Gracias a la tecnología podemos acceder a historias que están fuera de nuestras fronteras. Hemos conocido a ecuatorianos que -como decimos en la redacción- la están rompiendo en el exterior. No es lo mismo que tenerles en vivo y en directo, pero conectarnos a través de un computador nos permite conocer una parte de sus vidas, que muchas veces nos deja sin palabras. Este perfil me llegó como recomendación de una entrevista pasada. Cruzamos unos cuantos whatsapps y acordamos una reunión por Teams. Josseline Rodríguez se conectó a la hora exacta y comenzamos con esta conversación.
Tiene 31 años, nació en Loja, está casada desde hace dos años con un irlandés, tiene un perro que se llama Coco y vive 19 años en Estados Unidos. Conoció a sus padres cuando tenía 12 años. ¡Cómo lo leen! 12 años. Su padre emigró de Ecuador cuando ella tenía un año y su madre lo hizo 12 meses más tarde. Sus abuelos se hicieron cargo de su crianza, llena del amor de sus tíos y sus primos. Este es el sacrificio que han hecho muchos ecuatorianos en busca de un mejor futuro. Y es una de las muchas historias que hemos contado sobre la migración, un fenómeno que no se detiene y que ha dejado pueblos fantasmas en nuestro territorio.
En aquella época no había tanta tecnología y si hubiera existido Facetime, Rodríguez “se hubiera sentido diferente”. Sus padres la llamaban por teléfono cada dos o tres semanas, solo los conocía por fotografías. Cuando ella tenía 12 años lograron reunir dinero suficiente para llevarla. Por un lado, dejar a sus seres queridos ha sido lo más difícil que ha hecho. Por otro lado, había anhelado tanto estar con sus padres que ese sueño opacó cualquier dificultad.
No sabía nada de inglés y no tenía amigos. Llegó a New Jersey, una ciudad en ese entonces peligrosa, y le bajaron un año en la escuela, ya que estaba adelantada en Ecuador. No fue difícil acoplarse porque estaba en una comunidad de migrantes, donde vivían muchos latinos. En cambio, la universidad sí representó un reto para esta lojana. Ganó una beca y pudo conocer cómo vivía la gente con dinero, comenzó a hacer amistades de todas partes y tuvo que estudiar el triple. Su colegio era público y no estaba al mismo nivel que sus compañeros. Pasaba en las librerías y se graduó en Economía en la Universidad Rutgers.
Su objetivo era concentrarse en Latinoamérica y quería perfeccionar su gramática en español por lo que estudió un semestre en Salamanca (España). “Me gustaban mucho las leyes y quería ser abogada, pero me di cuenta que con una carrera relacionada con economía podría crecer más rápido. Estaba muy joven y lo único que pensaba era en ayudar a mis padres y sabía que los negocios mueven millones al día”.
Antes de graduarse le ofrecieron varios puestos, hizo grandes conexiones y sobre todo conoció a personas que marcaron su trayectoria. En la entrevista mencionó que solo ha trabajado con dos ecuatorianos y uno de ellos fue su mentor, quien le enseñó lo que son los negocios en EE.UU. Trabajó dos años en la empresa Vanguard, como Financial Professional, en Pensilvania. Estar cerca de sus padres le motivó a regresar a Nueva York e ingresó al banco JP Morgan, donde estuvo seis años, en distintos cargos. “En el banco me acerqué mucho a mi comunidad y era fenomenal ayudar a latinos, al mismo tiempo que lo hacía con mi familia”.
En una de esas posiciones tenía que viajar con frecuencia a América del Sur, se involucró con emprendedores o small businesses y fue forjando un camino dentro del venture capital. JP Morgan utilizaba mucho la tecnología de Addepar, la que se convertiría en su nueva casa. “Era una compañía pequeña en ese entonces. Yo quería hacer algo con finanzas para crear una plataforma de compliance o ser un placement agent. Es decir, estás en la mitad como un intermediario que levanta capital para invertir. Después de nueve entrevistas me dieron el trabajo y ahí me acerqué mucho más a los fondos”.
De acuerdo con Rodríguez, en Estados Unidos menos del 2 % de fondos van destinados a emprendedores latinos y menos del 1 % va para mujeres de este origen. Una situación que demuestra las inconsistencias del sistema, ya que los latinos son una de las comunidades más grandes en este país. Si fuera una economía, sola e independiente, sería la quinta más grande del mundo.
Su voluntad para ayudar era incansable y fue líder de HOLA, un grupo de latinos de Addepar. Asimismo, fue directora de eventos de ALPFA, una asociación de profesionales latinos en América. Y hoy es presidenta de VC Unleashed, una organización sin fines de lucro que está involucrada en el venture capital y en el ecosistema de las startups.
Rodríguez nunca tiene un fin de semana libre y aunque no lo crean su pasatiempo favorito es trabajar y ayudar a su comunidad. Le pregunté qué hacía para desestresarse y me dijo que trabajaba. Está tan involucrada que -hasta los fines de semana o cuando tiene tiempo libre- se dedica a asesorar y apoyar a emprendedores. El venture capital es su principal herramienta. “En vez de levantar recursos para fondos que solo ayudan a americanos, pensé que podía trabajar para empresas que den dinero a latinos, que viven en EE.UU. Ese es el propósito que tengo con mi vida y con mi carrera”.
Dejó su trabajo en Addepar y ha realizado tres diferentes fellowships que le acercan más a su meta. “Todos estos gerentes o presidentes de fondos han ido a las mejores tres universidades de Estados Unidos: The Wharton School, Harvard y Stanford. Leía sus biografías y todos tenían la misma trayectoria. Entonces, decidí aplicar a las 10 mejores universidades de este país. Estudié un año para pasar el GMAT y fui aceptada, con becas, en nueve”. La maestría más barata asciende los US$ 170.000 y la más cara puede llegar sobre los US$ 300.000. Rodríguez entró a una de las mejores, donde han estudiado Donald Trump, Elon Musk o los CEO de empresas como Pfizer, Oracle, PepsiCo o Johnson & Johnson. The Wharton School se enfoca en venture capital y es la mejor universidad de negocios del mundo, el último paso para conseguir su sueño: abrir su propio fondo de inversiones.
Obtuvo varias becas para cubrir el total de la colegiatura, se mudó a Filadelfia y ya comenzó clases. Durante dos años estudiará a tiempo completo y realizará algunas pasantías en fondos, que se dedican a dar capital a latinos. “Quiero abrir mi propio fondo, cuento con las licencias necesarias y esa es la intención que tengo al ingresar a esta universidad. Quiero llevar esas conexiones, de más de 300 emprendedores, y escribirles los cheques que necesitan”.
Esta ecuatoriana, amante de la bicicleta y el tiempo en familia, espera tener su propia empresa tres o cuatro años después de graduarse de su MBA. No descarta volver a Ecuador ya que solo existe un fondo de capital en este territorio. Un mercado en crecimiento y con muchas oportunidades. (I)