Lo que para algunos puede resultar difícil dejar un trabajo cómodo, bien pagado y estable por otro o por emprender, para él ha sido su estilo de vida. Disfruta y da todo cuando está. Pero también es claro que cuando ya no hay esa chispa, es simplemente hora de buscar otro rumbo. Así es José Ismael Toasa Caiza, un quiteño, que empezó a estudiar Economía en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) y que, en su tercer año de estudios, se enamoró de quien hoy es su esposa, cuando ella había llegado de intercambio y se había sentado en su misma aula de clases, y a quien no dudó en entregarle su vida. En ese momento, eso lo hacía muy feliz. Se casaron en 2000, y luego ella regresó a su país para cerrar el college. Acto seguido, aplicó a un programa del gobierno japonés para enseñar inglés en las escuelas públicas. Le aceptaron y se fue un año. Y a su lado, Toasa.
Como yo estaba re-enamorado, no quería estar lejos de ella, nos fuimos. Mientras tanto hicimos toda la documentación necesaria del trámite migratorio y cuando terminó su contrato en Japón, yo ya no regresé al Ecuador, sino que me fui a EE.UU. Siempre he estado en el área de Washington D.C. Al principio fue interesante, pero complicado, porque yo no hablaba nada de inglés. Tuve la suerte de encontrarme con gente que me apoyó mucho y me incentivaba a estudiar el idioma, porque me decían que las oportunidades acá serían muy limitadas si no lo aprendía de una manera integral, es decir, hablar, leer y escribir. Los primeros ocho meses estudié mucho. Y cuando me sentía un tanto cómodo empecé los trámites para revalidar las materias que había aprobado en Ecuador y terminar mis estudios universitarios. Obtuve una beca y terminé mi pregrado en Economía y un minor en Matemáticas.
Sin embargo, curioso e inquieto como es, rápidamente se dio cuenta que en el ultra competitivo mercado laboral de Washington D.C. no sería suficiente con tener un título de pregrado. Así que obtuvo su Maestría en Economía en la misma American University. A la par, logró la nacionalidad estadounidense en 2004. Interesado siempre en trabajar para el Gobierno Federal, tenía todo listo para arrancar profesionalmente y aplicó a una pasantía pagada en el Departamento de Investigación Económica del Ministerio de Agricultura de EE.UU.
Pasé dos años en ese Departamento. Pero siempre quise trabajar en algo que estuviera vinculado con América Latina. Así que presenté un proyecto para estudiar el mercado del etanol en Colombia, fue evaluado y aceptado para financiamiento. Por eso, viajé a Colombia, como representante del Gobierno Federal, me gustó muchísimo, me quedé enamorado de viajar a nombre del Gobierno. Luego me involucré en otros proyectos por Brasil, Perú.
Estuvo encantado hasta que el trabajo empezó a tornarse un poco monótono. Encontró que una agencia del Gobierno Federal, que se llama Fundación Interamericana, buscaba un economista de país. Se fijaron en él y le ofrecieron ser el responsable del portafolio de inversiones en Guatemala. A sus 30 años, estaba feliz de aceptarlo, sin pensar. Después de tres años, le asignaron además el portafolio de Belice y Panamá.
En total pasó una década, como dice, enamorado de sus trabajos. En 2010 nació su hijo. Y los viajes de varios días que realizaba empezaron a hacerle cuestionar, de nuevo, si era el mejor lugar donde podía estar, ya que sentía muy culpable de estar lejos de él. Así que en unas vacaciones de la familia por Finlandia, Toasa le planteó a su esposa que él podría encargarse de la parte de operaciones y finanzas de su bufete de abogados, que venía creciendo a buenos pasos: Wilkes Legal. Christina Wilkes llevaba su propio bufete desde 2017 y cada vez se encontraba más desbordada. Esas vacaciones definieron un nuevo horizonte para la familia.
Desde 2019, la familia se mantiene más cerca. Toasa está re-feliz, tiene tiempo para dedicarse al día a su hijo, para caminar y escuchar podcasts. Y también para encargarse de Wilkes Investements, una compañía de inversión social de impacto en Guatemala, que extiende préstamos financieros para la exportación de productos como café, brócoli, miel, zanahoria desde el país centroamericano hacia EE.UU., Asia y Europa. Identifiqué que los pequeños agricultores tienen mucha dificultad para acceder a capital para exportar. Y solo podían hacerlo a través de intermediarios a tasas ridículas. Así que les ofrecemos capital a un interés más bajo. Al comienzo fue difícil llamar la atención de los inversores, cuando presentas las ideas hay muchas preguntas. Empezamos con un inversionista el primer año. Salió bien. La gente empezó a tener más confianza. Tenemos casi tres años, vamos muy bien. Tenemos seis inversionistas, este año el primer ecuatoriano. Es un fondo de un poco más de US$ 1 millón. (I)