primeros días, escuchando y viendo todo lo que él hacía. Tenía una visión ecléctica sobre un campus universitario. Aprendí la manera en que él visualizaba espacios y llegamos a un acuerdo para crear la escuela de arquitectura; en lo académico era extremadamente respetuoso y confiaba en sus profesores. El eje central de la USFQ eran los profesores, la espina dorsal en la que se alineaba la universidad. Entendía que todas las disciplinas tienen su rigor y respetaba los aspectos disciplinarios de todos, en mi caso de la arquitectura”.
JS: “Te dejaba hacer, te decía: 'Haz nomás, no me pidas plata', pero al final te daba la plata. Santiago te contagiaba la locura y las ganas. Ha hecho cosas increíbles”.
El amigo
MK: “Cuando me entrevistó, yo vine de Ibarra y estaba nerviosa, pero él estuvo muy fresco, me sorprendió lo fácil que era llegar a él, no fue un rector tradicional. Nos hicimos amigos y sentí que era una buena persona”.
CM: “No era excesivamente amiguero, eso sí fue amigo de alumnos y profesores. Yo le conocí hace más de 50 años por un primo, enseguida hicimos clic y nos escribíamos cartas con él y con Bruce; trabajamos juntos en la Comisión de Energía Atómica. Desde allí recuerdo que rompía esquemas y se metía a la gente en el bolsillo. El mismo día en que llegaba a la universidad una delegación de académicos extranjeros, por alguna razón, él estaba vestido y maquillado de mimo. Al enterarse de que era el rector rieron mucho. En otra ocasión llegó un representante de una universidad extranjera y Santiago le invitó a su casa, le dio un balde de pintura y una brocha: días después firmábamos un convenio con esa universidad”.
SJG: “Él hizo la USFQ para estar con amigos. Cuando le preguntaba qué le impulsó, él me respondía que se sentía solo y que quería un lugar para estar con amigos y hablar de temas interesantes. Tenía interacción de calidad, valoraba a todos”.
BH: “Era una locura tras otra, todo en chiste. En los primeros años, en la mesa de comedor se acordó que todo lo que se hablara era mentira, pero algunos no sabían eso. Alguna vez hablamos de un supuesto aumento; 'algo es algo', decíamos, pero uno de los presentes dijo que no había recibido el tal aumento y le escribió una carta a Santiago. Al no tener respuesta, esta persona habló con Santiago y este le respondió: 'La recibí y la boté a la basura'. Era muy chistoso”.
FV: “Con su actitud y su forma de ser llegaba al corazón de la gente, era una amistad diferente. Tal vez no hablé tanto, pero si nos encontrábamos en los pasillos o los jardines bastaba una mirada o un hola, un gesto y sentía esa conexión. Con su muerte me di cuenta del tipo de amistad”.
El estudiante
SJG: “Siempre decía que estudió Física porque la Química es muy mojada y las Matemáticas, muy secas. En su pregrado en Alabama aún existía segregación y él estuvo presente en los primeros pasos de integración. Estuvo en un programa de la NASA, pero lo dejó y siempre se arrepintió de esa decisión. Tenía dudas de estar siempre en un laboratorio, pero para avanzar se autopresionó para acabar el PhD. Siempre quería aprender cosas nuevas, por eso su gusto por la gastronomía, el yoga y el hinduismo. Leía mucho, aunque en desorden y no siempre acababa los libros, hojeaba páginas para ver si se enganchaba con alguno”.
CM: “Lo conocí cuando ya nos habíamos graduado. Hablamos mucho, pero de física muy poco. Yo lo envidiaba por la caligrafía con la que escribía las ecuaciones, eran una obra de arte. Siempre tuvo los sentidos más agudos que una persona promedio y así aprendió de cocina, de vinos y enseñaba”.
BH: “Santiago estudió hasta el último día, siempre estaba estudiando”.
El padre y el anfitrión
SJG: “Bravo lo vi pocas veces, pero cuando se ponía bravo era bravo. De niño me ponía ciertos límites, pero en general no era de reglas. Lo mismo con mis dos hermanastros, y siempre trataba de tú a tú a los niños. Tenía la capacidad de estar en el momento. Empujaba, pero no excesivamente. Era mi mejor amigo, conversábamos de todo, nunca fue una figura autoritaria, de imponer ideas. Bailaba mucho, le encantaban el vallenato y el rock and roll. Le gustaba invitar a la gente a su casa, a cocinar con sus invitados. Hacía sentir bienvenido. Fue vegetariano una época, volvió a la carne y se desbocó”.
MK: “Era un amigo que siempre daba libertad, respetaba lo que uno pensaba. Eso era chévere, no nos sentíamos castigados por hacer algo o porque las cosas no salieron como se esperaba. Si algo fallaba nos decía: 'Mejorará la próxima vez'. Nos sentíamos como una familia en la que nos respetábamos mucho, nos queríamos y eso siempre me gustó. En la universidad había siempre un escenario para las fiestas temáticas, era lo máximo, muy chistoso”.
CM: “Toda fiesta que organizaba tenía un mensaje, el más claro fue el de la fiesta de los pelucones”. J S : “Un día invitamos a todo el cuerpo diplomático de la Embajada de China y los trató de lujo. Era un servidor, cuando te invitaba te daba lo mejor, te trataba a cuerpo de rey”.
RS: “Hace muchos años me asocié con un amigo francés para importar vinos. Santiago quería crear la Facultad de Gastronomía de la USFQ y le hablé de esta persona. Un día fuimos a su casa, almorzamos, conversaron dos horas y ya estaba arreglada la Facultad de Gastronomía”.
El artista
FV: “Tuvo la valentía y la sensibilidad de comprender el arte y aplicarlo. Siempre tenía un sentido estético en todo lo que hacía, al vestir, al crear espacios. Él era una mezcla de estilos, de culturas, de puntos de vista y eso era lo enriquecedor. En el arte no hay cómo negar nada y si uno no lo comprende no significa que se podía negar”.
BH: “Yo tomé talleres de pintura y el teatro era algo importante, había siempre obras estrenándose. Siempre con ideas locas, como la de colocar una representación del Partenón encima de un edificio del campus, por suerte ya no está allí. La música era importante y abrió la carrera. Su arte estaba en la gastronomía, la cocina de la USFQ lleva su firma. La calidad y la estética siempre fueron parte de él. Ahora el reto es mantener el estilo que creó”.
SJG: “Fue más artista que físico. Pintaba con la técnica turca ebru, hizo exposiciones y alguna vez reprodujo un cuadro de Van Gogh. Le gustaba mucho el estilo de Jackson Pollock. Ya con la universidad dejó de pintar, pero diseñó una de las casas en las que vivió; también aportó en el diseño de la USFQ. Siempre dibujaba, garabateaba, creó el dragón de la USFQ, el diablito del Colegio Americano. Era vanidoso y le encantaba la ropa”.
MK: “Santiago siempre estaba elegante, era como un modelo, siempre a la moda. Disfrutaba lucir desde chaquetas arrugadas, hasta zapatos y otros accesorios”.
CM: “Le encantaba tratarse bien, viajar bien”.
WF: “Era un provocador y tenía mucha curiosidad de entender a los demás, a los que pensaban diferente. Esa era parte de la sensación de libertad que tuvo Santiago. Tenía la capacidad de combinar diferentes dimensiones, no era rígido y eso rompía esquemas de las demás personas”.
VV: “Teníamos visiones distintas sobre cómo materializar una obra, no en cómo concebirla. Santiago tenía herramientas más adecuadas para lograr lo que se había concebido, herramientas distintas a las de los arquitectos de la facultad. En ese 'forcejeo' logró una arquitectura más eficaz para lo que lo quería lograr. Había diferencias en los detalles, en el ornamento, pero a la final se generó la imagen de una universidad donde prima la educación y la belleza más allá de lo estético. Con esa manera de materializar ideas se crearon símbolos arquitectónicos que identifican a la USFQ. Cada símbolo tiene un significado gracias a Santiago. Y todo ha perdurado”.
El ser espiritual
SJG: “Meditaba a diario, no en un espacio particular. Meditaba para conectarse con algo, decía tal vez, por si acaso. Muy apegado al budismo, no creía en lo sobrenatural sino en estar presente en el momento, esa era su filosofía de vida y le sirvió para su apreciación del arte, en sus relaciones personales. Un accidente de auto, en 1970, cuando viajaba entre México y Estados Unidos, fue una experiencia que lo impactó. Estuvo muerto clínicamente unos segundos y desde allí llevaba un clavo en su fémur. Esa experiencia lo impactó”.
CM: “No era religioso, pero el accidente sí le hizo cambiar su manera de ver la vida, contaba que se vio fuera de su cuerpo”.
FV: “Tenía un lado místico que usaba de manera práctica, para controlar su ánimo y tener buena energía. Buscaba una respuesta lógica a todo y siempre respetó las creencias de los demás. Siempre enfocado, nunca nervioso ni triste. No significaba que no sufrió, pero manejaba muy bien su actitud”.
JS: “En uno de los viajes que hicimos a China le hablaron del Instituto Confucio. Yo le expliqué de lo que se trataba y enseguida dijo: 'Hagamos uno'. Más que místico era espiritual, y cuando estaba en silencio era como verle en otra dimensión, su mundo interior debió ser muy rico. De allí salían su locura, sus delirios”.
RS: “Cuidaba mucho su alimentación. Era una persona sin poses, con una visión para hacer las cosas”. WF: “No creo que me contagié de su espiritualidad, pero fue por mí, porque soy muy pragmática. Pero la comunicación fue siempre rica, cómica en algunas ocasiones”. (I)
*El artículo original fue publicado en la edición numero 12 de junio-julio de 2023.