Lourdes Serrano tiene una habilidad especial para identificar a las voluntarias que integran su ejército en la cruzada que lidera con Mujeres en Tec. Son más de 200 voluntarias que van sumando esfuerzos y talento para desarrollar programas para acercar la tecnología a niñas y a mujeres, especialmente en comunidades vulnerables.
Mujeres en Tec se enfoca en cerrar la brecha en educación digital y de género en Ecuador. Para eso, identifica a las voluntarias que luego se convierten en profesoras de los programas de la Fundación Mujeres en Tecnología, que fundó y dirige Serrano, y que a su vez conecta alianzas con organizaciones, entidades y empresas privadas que se convierten en donantes de esta iniciativa social.
"Me especialicé en desarrollar programas educativos y es lo que me gusta, pero también siempre he dicho que mi súper poder es identificar personas adecuadas para los programas, porque puede ser que todas hayamos sido profesoras como yo, pero no todas son buenas para todas las materias, ni para todas las edades, ni todos los sectores en los que trabajamos. Entonces, sí, tengo cada grupo que conecta con esos grupos, y ha pasado dentro del voluntariado que hay quienes me dicen: 'tu viste algo que yo no había visto', y he encontrado profesoras en potencia".
Es como una cadena de voluntades para crear programas de educación tecnológica. Que acompañen, que tengan empatía y que se generen espacios seguros. En Ecuador, el 27 % de las niñas, entre 10 y 12 años, jamás usó un dispositivo electrónico, y el 39 % de las niñas mantiene una profunda brecha educativa con relación a los niños, según datos de la fundación. "Si queremos llegar a ser al menos la paridad del 50 %, debemos entender cómo nos puede beneficiar la tecnología", dice.
Serrano tiene más de 15 años de experiencia en educación, tecnología y género. Desarrolla y gestiona proyectos educativos con base tecnológica e innovación. Además, es líder de Comunidad Techstars, una aceleradora de startups con sede en Colorado, Estados Unidos, mentora de Mujer Digital, AWS Day Charlista.
Se declara una nerd, fanática de la zaga Star Wars, de Mafalda, y admiradora de Ruth Bager Ginsburg, la icónica jueza del Tribunal Supremo de Estados Unidos, defensora de los derechos de las mujeres, fallecida en 2020, a los 87 años. En una de las paredes de la casa de esta mujer, está un cuadro pequeño, que le hizo su madre, con la figura de la jueza y una frase en inglés: 'Las mujeres deben estar en todos los lugares donde se toman las decisiones'.
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"Siempre quise ser educadora, pero fuera del aula, me propuse eso desde que me especialicé en mi maestría, y dije: yo no voy a ser maestra de aula, voy a ser maestra donde sea necesario, no en el aula, a menos de que cambie toda la educación del mundo". Así que esta guayaquileña, de 47 años, que en junio de 2024 recibió el reconocimiento Matilde Hidalgo por parte del Municipio de Guayaquil, se propuso romper paradigmas a través de la educación y formación continua en tecnológica.
Desde pequeña se veía en el papel de educadora, y sentaba a sus primitos para enseñarles las vocales, aparte de ser "una mandona", recuerda sonriente. Entonces, les dijo a sus padres que quería ser maestra, aunque les pareció extraño, para su padre, un oficial de la Armada, "no era algo interesante" que su hija se dedicara a la docencia. "Para mí la docencia era lo único que veía".
En 2001, después de que se graduara del colegio, se fue a estudiar literatura en la Universidad de La Sapienza, en Roma. Tenía 17 años, y, sin saberlo, conoció a uno de sus "héroes literarios", el escritor y filósofo italiano Umberto Eco, con quien tomó un seminario en la Universidad de Bolonia. "Fue una experiencia increíble para mí, después de estudiar dos años en Italia, aprendí a escribir muy bien, pero yo quería seguir siendo maestra, y busqué una universidad que formara docentes".
Se inscribió en la Universidad Pedagógica Nacional de México, donde se especializó en educación preescolar, y luego sacó una maestría en Tecnologías de la Innovación e Información. "Empecé mi maestría en 2004, no era todavía la época del boom del internet, así que busqué una que tuviera relación con la tecnología". Después de trabajar dos años en México, se fue a Argentina y estuvo en una asesoría en el diario El Clarín, y también pasó por Uruguay en un programa de digitalización.
A su retornó a Ecuador, creó comunidades como Startup Weekend by Google y Futura Networks de Campus Party. En 2015, decidió aplicar a Girls in Tech para comenzar a trabajar en un capítulo ecuatoriano y se convirtió en la primera organización de su tipo en el país y en la más grande de Latinoamérica. Pero desde 2023 decidieron independizarse de esa organización, con sede en Estados Unidos, y se convirtieron en la Fundación de Mujeres en Tecnología.
"Cuando buscábamos donantes, lo primero que nos decían era que se trataba de una marca registrada en Estados Unidos, y en inglés, aunque siempre nos enfocamos en Latinoamérica. El objetivo siempre fue cerrar la brecha en educación tecnológica, y también decidimos enfocarnos más en el programa de niñas Ingenium".
Desde 2015, han realizado 26 eventos y han impactado a 20.310 personas que han asistido a los cursos, clases y talleres. El programa Insigne se realiza desde hace ocho años y ha beneficiado de forma directa a 19.000 mujeres, jóvenes y niñas. Actualmente, el programa Ingenium, que arrancó en julio de 2023, tiene 183 niñas, de 10 a 12 años. El principal aportante es Fundación Favorita. La meta de este programa es impactar a 5.000 niñas hasta 2030.
Crear oportunidades
El programa Ingenium está avalado por el Ministerio de Educación y se incluyó en los laboratorios de innovación. "Después de ese aval, dijimos tenemos que seguir con el programa, sobre todo por los problemas de seguridad, la edad que escogimos es de niñas entre 10 y 12 años que dejan la infancia y empiezan a ser preadolescentes, son niñas que no tienen espacios seguros, no hay contención".
El programa crea un espacio que es seguro, donde se enseña mediante la modalidad de proyecto y aprender-haciendo y que motiva el interés en la ciencia y la tecnología. También se trabaja con las familias, y con mentoras que acompañan a las niñas para que escojan su especialidad en el colegio que tengan que ver con ciencias y que miren a la universidad como una oportunidad.
"En los sectores en los que trabajamos, nadie de las familias ha ido a la universidad o ha terminado un tecnológico, entonces, nosotras tratamos con este programa, no solo de darles las herramientas, sino que tengan una proyección de vida, por eso tengo convenios con las universidades, porque el objetivo es que sean becadas, aquellas que tengan un talento, que es evidente, mantenerlas hasta que acaben el colegio y luego que comiencen una carrera universitaria".
Los grupos de niñas que entran al programa se identifican en las comunidades vulnerables donde trabajan otras organizaciones que mantienen sus planes y con quienes Mujeres en Tec logran alianzas. Actualmente, están con la cooperativa Juan Montalvo, en Guayaquil, donde Plan Internacional dirige un programa. Pero también han laborado con niñas de sectores como Monte Sinaí, Cerro Santa Ana y Puerto Hondo, en Guayaquil; Tarifa, en Samborondón, entre otras comunidades.
La fundación se financia con patrocinadores o entidades sociales con las que ejecutan programas. El presupuesto anual, según el número de proyectos, puede estar entre US$ 35.000 y US$ 75.000. En estos años han tenido alianzas estratégicas con 37 entidades en Guayaquil, Quito, Cuenca, Samborondón, Portoviejo y Manta. Cuando se trabaja con una empresa privada se convierte en donante del programa.
Algunos proyectos han recibido financiamiento de organizaciones como Plan Internacional, Acnur, HIAS, municipios. La inversión en un proyecto oscila entre US$ 5.000 y US$ 10.000, además, las voluntarias elaboran el material impreso y digital. También se ha financiado con recursos levantados de fondos internacionales y nacionales, como la ONG italiana AVSI y la Fundación Favorita, desde US$ 5.000 a US$ 15.000.
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"Nuestra organización sigue siendo la única con enfoque de género, tecnología y dirección social, que atiende en sus programas a niñas desde los ocho años. Nuestro objetivo es la innovación social, democratizando la educación en tecnología para generar oportunidades laborales a la mayor cantidad de mujeres".
Aparte de Ingenium, mantiene activo el ciclo de talleres de Inteligencia Artificial, que arrancó en junio 2024. Son 16 a 20 horas en formato virtual y presencial y se trabaja con universidades a través de alianzas. Hasta ahora han capacitado a 95 alumnos de la Espae, Universidad Tecnológica Empresarial de Guayaquil (UTEG), Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL), Escuela Politécnica del Litoral, Instituto Argos, y están en marcha otros convenios. También hay cursos abiertos al público.
Lourdes explica que hicieron una investigación y preguntaron a las universidades cuáles son las capacidades digitales o tecnológicas que no pueden cubrir cuando los jóvenes salen a buscar trabajo. "Yo no quiero competir con las universidades, estamos sumando herramientas a los jóvenes".
También tienen el programa Sostenibilidad TEC, que son clases magistrales dictadas por expertas en áreas de sostenibilidad tecnológica que buscan disminuir la huella de carbono, que trabajan con la Cámara de Innovación y Tecnología de Ecuador (Citec).
¿Cómo se siente liderando estos proyectos? "Me gusta educar, me gusta el trabajo social porque puedo ver un cambio, pero me frustra que a nivel empresarial y en la ciudad quieren ver cambios inmediatos y en cantidad. Pero la educación toma generaciones, toma mucho esfuerzo, y a veces con que una persona haya generado este cambio, esa persona genera cambios en otra. Aunque la mayoría quisiera ver a 50 personas, a 100, no quiere ver a una, pero la educación puede cambiar la vida de una persona y esa persona sí cambia a una familia, sí puede influir en la sociedad. Necesitamos una visión de largo plazo". (I)