Forbes Ecuador
Roberto Troya
Liderazgo
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Vicepresidente Senior y Director Regional para América Latina y el Caribe de World Wildlife Fund (WWF), una de las organizaciones más grandes de conservación de la naturaleza y el planeta. Ambientalista, cuya pasión y dedicación lo han llevado a ser el representante más importante que ha tenido el Ecuador en la protección del medio ambiente a nivel mundial. Con su incansable trabajo, ha demostrado un profundo compromiso con la conservación y la promoción de prácticas sostenibles para preservar el planeta para las futuras generaciones.

15 Noviembre de 2023 11.44

Todavía tiene intacta en su memoria cuando de niño corría por las laderas y quebradas del Pichincha recogiendo sigses para fabricar sus cometas. Eran los años setenta y, desde ese entonces, Roberto Troya estableció una conexión con la naturaleza. Para él, el cielo era el límite. 

Quiteño, de madre salvadoreña y padre ecuatoriano, vive en Washington, EE. UU., y es el vicepresidente senior y director regional para América Latina y el Caribe de World Wildlife Fund (WWF), una de las organizaciones más grandes de conservación de la naturaleza y el planeta. Estos días está en Quito porque se desarrolla en esta ciudad la Reunión Regional de América Latina. 

En Forbes, propuse su nombre. Carlos Mantilla, director y editor de la revista, no dudó ni un minuto en señalar que sería un personaje para la nota central de esta edición. Cuando lo llamé se encontraba en Namibia, África, visitando uno de los miles de proyectos que WWF maneja en el mundo. A Roberto lo conozco desde niños; nuestros padres eran amigos entrañables, por eso la conversación, muy fraterna y amistosa, fluyó entre preguntas de cómo estábamos, la familia, los hijos. Al hacerle la propuesta, enseguida dijo “dale”, con la sencillez que lo caracteriza. 

Finalmente llegó el día. Un hombre afable, sonriente y amistoso nos recibió en su casa, ubicada en el valle de Tumbaco, rodeada de árboles antiguos y muchas plantas. 

Se graduó en leyes en la Pontificia Universidad Católica, de Quito. Incursionó en el periodismo de joven, trabajando como reportero en un canal de televisión; fue una experiencia interesante porque, según él, le abrió los ojos y le permitió ver de otra manera la realidad. Un aspecto que marcó su camino profesional sin duda fue su tesis doctoral sobre los usos pacíficos de la energía atómica en Ecuador, los daños causados y la responsabilidad civil. Ya con un horizonte claro, obtuvo una maestría en legislación de política ambiental en la Escuela de Leyes de la Universidad de Harvard, en EE. UU. 

Aquí tuvo la oportunidad de compartir aula con el expresidente estadounidense Barack Obama y algunas clases con los exmandatarios Andrés Pastrana, de Colombia, y José María Figueres, de Costa Rica. Regresó a Ecuador como director ejecutivo de Fundación Natura. Cuatro años después fue parte de la Comisión Asesora Ambiental del gobierno de Sixto Durán-Ballén. Comenta con satisfacción que se logró montar la institucionalidad ambiental y poner en marcha la primera ley de biodiversidad.

Su destino profesional estaba más allá de las fronteras. Antes de unirse a WWF, trabajó en The Nature Conservancy (TNC), una organización internacional dedicada a la conservación de la biodiversidad y el medio ambiente. En ese entonces lideró la creación del Fondo de Cuotas de Usuarios de Agua de Quito (Fonac), que en la actualidad es utilizado como un modelo para la región. 

Este ecuatoriano de 59 años está entre los 100 latinos más comprometidos con la acción climática, según la organización ambiental Sachamama. 

Padre de dos hijos, Washington ha sido su casa por dos ocasiones. Entre estos periodos regresó a Ecuador por siete años porque quería evitar que sus hijos adolescentes perdieran sus raíces y relaciones con la familia. En 2018 hizo nuevamente maletas para instalarse en la capital estadounidense, donde funciona su centro de trabajo, pero en verdad pasa más en el aire que en tierra. En su agenda tiene que visitar 17 países que están bajo su responsabilidad. Un día amanece en Bután, en el sur de Asia; dos días después está en Nepal, y luego debe volar a uno, dos o tres países en Latinoamérica. Y, si está en Washington, en ocasiones debe iniciar su jornada laboral a las tres de la mañana por los cambios de horario. Por eso dice que su día a día es de locos. 

Tras ponernos al día, entramos en materia. Una conversación de dos horas, y tres horas de una entretenida sesión de fotos con este apóstol de la conservación.

Roberto Troya
Fotos : Pavel Calahorrano

Toda una vida, enfocada en salvar la vida silvestre y el planeta. Si ve hacia atrás, ¿cuál sería su diagnóstico?

Mi diagnóstico es que todavía hay esperanza, una luz al final del túnel, todavía hay acciones humanas que dicen que sí se puede, sí se quiere. Pero, si los políticos y los gobiernos no hacen lo que tienen que hacer, si el sector privado, las comunidades, los alcaldes no asumen un rol más certero y decisivo, será muy difícil lograrlo. Pensamos que hay múltiples acciones y puntos de entrada. Uno es la decisión política, acciones público-privadas y cómo estas se traducen en efectos concretos. El rol del sector privado es muy importante, debe tomar conciencia de que, si no son parte de la solución, seguirán siendo parte del problema y que su responsabilidad es muy grande. Se gastan al menos U$ 1,8 billones al año en subsidios perjudiciales para el medio ambiente.

Una curiosidad: ¿por qué un panda en el logo?

En un principio la preocupación inicial de los fundadores era la vida silvestre. En esa época una especie icónica que estaba a punto de desaparecer era el panda. El logo nació de un dibujo en una servilleta. Se inspiraron en Chi-Chi, un panda gigante que vivía en el zoológico de Londres. Buscaban un símbolo fuerte y reconocible que superara todas las barreras idiomáticas.

¿Qué es WWF?

World Wildlife Fund es una de las mayores organizaciones internacionales de conservación en el mundo, estamos presentes con oficinas en 100 países y tenemos unos 8.000 profesionales. Es difícil cuantificar los proyectos que tenemos y los montos de inversiones. Según datos de WWF, en estos años han invertido más de US$ 10.000 millones en unos 13.000 proyectos. Además, se han ganado la confianza de 5 millones de socios.

¿Exactamente cuál es su rol en WWF?

Soy un director de orquesta. WWF tiene presencia en casi 100 países. Yo me encargo de una de las dos casas matrices. La que encierra toda América Latina y el Caribe, y además soy director de Unidad de Países en Bután, Nepal y Namibia. Unos 17 países están bajo mi ojo. Entonces soy una especie de paraguas, bajo el cual están las políticas globales de WWF para la conservación. El trabajo de un gran equipo humano, porque solo no puedo. Me enfoco en planificación estratégica, gestión y en recaudación de fondos. Mi misión diaria es delinear las áreas en las que trabajará el equipo en cada país, ver que se cumplan las metas y, si no lo logramos, revisar qué pasó y en qué debemos cambiar para conseguirlo.

¿Puede hablarnos de su área?

Bajo mi responsabilidad están US$ 55 millones anuales. La mayoría de los recursos son donaciones de personas, fundaciones, organizaciones de gobierno. En ocasiones el dinero no pasa por nuestras cuentas. Nuestro objetivo es que los recursos lleguen a la conservación. El espectro de financiamiento del sector privado no llega ni al 5 %. Tampoco en la región hay una cultura filantrópica de donaciones individuales. En América Latina fácilmente manejamos unos 200 proyectos, que van desde la protección de especies en peligro de extinción hasta la promoción de prácticas sostenibles en agricultura, pesca y consumo.

¿Cuáles son sus KPI (medidores de avance)?

Muy buena pregunta. Para conseguir las mediciones de impacto tenemos un trabajo científico formidable con un monitoreo constante. Por ejemplo, te comento que en el último informe de Planeta Vivo logramos establecer un descenso del 69 % en la población de mamíferos, reptiles, peces y anfibios en el mundo. Se monitorearon casi 32.000 poblaciones, de 5.230 especies. Lamentablemente en América Latina se registra el declive más alto, con una disminución del 94 % de las especies monitoreadas.

¿Y en cuanto a los bosques?

La situación en la Amazonía es preocupante para WWF. El 26 % de este bosque presenta un estado de perturbación avanzado, esto quiere decir un continuo nivel de destrucción. También hemos señalado como prioritarios el Himalaya, el bosque atlántico, que está entre Brasil, Argentina y Paraguay, el bosque seco de Madagascar y muchos más. Para darte un ejemplo, se almacenan entre 150 y 200 millones de toneladas de carbono, lo que repercute directamente en la estabilidad climática del planeta. La lista es interminable. Tenemos que ser conscientes de que se ha perdido nuestro propio sustento. Lo más grave es la afectación a comunidades y pueblos indígenas. Solo en la Amazonía hay 500 grupos de pueblos originarios, incluidos 66 que están en aislamiento voluntario.

¿Un panorama dramático?

El poder conservar la naturaleza es una responsabilidad planetaria y así deben entenderlo los países. A esto hay que sumarle la otra crisis mundial que es la del cambio climático. En todo el mundo, el posible colapso de los servicios ecosistémicos amenaza con una disminución anual de US$ 2.7 billones en el producto interno bruto (PIB) a 2030. Proteger la naturaleza es un imperativo tanto económico como moral. La realidad es más que dramática.

¿Es el momento de construir un arca de Noé?

Siempre veo con curiosidad, con un signo de interrogación, los esfuerzos de los billonarios por conquistar el espacio, una especie de carrera a la nada. Nuestra arca de Noé está en este planeta. Esas inversiones maravillosas, gigantescas, háganlas acá. Con el accidente reciente del submarino, salió a la luz que la frontera que no ha descubierto aún el ser humano siguen siendo los océanos.

¿Cuentan con estudios de especies en extinción a cortísimo plazo?

Son miles. En Ecuador, por ejemplo, el jambato (una especie de rana nativa), el puma, el tapir andino, la danta. Otros han resurgido, como el oso andino o el venado de cola blanca. Por el cambio climático, los tiburones, pingüinos, osos polares, corales podrían desaparecer, pero hay muchos más.

¿Y han logrado evitar que alguna especie se extinga?

Nos propusimos salvar al tigre en el sudeste asiático. Hemos trabajado con los gobiernos. En Nepal te cuento que casi estamos por triplicar el número existente de tigres. En 2010 se cuantificaron 121 y ahora oficialmente, según el último censo, hay 355 tigres. También logramos parar la matanza de rinocerontes para sacarles los cuernos. Ha sido un trabajo conjunto entre Gobierno, sociedad civil y comunidades locales. En América Latina, el jaguar es el gran embajador, un animal mítico. Creemos que hay alrededor de 163.000 en toda la región. Hace siete años empezamos este trabajo y los números todavía no son tan prometedores.

¿Cómo tomar un rol más decisivo?

Pensamos que hay múltiples acciones y puntos de entrada, uno es la decisión política público-privada, y cómo eso se traduce en efectos concretos. El rol del sector privado es muy importante, debe tomar conciencia de que, si no es parte de la solución, seguirá siendo parte del problema. Es importante utilizar recursos de manera eficiente como el agua, disponer desechos. Ahora el consumidor está más informado e inteligenciado de qué es lo que quiere comprar, ya no es suficiente la etiqueta verde. La gente va más allá y eso es un paso alentador.

¿Cómo ha sido la respuesta del sector privado?

Variable, cuidamos mucho que nuestras alianzas, que son importantes, pasen por un cambio en actitudes, procesos y productos que esas empresas generan. Nuestra intención es que los cambios no sean solo cosméticos.

¿Hasta qué punto han sido tomadas en cuenta sus recomendaciones?

Hay de todo, hay multinacionales se han comprometido con procesos muy profundos, en buena dirección, pero también hay otras que han representado un dolor de cabeza. Estamos en un constante aprendizaje, estamos claros de que hay mucho ensayo y error.

¿Cómo manejan la oposición a su trabajo?

Siempre hay que trabajar con eso. Los gobiernos son nuestros aliados fundamentales, trabajamos por esencia con ellos. Hay unos que empujan más que otros. Tuvimos una difícil relación con el gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil en los temas amazónicos, y todavía sigue siendo complicado. Nosotros somos una organización que trabaja con todos los gobiernos, independientemente de su ideología.

¿Tienen calculado cuánto se ha logrado reducir el impacto de plástico?

Tenemos números del impacto global, se botan a los océanos más o menos unas 8 millones de toneladas de plástico, pero no contamos con datos de cuánto hemos logrado reducirlo, es muy difícil. He estado en el triángulo de coral en Asia y ya hay contaminación, nadamos rodeados de bolsas de plástico, deprimente. La presencia masiva de plástico ha obligado a Naciones Unidas a buscar un nuevo tratado. Las primeras discusiones ya pasaron. Es urgente un acuerdo entre los países para comprometerse en un manejo más cuidadoso y sostenible. Tenemos calculado que una persona se llega a comer lo que es equivalente a una tarjeta de crédito en menos de un mes. Ya se ha encontrado microplástico en la sangre de los seres humanos. Hay un principio que se llama de la cuna a la tumba, y es la responsabilidad de las empresas que, si generan un impacto con su producto, también se hagan responsables de mitigarlo. Es un principio global, pero no se aplica.

¿Hay hasta islas de plástico?

Ese es uno de los misterios más grandes. Hay dos o tres. El tema del plástico lo llamamos de huella. En Ecuador hay un caso interesante que podría ser tomado en cuenta para mitigar su impacto. A principios de 2000 en Galápagos montamos los primeros procesos de reciclaje.

¿Qué opinión tiene WWF sobre el triángulo de litio en Argentina, Bolivia y Chile?

Primero hay que tener claro que la minería no es sostenible ni sustentable; no hay minería que no tenga impacto. Nuestro propósito no es detener el desarrollo, nuestro propósito es que se lo consiga de una manera racional y equilibrada. El caso del oro es dramático, la explotación ilegal en la Amazonía está acabando con ríos, con comunidades y en imágenes áreas parece que la zona ha sido bombardeada, como en una guerra. La contaminación de oro viene de la mano con contaminación por mercurio. Estamos ahora concentrados es buscar que un convenio global como el de Minamata, para que el uso responsable del mercurio sea regulado por los gobiernos.

¿Qué respuesta han obtenido?

Muy difícil, se conecta con otros aspectos de ilegalidad en la región. La corrupción es un punto que marca también la conservación de la naturaleza. Hay autoridades locales en ciertas municipalidades que se hacen de la vista gorda. Nosotros no somos policía, nuestro trabajo es con el Estado y la sociedad civil, con el sector productivo-privado. Nosotros velamos porque se apliquen leyes, normas y acuerdos internacionales. En el caso del oro estamos coordinando con los gobiernos de nueve países para detener la explotación por lo menos en áreas protegidas.

¿Por qué debe importarnos tanto cuidar la naturaleza?

A veces ignoramos o nos olvidamos de que lo que respiramos, comemos y bebemos es naturaleza. Por el cambio climático, en este año las temperaturas del planeta han llegado a límites escalofriantes. Hay el primer récord mundial de 53 grados centígrados en un desierto en Texas, al sur de EE.UU.

¿Qué nos espera?

Ahorita la naturaleza nos está hablando mucho más allá de lo que las organizaciones nos están hablando. En el tema del agua es dramático. El dinero no mueve el mundo, es momento de cambiar el chip, pensar que lo que nos rodea es nuestra riqueza, la naturaleza te permite vivir.

¿Pero hay tratados internacionales por decenas?

Son 198 países los que firman la convención de cambio climático, pero que no firmen China o EE. UU. es gravísimo porque son los principales generadores de CO2. Creo que el tema es cuesta arriba. Y para países pequeños es de vida o muerte.

Hay países e islas del Pacífico y el Caribe que pueden desaparecer. En EE. UU. la preocupación está en la Florida. Las aseguradoras ya no quieren asegurar las casas. Por el cambio climático, según los pronósticos, la Florida va prácticamente a desaparecer.

¿Estamos consumiendo mucho más de lo que tenemos?

Totalmente. Hay una época marcada en agosto que se llama The Planet Over Shut, que establece que los seres humanos le pedimos más recursos prestados al planeta de lo que nosotros debemos y podríamos usar.

¿Se puede cuantificar?

Claro que sí. El más fácil de ver y sentir es el agua. El agua dulce es la más escasa, no alcanzará ni el 1 % de todo el planeta. La mayor reserva está en los cascos polares, que se está derritiendo, en los glaciares tropicales, y en lo que logra recoger la naturaleza en páramos y bosques.

¿Esto quiere decir que pronto no vamos a tener agua dulce?

Sí. Es un problema actual. Nos estamos quedando sin agua dulce, ya hay partes del planeta en donde ya no hay. En África hay sectores donde se evidencia más fuerte esta situación.

¿Hay expertos que piensan que se trata de ciclos naturales?

Hubo un panel que ganó incluso un premio Nobel de química. Trajo a múltiples científicos y estableció que el calentamiento y enfriamiento del planeta son un ciclo natural; sin embargo, ese panel también determinó que a partir de la revolución industrial ese proceso se ha acelerado. Existen modelos de las zonas que se podrían inundar en el planeta en los próximos 100 años. Aquellos que están diciendo que es un proceso natural cualquier rato van a tener sus casas bajo el agua.

¿La tecnología es un aliado o enemigo?

Las dos cosas. Antes encontrar los procesos de deforestación amazónicos era una odisea, complicadísimos, ahora un celular despierta la alarma. Lo negativo es cuando precisamente esos productos son mal desechados y causan un impacto negativo en la naturaleza.

En el mantenimiento de la conservación, ¿qué papel juega la inteligencia artificial (IA)?

La IA puede eliminar muchas cosas que antes hacíamos los seres humanos. Pienso que te puede dar respuestas mucho más rápido, buscar la eficiencia que te da la IA para concentrarnos en temas más humanos, concentrarnos con el individuo. Todos los avances tecnológicos han sido beneficiosos y riesgosos.

¿Qué connotación tiene la guerra entre Rusia y Ucrania?

Tiene connotaciones muy serias. En este instante estamos hablando de un impacto en la seguridad alimentaria del planeta. El impacto que más nervioso me tiene es el ataque a las centrales atómicas que generan electricidad y energía, porque la huella será tenebrosa.

¿En 2050 habremos logrado la sostenibilidad?

No creo. Son necesarios cambios más profundos. Todavía necesitamos mucha agua debajo del puente para lograr ese balance. Los seres humanos tenemos problemas socioambientales muy serios; al pensar en soluciones ambientales, obligatoriamente debes pensar en soluciones sociales, especialmente para las comunidades locales. Si no tienes eso claro, te estás equivocando de medio a mitad. Las soluciones ambientales deben estar encaminadas hacia los seres humanos, no es la conservación de especies porque sí, es lo que significa y lo que está a su alrededor. Quiero dejar las bases, no es un esfuerzo individual sino colectivo. Mientras haya una situación de inequidad profunda, mientras las diferencias sociales y económicas subsistan, va a ser difícil lograr una política ambiental sostenible; mientras no haya un balance, no habrá un impacto positivo. No me refiero a la parte ideológica. No me importa si lo hacen los socialistas o capitalistas. Toda sociedad y sistema político debe buscar ese equilibrio.

¿Nos podemos volver un planeta de cemento?

Ya somos un planeta muy encementado, hablamos de ciudades de 20 millones de habitantes, como Nueva York, Pekín o Ciudad de México. ¿De dónde salen los recursos si no es de la naturaleza? Hay una realidad evidente, pero también tenemos que seguir trillando en la necesidad de que las propuestas y soluciones vengan desde el individuo, a las comunidades, a las sociedades, a los países y a los actores globales, y en eso nos enfocamos. Hoy los jóvenes salen con una conciencia mayor, no es suficiente, pero algo ayuda. Cuando no lo vemos ni lo sentimos, no nos importa.

Revisemos Ecuador. ¿Cuéntenos cuántos proyectos manejan?

Invertimos unos US$ 6 millones anuales. En Galápagos, colaboramos en la construcción de la primera estación Charles Darwin en los años sesenta. Con el sector pesquero ha sido difícil, la certificación de magi magi (dorado) es una de las primeras en la región; el sector pesquero ha estado reticente al tema ambiental. Nos enfocamos en tres líneas de acción: conseguir mercados responsables y medios de vida sostenible; conservación de especies y ecosistema; y concientizar a la población.

Este 20 de agosto se ha convocado a una consulta popular sobre el Yasuní.

Según mi opinión, nunca debió haber extracción petrolera en el Yasuní. Los parques nacionales deberían ser un área donde no entra explotación y punto. Pero en su momento falló la intención de dejar el petróleo bajo tierra. Hubo un gran movimiento global y no falló. El Gobierno de ese entonces decidió simplemente no continuar con la idea.

¿Por qué no se consiguió el dinero?

Hay una discrepancia de quienes manejaban el proyecto con lo que dijo el Gobierno. Lo que yo sí sé es que los actores estaban alineados en Copenhague, Dinamarca, para apoyar a Ecuador. Había un proceso de construcción de recursos. La idea era estupenda.

¿Hay una guerra entre conservadores y extraviistas?

Hay tensión y no se ha encontrado un punto intermedio. Pero si la respuesta para los ecuatorianos es seguir explotando y abriendo y abriendo, nos vamos a comer el país.

¿Estamos yendo a la consulta informados o a ciegas?

Siempre creo que es insuficiente la información. Desgraciadamente, todos los procesos electorales o de consulta tienen muchas desviaciones, mucha información alternativa que no corresponde la realidad. No me corresponde decir si las cifras que manejan por el gobierno y los ambientalistas son correctas. El problema es cuando tenemos problemas fiscales de caja, entonces los recursos naturales se destinan para tapar huecos y entramos en un espiral sin salida. Siempre me pregunto cómo optimizan los procesos. Si la única respuesta es la explotación de recursos, estamos fritos.

¿Con ese panorama puede dormir tranquilo?

Siempre duermo con un ojo abierto con respecto a mi trabajo, es difícil marcar una línea. Mi trabajo por la naturaleza no termina nunca.

¿Cuál es su peor pesadilla?

Que visiones futuristas de un planeta sin vida se cumplan. Verle al jaguar desaparecer como otras especies. Desgraciadamente hay puntos de no retorno, si siguen los procesos de deforestación, la Amazonía se volverá otra sabana.

¿Cuál es su consejo a la nueva generación?

Sean audaces, no tengan miedo de equivocarse, experimenten mucho, cuestionen el statu quo, cuestiónense, pónganse en los zapatos del otro, piensen que están por una razón y un papel que cumplir.

¿Qué hace con el plástico cuando come papas fritas?

No como papas fritas (risas), trato de ser un consumidor responsable. ¿Le saca de quicio ver un papel botado? Sí, me preocupa muchísimo, porque sé que detrás hay una persona a la que no le importa. No soy extremista, soy tolerante, me encanta conversar con gente que difiere totalmente de mi punto de vista, me gusta ser empático, ponerme en los zapatos del otro, trato de no cerrarme.

¿Qué le molesta a Roberto Troya?

Que me fumen en la cara.

¿Cómo se ve en 10 o 15 años?

Disfrutando la naturaleza, quisiera que sea en Ecuador. Pero me veo en un sitio natural, rodeado de árboles y animales, donde pueda reflexionar y decir que mi paso por el planeta ha sido positivo. Como cuando uno camina en la nieve y deja huella pero no ensucia. (I)

El artículo original fue publicado en la edición impresa No. 13 de agosto-septiembre de 2023. 

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