Superación, negocios, tecnología, empoderamiento… no importa desde el enfoque en que abordemos la historia de Maritza Díaz Luna, ella —sin duda— llegaría al podio en todos. Su día a día está lleno de actividades que aceleran la innovación y (literalmente) transforman la vida de muchas personas. No solo ayuda a que Estados Unidos regrese a ver a América Latina, sino que genera empleos para muchos hispanos. Tiene una incontable lista de reconocimientos que avalan su exitosa carrera en el mundo tecnológico. Desde formar parte de las 500 personas más influyentes de San Diego (EE.UU.) en 2021 hasta ser nombrada CEO of the Year Rising Star 2021 (estrella en ascenso) por el diario de negocios de San Diego (San Diego Business Journal). Es miembro de Forbes Technology Council y de la Junta Directiva del Banco de la Reserva Federal (Federal Reserve Bank) de San Francisco, donde representa a San Diego.
Esta ecuatoriana llegó a EE.UU. a los 22 años en busca de una carrera y un sueño de superación. Estudió Ingeniería en Sistemas en la Universidad de las Fuerzas Armadas (ESPE), un título que fue la base de su desarrollo profesional en el extranjero. “En nuestra sociedad no hay muchos 'modelos a seguir' que nos inspiren a ser como ellos. Mi papá siempre nos dijo —a mis hermanos y a mí— que no importa qué estudiemos, pero debemos ir a la universidad. Cuando llegó el día de las inscripciones, estaba parada al frente de la ventanilla sin saber qué elegir. El tema de computación nunca fue mi primera opción porque ni siquiera tenía una computadora en la casa. ¡Llegué por accidente! Me gustaban mucho las matemáticas y era buena para eso”. Sus padres, a pesar de que no asistieron a la universidad, fueron su principal motivación. Ellos tenían muy presente que lo único valioso que le podían dejar era el estudio. Hoy todos sus hermanos son ingenieros en distintas ramas.
La mayoría de vivencias sobre esta época son positivas y considera que la situación en general no ha cambiado. “No existe diversidad sobre el tema de género. Recuerdo que había cinco mujeres en toda la carrera y en la graduación yo fui la única. Sin embargo, mis compañeros fueron muy amables y nunca me hicieron sentir diferente”. Fueron años de muchos aprendizajes y retos, uno de ellos: no tener una computadora propia. Aun así, siempre fue la mejor.
En su último año, fue reclutada por la empresa Pricewaterhouse Coopers para realizar un año como trainee. “Tenía muchos proyectos con otros países y conocí a una persona en EE.UU. que me invitó a trabajar en su empresa. Nunca se me pasó por la mente salir del país, pero me dio mucha curiosidad y acepté la propuesta”. En un inicio, era solo por 12 meses, pero ya han pasado más de 24 años desde que salió del país. “Me encantó todo el acceso que tenía a la tecnología. Mis bases me sirvieron mucho. Era una de las mejores en la oficina, resolvía los problemas más rápido que el resto y mi carrera se aceleró considerablemente. Fue difícil dejar algo muy bueno por regresar a algo incierto”.
El tema familiar fue desafiante. Dejó a sus papás y a sus hermanos para vivir en Chicago, una ciudad conocida por sus duros inviernos. “No sabía lo que era estar sola y mucho menos vivir con tormentas de nieve”. Estas situaciones fueron manejables al encontrar el equilibrio con la parte laboral. De acuerdo con su relato, se llevó agradables sorpresas gracias a la diversidad cultural que existe en aquel país. Trabajó con personas de otros continentes, quienes compartían el mismo estatus de migrante y le recibieron como una más de ellos. “A los tres años que estuve en esta empresa, uno de los clientes me ofreció un empleo en Thermo Fisher Scientific, una compañía que combina la ciencia y la tecnología en beneficio de las personas”.
Tras pasar 19 años con ellos, alcanzó el puesto de directora senior y fue responsable del crecimiento de sus capacidades digitales en América del Norte, India y México. En la actualidad, esta organización es considerada una de las mejores en software de la industria. “Mi trabajo consistía en gestionar su transformación digital y debía contratar a 1.000 ingenieros de software, que tuve que buscar en India, Europa, Estados Unidos y México. Una experiencia que me motivó a dar el siguiente paso en mi carrera profesional”.
Durante estos años, se ha posicionado como líder de opinión en el campo de la colaboración transfronteriza en la industria del software, entre San Diego y Baja California. Esto tras fundar su propia empresa en 2019 y tener un crecimiento exponencial, en tan solo cuatro años de funcionamiento. ITJuana (ITJ) facturó el año pasado US$ 22 millones.
“Cuando le comenté a mi familia que planeaba dejar Thermo Fisher me dijeron que estaba loca, pero igual lo hice. Conseguí un socio y fundé ITJ. Empezamos a finales de 2019, muy pequeños y tenía un solo cliente. A inicios de 2020 llegó el Covid-19 y, honestamente, no sabía qué iba a pasar. Pensaba: 'Mi esposo tenía razón y debí quedarme en la empresa'. Sin embargo, sucedió todo lo opuesto. Con la pandemia, la digitalización se aceleró y todos los negocios se dieron cuenta de que, si no estaban listos para interactuar con sus clientes de forma remota y digital, desaparecerían. Esto incrementó mucho la necesidad de software”.
Para entender su rápido crecimiento, Díaz asegura que están resolviendo un problema grande y tangible. En 2019, solo en Estados Unidos, la necesidad de ingenieros de software era importante, ya que había 250.000 vacantes que no se podían llenar. Principalmente, porque es complicado competir con Google, Amazon, Facebook… en temas salariales y porque no hay muchos ingenieros que se gradúen de las universidades en ese país. Esto hace muy difícil encontrar talento, y ese es el reto que está resolviendo ITJ.
Además, en tan solo un año (2020) las vacantes sin llenar crecieron cinco veces y llegaron a 1,2 millones; se estima que en los próximos dos años se incrementen a 4,5 millones. Es decir, la necesidad por talento no para y tampoco las expectativas de Díaz. “Este problema no es nuevo y ha estado muchos años presente en este país. La mayoría de compañías han ido a China, Vietnam, India… a buscar ese personal y ha funcionado relativamente bien porque allá hay mucho talento. Sin embargo, hay grandes desventajas como la zona horaria. Yo tenía 400 personas en la India y era difícil empezar mi día a las 22:00. Hacerlo todos los días, por años, te desgasta y llega un momento en que la calidad empieza a bajar. Todo lo que uno cree que está ahorrando, no es una realidad porque la calidad y las personas sufren por tener una conexión difícil”.
Todas estas razones hicieron que Díaz descubriera el valor incalculable que tiene México para Estados Unidos. En tan solo cuatro años, ha trabajado con múltiples empresas en California, de diferentes tamaños e industrias, ofreciendo servicios de consultoría y gestión para crear centros de excelencia de software en Tijuana (México). “Yo estoy en San Diego y me demoro 25 minutos en llegar a Tijuana. Puedo visitar a mis equipos a diario y regresar a casa para la cena. En la India, podía ir solo una o dos veces al año porque me demoraba dos días en ir y otros dos en regresar. Por esta razón, ITJ es binacional. Toda la parte comercial, ventas y finanzas está en Estados Unidos y la parte de ingeniería está en México”.
Sus clientes están, principalmente, en el área de ciencias de la vida: biotech, dispositivos médicos, farmacéuticas…, que tienen productos innovadores, son pioneros en el mercado y necesitan nuevas tecnologías. ¿Su talón de Aquiles? No pueden contratar personal especializado. “Ellos hacen una alianza con ITJ para que les construyamos su departamento tecnológico, bajo nuestro modelo de 'construir, operar y transferir'. Nosotros hacemos todo y si deciden, en un futuro, les transferimos las operaciones. En otras palabras, actúo como el representante de mis clientes en México. Nosotros creamos los productos que necesitan y ellos ven a estos equipos como suyos. Nuestro lema es: 'Mi equipo es tu equipo'. Si le preguntas a cualquier ingeniero para quién trabaja, seguramente te va a dar el nombre del cliente. Nuestras alianzas son muy fuertes y ya cuento con más de 800 ingenieros latinos bajo esta modalidad”.
En su primer año, tuvieron un crecimiento de 10x y, del segundo al tercer año, llegaron a un 300 %. Es decir, esta quiteña está transformando la percepción negativa que se tiene sobre América Latina en una ventaja competitiva. “La respuesta para el problema de talento siempre fue India o China, nunca se pensó en Latinoamérica como la primera opción. Mi trabajo es traer luz hacia la región y demostrar que podemos resolver los problemas del futuro. Creamos productos médicos que están salvando vidas y, si existe algún problema o defecto, una persona puede morir. ¡Tenemos una gran responsabilidad! Algunos de nuestros clientes están tratando de curar el cáncer o mejorar la vida de los diabéticos. Debemos dejar de ser el 'tercer mundo' y tomar estas oportunidades, que son bien remuneradas y profesionales. Debemos ser la primera opción, no porque estamos en la misma zona horaria, sino por la calidad de nuestros desarrollos”.
Esto es lo que quiere hacer Díaz: generar miles y miles de trabajos para los latinos. Ya han empezado a ir más allá de México. Un 90 % de su personal reside en este país y el 10 % restante está en Argentina, Brasil, Ecuador, República Dominicana y Cuba. “No es una tarea fácil. Estos perfiles no están ahí esperando y hay mucho por hacer. En ITJ tenemos 250 estudiantes que viven una experiencia muy similar a la mía en Pricewaterhouse Coopers. Contratamos a estudiantes que están por graduarse y los entrenamos por un año. Se vinculan y trabajan como cualquier otro ingeniero: aprenden haciendo. Al final, se gradúan y (todos) están listos para un puesto a tiempo completo. También hacemos bootcamps gratuitos sobre las habilidades que requiere el mercado. El objetivo es eliminar barreras y que los participantes tengan la oportunidad de entrevistarse con nuestros clientes. Así, poco a poco, nos vamos expandiendo al resto de América Latina”.
Esta emprendedora de 48 años es enfática en la importancia de invertir en la gente y en su formación. Bajo la premisa de que hay que contratar a la persona y no a sus habilidades, busca perfiles que tengan facilidad de aprender y lo hagan de una manera autodidacta, sepan trabajar en equipo y, sobre todo, tengan sentido de pertenencia. “Puede parecer un cliché, pero cuando haces lo que amas no trabajas y te puedo asegurar que yo no trabajo. Me encanta lo que hago y sé lo que mis equipos necesitan para hacer un buen trabajo porque yo estuve ahí. Ahora estamos impactando vidas con un trabajo de excelente calidad”.
Su éxito lo atribuye, también, a la gente que está a su lado, motivada por ese mismo deseo de cambiar las cosas. En su empresa no paran, no dejan de apostar por las mejores prácticas en ingeniería y sus oficinas no tienen nada que pedir a gigantes como Google. ¡Todo es high quality! Como mamá, Díaz quiere que sus dos hijas tengan ese 'role model' que ella no tuvo y, como hispana, busca que todo el mundo nos vea como iguales. “Mi mente siempre piensa que debo hacer las cosas mejor. Si me preguntan qué sigue en ITJ, quiero que mi empresa sea 10 veces mejor en los siguientes tres años. El potencial está ahí y la demanda de talento se sigue multiplicando a nivel mundial. Además, cuando llegas a este punto en tu carrera, el dinero es lo menos importante. Estoy enfocada en mi legado, en cómo quiero que la gente me recuerde, sobre todo mis niñas”. (I)
*El artículo original fue publicado en la edición impresa No. 12 de junio de 2023.