Siempre hay un hecho que te cambia la vida. Para Bianca Dager Jervis, el momento de quiebre llegó con apenas 18 años, cuando era todavía una colegiala y no sabía qué quería estudiar. Un programa comunitario sobre elaboración de compost le hizo clic para ubicarla en el camino correcto de su historia. Desde entonces descubrió que la sostenibilidad sería su filosofía de vida. Un egresado de la Universidad Earth, de Costa Rica, la entusiasmó para que estudiara en esa misma academia, cuando trabajaron un proyecto para que los recicladores de base tuvieran un lugar donde generar alimentos de forma sostenible.
Era 1999 y le tocó entender cómo el estiércol de cerdo, junto con lombrices, se podía convertir en abono; lo que para el resto era basura o desecho sin valor, en conjunto con otra especie, se volvía una materia para nutrir el suelo agrícola. "Ese proyecto fue iluminador y a mí me cambió la vida, siempre lo digo". Fue una sorpresa para su familia que quisiera estudiar una ingeniería en Agricultura, con énfasis en Recursos Naturales, en la Universidad Earth, pues creían que su carrera iba por otro lado.
Como deportista, había sido seleccionada del equipo de vóley de la provincia de Guayas y de Ecuador, y su vida siempre ha estado "al límite", como dice muchos años después. Ahora, con 42 años de edad, muestra sus dedos fisurados y su muñeca, donde tuvo que infiltrarse para seguir jugando el deporte que le apasionaba. Jugó desde que tenía 10 años hasta los 18, cuando se fue a estudiar con una beca a Costa Rica.
"Siempre me gustó vivir al límite y esto lo sigo haciendo ahora, en el sentido de que siempre he estado ocupada. Fui muy buena alumna, pero era muy buena deportista, me entrenaba en el colegio, en la federación y en un universitario que me metí". En la vida profesional es lo mismo. Es una agenda bastante intensa, y "no creo que pueda dedicarme a hacer una sola cosa".
La palabra sostenibilidad se volvió su día a día. En esa época, como concepto en la universidad 24/7, todo tenía que girar alrededor de la sostenibilidad, que cree que es una filosofía de vida en donde estás continuamente cuestionando ¿cómo puedo hacer más con menos recursos? Y empezó a predicar que los recursos naturales no se pueden ver como "una fábrica inagotable", ni se puede vivir en una inercia sin cuestionarse de dónde vienen las cosas que compramos, ¿cuál es el impacto?, ¿quién las produce?, ¿cómo llegan? Dice que tenía superclaro que no iba a ser una agrónoma 100 % dedicada al campo, con sus manos metidas en la tierra, sino que siempre supo que lo suyo iba a estar mucho más hacia "abrir la mente".
Por eso, cuando regresó con el título, dijo: "Soy una agrónoma no practicante" y comenzó a trabajar con un proyecto de desarrollo comunitario en Baños (Tungurahua). Decidió irse por el camino de la gestión, más hacia conectar y catalizar, porque tiene claro que ese es su propósito: conectar puntos, personas, potenciar alianzas. Cree que son los tiempos de la colaboración más que la competencia. "Es chistoso, la gente no cree, pero yo soy tímida, me dicen mentirosa, pero me cuesta, por eso para mí no hay mayor alegría cuando, a partir de algo que hacemos, la gente abre los ojos y dice sí se puede, y luego me fascina conectar". Relata que así ocurrió con Jessica Velasco, una diseñadora guatemalteca radicada en Ecuador que produce piezas únicas donde rescata el patrimonio cultural de Latinoamérica. Para la sesión de fotos con Forbes Ecuador lució una chaqueta de su creación.
Considera que el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) más importante es el 17, el de las alianzas de largo plazo, sólidas, transparentes, donde puede haber confianza. "Es el más importante, sin duda, porque los desafíos que tenemos no son pequeños y nadie lo va a poder solucionar, no hay un político que lo pueda solucionar, no hay un presidente que lo pueda solucionar, no hay una empresa que lo pueda solucionar, y siento que a veces eso es lo que falta en el país: la confianza".
Con más de 20 años de trayectoria, 'Bi', como le dicen sus amigos, se ha movido entre la empresa privada, cargos públicos, organizaciones sociales, y es considerada una pensadora y una mujer influyente en sostenibilidad y cambio climático en la región. Es embajadora de los ODS en Ecuador, mentora de Women4Climate y delegada del presidente de la República en el directorio del Instituto Nacional de Biodiversidad (cargo ad honorem).
También tiene un MBA de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES), diplomado en Economía Ecológica y dos diplomas de Ecosistemas de Emprendimiento e Innovación y Plataformas Digitales Globales del MIT, y un diplomado de la Universidad de las Américas y el CESA en Gobierno Corporativo.
Es cofundadora de Premios Verdes, un movimiento que conecta, inspira e impulsa proyectos de transformación a favor del planeta en América Latina desde hace 11 años. Ella se sumó, en 2005, a la empresa Sambito, que había sido creada dos años antes por Gustavo Manrique y José Javier Guarderas, también graduados de la Earth; aunque "son mayores" se conocían de la universidad. Los tres fundaron Premios Verdes en 2013, y en este tiempo han participado 21.000 proyectos, actualmente solo es miembro del directorio.
"Sambito era un laboratorio de aprendizaje continuo, la creatividad y la innovación constantes eran espectaculares. A todos nos fueron saliendo canas juntos, fuimos aprendiendo juntos, y la filosofía es muy linda porque es desde el ser humano".
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