Bajista, cocinero e ingeniero en sistemas, Herman Marín es un quiteño-manabita que ha encontrado en la tecnología y en las artes las herramientas para generar impacto positivo. Trabajó para varias ONG, tuvo una agencia digital, luego cofundó Laboratoria y ahora dirige Kaudal, desde Lima, Perú.
Su gusto por la tecnología empezó en los años 80, cuando para ver una película era necesario ir a la videotienda, escoger un cassette, pagar por su alquiler, llegar a casa, meterlo en el VHS o Betamax y, por fin, disfrutarla. Pero para Marín el proceso era más fácil. Bastaba con escoger un filme de la tienda de video de su padre, una de las más grandes del Quito de la época. Recuerda una cinta que marcaría su destino: Juegos de Guerra (John Badham, 1983).
Esa vaina a mí me explotó la cabeza, me cuenta en una cafetería de Lima, Perú, donde vive hace 10 años junto con su esposa, la emprendedora social Mariana Costa. En ese thriller de ciencia ficción, un joven hacker entra accidentalmente a una supercomputadora militar de Estados Unidos y pone al mundo al borde de una guerra nuclear.
Marín luego combinaría su curiosidad por la tecnología con otras artes. De padres manabitas, su adolescencia transcurrió en Portoviejo, donde junto con su hermano fundó su primera banda de rock. Siempre tuve mucha exposición a la música, que de alguna forma también está conectada con la creatividad que se relaciona con las computadoras. De hecho, esta pasión nunca lo abandonaría: actualmente es bajista de la banda LEGs, que lo ha llevado a escenarios de varios países.
Ese cruce entre la tecnología y las artes le hizo escoger su camino de vida laboral. Saber que podía crear y conectar fue su gran motivación para estudiar Ingeniería en Sistemas, en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
Seguir esta carrera en la década de los 90 significaba enfrentarse a un mundo que apenas se estaba descubriendo: en 1991 se establece la primera conexión de Internet en Ecuador y para 1998 se lanza la primera conexión de banda ancha en Quito. Cuando las primeras páginas web se empiezan a crear, para el joven Marín, era como ver Juegos de Guerra pero en la vida real.
Qué loco que en un programa de computación puedas juntar algo que puede ser muy creativo, como ponerle gráficos y movimientos en la pantalla y al mismo tiempo usar el audio o el video, ¿no? O conectar con otra gente. Para mí eso fue como brutal, cuenta al recordar su época universitaria.
Unos años más tarde empezaría su éxito como empresario. Recuerda su primer emprendimiento: un marketplace que conectaba a ingenieros civiles con proveedores, como ferreterías. Estuvo algo adelantado a mi época, ahora existe algo similar, reconoce. Y aunque tuvo acogida, el proyecto se estancó por algo que quebró a muchas empresas y familias en ese momento: la crisis económica y la dolarización en Ecuador.
Eso le llevó a migrar a Estados Unidos. Una semana después de su graduación de la universidad, ya estaba en Carolina del Norte. Allí pudo explorar más la música, hizo giras con varias bandas mientras desarrollaba sitios web como consultor para diferentes clientes.
Por cosas de la vida, me enamoré de una chica y me terminé moviendo a Washington, D.C, dice Marín. Allí descubrió que la política se estaba montando en la ola de las nuevas tecnologías.
Aquí es cuando me doy cuenta que puedes hacer tecnología solo por hacerla o para movilizar a gente en torno a una causa, cuenta. Y una de sus primeras causas fue aportar a la creación del sindicato de la fábrica procesadora de carne de cerdo más grande de Estados Unidos.
Luego, pasó por One Campaign, una ONG que busca acabar con la pobreza en África, y posteriormente estuvo en Human Rights Campaign, donde aportó a los derechos de las personas de la comunidad LGBTQ+.
Luego de casi una década viviendo y trabajando en Estados Unidos, Marín y su esposa se establecieron en Lima, Perú, donde junto con sus socios crearon Laboratoria, en 2014. Este premiado emprendimiento busca cerrar la brecha de género en el mercado tecnológico de América Latina. Era muy evidente que podíamos transformar la vida de muchas mujeres en un muy corto tiempo, con una educación súper directa y después, conectarla con un empleador, explica.
En Laboratoria trabajan como 80 personas. Es una organización sin fines de lucro por lo que nuestro KPI más importante no son ventas ya que hacemos impacto social. Laboratoria suma más de 3.800 mujeres egresadas y una empleabilidad de 77 % con un salario promedio de US$ 750 y más de 1.100 empresas empleadoras en Latinoamérica.
La experiencia de colocar trabajadoras en diferentes empresas les abrió los ojos a otra gran brecha del mercado: solo el 1 % de las personas sabe programar. Todas las empresas del mundo dependen de ese 1 % de la fuerza laboral global, sostiene Marín. Así, Kaudal empezó como un programa de capacitación dentro de Laboratoria, que fue tan exitoso que luego decidieron independizarlo como un spin-off.
Junto con sus dos socias, Ana María Martínez y Claudia Alfaro, Marín ahora se dedica a fortalecer este emprendimiento con base en Lima. Ofrecemos un servicio que ayuda a descentralizar la automatización de tareas de las áreas de TI en las empresas, empoderando a los colaboradores menos tecnológicos, explica.
Tareas como copiar y pegar información de un archivo a otro suele ser un trabajo tedioso y aburrido, y además consume recursos de la empresa. Sabemos que en promedio, una persona podría ahorrar 720 horas al año con automatizaciones sencillas, dice. Y para eso, basta con aprovechar al máximo las herramientas ya existentes en las suites de Google y de Microsoft, entre otras aplicaciones.
En cerca de dos años, Kaudal ha trabajado con más de 30 clientes importantes, como Pacífico Seguros, Rimac o Gloria. Su promesa es convertir a colaboradores en automators, para que puedan enfocar su creatividad en tareas más desafiantes y creativas.
Según Marín, el 2024 ha sido un año con mucho enfoque en Perú, pero hacia finales de este año, vamos a empezar a poner un pie en Chile, que es nuestro siguiente mercado, explica.
Cuando le pregunto sobre su relación con Ecuador, no tarda en responder con una sonrisa y muy seguro: Soy 100% ecuatoriano. Me siento súper orgulloso de lo que somos, del país que tenemos con todos sus desafíos". Como ley de vida, se ha propuesto ir a Ecuador por lo menos una vez al año y enamorar a sus tres hijos peruanos de la comida manabita.
Actualmente, ha empezado otro emprendimiento: una marca de salsa de ajíes con recetas caseras ecuatorianas. Para Marín, emprender está en el centro de su vida. Y lo seguirá haciendo con la tecnología, música o cocina, siendo consciente de su impacto en la vida de otras personas. (I)