Andrés Mejía Acosta, ecuatoriano de 53 años, tiene una trayectoria marcada por el análisis político, la docencia y una profunda vocación de servicio. Actualmente es Decano Asociado de la Escuela Keough de Asuntos Globales en la Universidad de Notre Dame, donde dirige investigaciones y proyectos que buscan transformar las realidades de comunidades en todo el mundo. Esta institución, una de las más prestigiosas de EE.UU., manejó en el período fiscal 2023 - 2024, un presupuesto de US$ 1.800 millones y posee un valor de endowment de US$ 20.300 millones, es decir, el fondo permanente de capital que garantiza solidez y continuidad en el tiempo a sus actividades. En palabras de Mejía, "si el endowment fuera una economía sería equivalente a Jamaica o una economía de Centroamérica". Su camino hacia esta posición es un testimonio de esfuerzo, aprendizaje y compromiso con su país y con el desarrollo global.
La historia de Mejía comenzó en Quito, en el seno de una familia que pronto adoptó una perspectiva internacional. Su padre, psicólogo de profesión y uno de los fundadores de la oficina de UNICEF en Ecuador, influyó profundamente en su manera de entender el mundo. "Mi padre siempre tuvo el sueño de viajar, y la oportunidad de trabajar para Naciones Unidas nos permitió conocer diferentes culturas y ambientes". Esta experiencia temprana no solo definió su infancia, sino que marcó el rumbo de su vida académica y profesional.
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Mejía inició su educación en la escuela Espejo, luego estudió en el Colegio Sebastián de Benalcázar, donde destacó en ciencias sociales, un área que no era siempre valorada como una opción académica de alto potencial. "Los profesores me decían: '¿Por qué te vas a sociales si tienes capacidad para hacer física y matemáticas?' Pero yo sabía que ese era mi camino. Me encantaba estudiar los problemas sociales". Esa decisión temprana sería una constante en su vida: desafiar las expectativas para seguir su pasión.
A los 16 años, su familia se trasladó a Nueva York cuando su padre decidió realizar una maestría en Estados Unidos. Allí, Mejía culminó sus estudios secundarios en Jamaica High School. La experiencia fue transformadora. "Era un estudiante extranjero. Mi inglés no era lo suficientemente bueno para clases regulares, pero tampoco tan malo como para estar con los recién llegados. Eso me enseñó a moverme entre mundos, a construir puentes".
Con un interés creciente por entender las realidades sociales y políticas, Mejía regresó a Ecuador para estudiar Sociología en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. "Fue un año espectacular. En 1989, cuando cayó el Muro de Berlín, estudiábamos sociología marxista en un mundo donde el marxismo estaba en crisis. Fue una lección única sobre cómo las ideas se transforman".
Posteriormente, la familia se mudó a México, y Mejía continuó su formación en Ciencias Políticas en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). Allí vivió un cambio radical en su formación académica. "Pasé del marxismo al neoliberalismo. Fue un cruce muy grande y ecléctico, que terminó por definirme como un humanista progresista".
En 1996 regresó a Ecuador para trabajar como asistente de investigación en un proyecto liderado por el expresidente Osvaldo Hurtado, enfocado en los problemas de gobernabilidad del país. Sin embargo, su carrera tomó un giro inesperado cuando recibió una beca para realizar un doctorado en la Universidad de Notre Dame. "Osvaldo Hurtado me despidió para que aceptara la beca. Me dijo: 'Ecuador y sus problemas seguirán, pero esta oportunidad no se repetirá'. Tenía razón".
En Notre Dame, Mejía dedicó siete años a investigar las dinámicas políticas del Ecuador. Su tesis, centrada en las alianzas políticas en el Congreso ecuatoriano, identificó patrones de acuerdos informales, que él llamó "alianzas fantasmas". "Mi conclusión fue que los acuerdos políticos en Ecuador no se basaban en visiones compartidas, sino en intercambios puntuales y de corta duración. Tristemente, ese patrón persiste hasta hoy".
Durante esos años Mejía vivió la inestabilidad política del Ecuador desde la distancia. "Era como ver un laboratorio en caos. Desde mi escritorio, observaba cómo el país enfrentaba crisis tras crisis, desde la dolarización hasta la caída de presidentes. Fue emocionante, pero también frustrante".
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Tras completar su doctorado, trabajó en instituciones académicas y de desarrollo en varios países como Canadá (British Columbia University), Inglaterra y Estados Unidos. Ingresó a la universidad de Sussex y trabajó siete años dentro del Instituto de Estudios para el Desarrollo. "Llegué como un investigador de governance (...) Hoy por hoy, el IDS es la mejor universidad del mundo para estudios de desarrollo". Su siguiente aventura se dio en el King´s College de Londres, "mi enseñanza y mi aprendizaje ya es con alumnos que están interesados por el tema de desarrollo pero más hacia el sector privado, en la línea de business". En total pasó 16 años en Inglaterra.
Uno de los momentos más gratificantes de su carrera llegó cuando regresó temporalmente a Ecuador para asesorar al gobierno en estrategias contra la desnutrición crónica infantil. Había trabajado en este tema en Perú, Zambia, Brasil, Kenia, entre otros, pero aplicarlo en Ecuador fue una experiencia especial para él. "El tema de desnutrición infantil es un lindo ejemplo de cómo la sociedad civil, el gobierno, la cooperación internacional, tienen que negociar y resolver diferencias e identificar que son los niños desnutridos los que tienen como interés común".
Después de su breve retorno a su patria, Mejía recibió la propuesta de regresar a la Universidad de Notre Dame como Decano Asociado de la Escuela Keough. La oferta llegó en un momento inesperado, mientras consideraba echar raíces nuevamente en Ecuador. "Fue una decisión difícil, pero entendí que desde Notre Dame podía aportar más a Ecuador y a otros países".
Hoy, lidera un equipo de más de 70 profesores que investigan temas como democracia, desigualdad, cambio climático y desarrollo sostenible. "Es un círculo completo. Lo que quería hacer como estudiante, ahora lo apoyo como decano. Mi trabajo es garantizar que las investigaciones de mis colegas tengan impacto en el mundo real".
Aunque su vida profesional lo mantiene lejos de su país natal, Mejía sigue profundamente conectado con Ecuador. "Siempre miro el potencial del ecuatoriano como individuo. Me impresiona cómo, en ambientes favorables, los ecuatorianos destacan y prosperan. El desafío es cómo potenciar ese talento para construir un mejor Ecuador desde adentro".
Para Mejía, el futuro de Ecuador pasa por combinar la resiliencia individual con la acción colectiva. "La minga, esa tradición de trabajo comunitario, es un ejemplo de cómo podemos unir esfuerzos para resolver problemas. Pero también necesitamos mejores instituciones que fomenten el desarrollo".
La historia de Andrés Mejía es un ejemplo de cómo un ecuatoriano puede trascender fronteras y regresar para aportar a su país desde una perspectiva global. Su trabajo en Notre Dame y su compromiso con el desarrollo son testimonio de que la educación, combinada con un propósito claro, tiene el poder de transformar vidas y sociedades. "Mi pregunta siempre ha sido: ¿desde dónde puedo apoyar más? Y creo que, en este momento, esa respuesta está aquí, conectando a Ecuador con el mundo". (I)