Hay que tener agallas para dejar el infierno. Y hay que tener 'angelitos' que sirven de apoyo. Su hijo, Martín Jr., fue la razón para salir de allí y buscar un propósito para su futuro y el de su heredero. Es Martín Proaño, riobambeño, salesiano, chef y vendedor innato. Apenas culminó sus estudios secundarios, se marchó a Barcelona, España, a estudiar Gastronomía. Tenía la ilusión de conocer y emular al famoso Ferran Adrià Acosta. Mientras cursaba en la Escuela Universitaria Formatic y trabajaba en sus horas libres como mesero en el restaurante La Gavina, probó los excesos de la vida nocturna y se enganchó. Era como llevar a un ludópata a Las Vegas. Yo vivía libre, tenía mucha curiosidad y caí. Pasó cuatro años y medio en España. Al regresar a Ecuador para asistir al matrimonio de su hermana, conoció a la madre de su hijo. Ya no volvió a la península Ibérica. Más bien, tocó fondo en Ecuador. Pero el amor de su hijo lo rescató y empezó a fortalecer sus habilidades como vendedor. Hoy, ya siente paz.
¿Cuándo te diste cuenta de que las cosas estaban muy mal?
En mi regreso a Riobamba. Me di cuenta de que tenía problemas, que no era funcional. Siempre he sido una persona ambiciosa, pero las expectativas de lograr lo que yo quería no se estaban cumpliendo. Podía ser el hombre más farrero del mundo, más popular, pero pasaban los años y no era nadie. Mis amigos ya eran profesionales, tenían sus hogares, sus familias, sus patrimonios. Y yo seguía donde se empieza. Hasta que nació mi hijo. Recuerdo que un día lo vi queriendo gatear (tiene ocho años ahora), lo vi tan lindo. Pensé: cómo va a ver a un padre así, acabado. Tomaba cuatro días a la semana, salía jueves y regresaba lunes. Dije no más y entré a un proceso de recuperación.
¿Te arrepientes de esos tiempos?
Sí. Me arrepiento de muchas cosas. Normalmente en esa vida se sufre mucho. Es como en una relación amorosa; si vives con una persona que te engaña, vas a sufrir. Hay que renunciar, por más amor que exista. Tuve que romper esa relación con el alcohol y las drogas.
¿Estuviste al borde de la muerte en algún momento?
Sí. Me acuerdo de un día que tuve una sobredosis. Llovía. Estaba en una casa y se me empezó a subir una babosa, porque era una casa antigua con huecos en el piso. Ese fue otro día en que me quedó claro que debía renunciar a esa vida.
Te recuperas, empiezas de cero. ¿Dónde?
El día que veo a mi hijo, pienso y digo que no puedo seguir así. Además, veo al hijo de un amigo con un celular iPhone 6, le pregunto cuánto costó y me dice que US$ 1.200. ¡Era un montón de dinero! Me gustaba mucho ese celular y no tenía los fondos para comprarlo. Por ese tiempo Amazon comenzaba a ponerse moda. Mientras navegaba, descubrí que había de venta celulares de segunda mano a US$ 300. Claro, solo había rosados, porque es el hueso de los colores. Le digo a mi hermana que vive en EE.UU. que me traiga. Pensaba ponerle una carcasa y revenderlo. Me trajo cuatro. Y así empecé. Gané el triple. Tomaba el dinero y volvía a hacer lo mismo. A los seis meses, ya era conocido, publicaba anuncios en Facebook, los comercializaba entre amigos y familiares. Después ya viajaba para traer los artículos. Metía en mi mochila los teléfonos y salía a vender, trabajaba muy duro.
De alguna manera, era una actividad de contrabando.
Yo trataba de sobrevivir en un momento muy difícil de mi vida. Otros son los grandes contrabandistas en el país. Yo prefiero ganar menos, pero ganar seguro, ser formal, más que ser un vendedor informal quise crear una cadena de negocios. Por eso, me formalicé casi de inmediato, porque las ventas empezaron a crecer y me era imposible traer tantos celulares para cubrir la demanda. Me asocié con un importador que era mi amigo, Cristian Noboa. Juntamos fuerzas y creamos la empresa Export Ventas Carmax, con el sueño de crear un imperio. En uno de mis viajes, a finales de 2017, vi en EE.UU. un local de Apple, quise tener uno así en Riobamba. Empezamos a facturar US$ 480.000 al mes, en un local en teléfonos, especializado en Apple. Hace un año y medio decidimos renombrar a la empresa, a iDifferents, con un concepto donde los clientes puedan vivir una experiencia diferente, como su nombre lo dice, al comprar sus teléfonos. Hoy tenemos locales en Riobamba, Ambato y Latacunga.
¿Qué es la empresa en estos momentos?
Somos 70 colaboradores. Facturamos alrededor de US$ 14 millones al año. Estamos abriendo dos locales más. Uno en Riobamba, un iDifferents Express, que se abrió el 25 de junio de 2022. Y otro en Ambato, un iDifferents Life, en el Mall de los Andes, que será un local para vivir una experiencia que no existe ahora, donde los clientes podrán sentarse, tomar café, conectarse a Internet, hacer Tiktoks en un área adecuada para ello, escuchar música con los productos Apple, jugar y entrar al metaverso con gafas de realidad virtual, etc. Desde el 7 de junio de 2022 está abierto para todos, sin costo y sin obligación de comprar un teléfono.
¿De cuánto es la utilidad?
Un 20 %. Vendemos mucho online.
¿Eres buen vendedor?
Sí, tengo ese don de llegar a las personas.
¿El buen vendedor nace o se hace?
Nace. Desde chiquito se tiene ese tacto para el negocio, hay otros que son técnicos, intelectuales, académicos. Yo era pésimo académico. Siempre pensaba en negocios. Era una persona ambiciosa, me gustan las cosas de calidad y me gusta dar servicios de calidad. Creé un concepto muy diferente.
¿Cuál es tu secreto para vender más?
Hay que entender al consumidor. Por ejemplo, en el sur de Quito compran Android; en el centro de la ciudad, mitad Android, mitad Apple; en Cumbayá, Xiaomi; en el norte, Apple; en Los Chillos, Sony. En Guaranda les encanta Apple y en la Amazonía se vende mucho. Entonces hay que tratar de ver qué, en dónde. En EE.UU. he visto a personas bajarse de su Ferrari con un iPhone 6, mientras que en Ecuador he visto bajarse del bus a un estudiante con un iPhone 13. Hay que hacer todo ese análisis social. ¿Cuál es mi estrategia? Ser divertido, ofrecer seguridad, una buena experiencia y la garantía. Somos los únicos en el país que brindan garantía de un año por teléfonos open box y nuevos. Estoy 100 % seguro de que ha sido la mejor decisión que he tomado.
¿Cómo reaccionas cuando no logras vender un producto?
Me frustro. Cuando no alcanzo la meta que quiero vender, me bajoneo. Pero es instantáneo. Enseguida trabajo más duro. Siempre trato de mantener mi mente ocupada. Corro. Me volví más ambicioso cuando vi que no podía vender mis teléfonos porque no tenía transporte. Así que lo primero que hice cuando las ventas empezaron a mejorar fue comprar un carro. Hoy tengo algunos, pero me encanta Mercedes Benz.
¿Por qué te quedaste en Riobamba como centro de operaciones, si hay ciudades más grandes?
Confío en mi ciudad y hago lo que otras personas no hacen. ¿Qué pasaría si me fuera a Quito? Quizás vendería un poco más, sí, pero me gusta mi ciudad. Y sé que hay plata, solo son un poco tacaños (risas). Hay veces que no le compran a la tienda, le compran a Martín.
¿Crees que estás en la cima?
Todo lo que he soñado lo tengo en este punto. No me refiero a cosas materiales, que en la vida de repente puede acabarse. Es importante lo económico, pero, sobre todo, la paz. He luchado siempre por tener paz y felicidad, que el dinero no puede comprar. Estoy en uno de los momentos más felices. He querido hacer una historia de mi vida.
¿Tienes ídolos?
En el caos que tenía, era muy fanático de Cristiano Ronaldo, porque es un símbolo de éxito, me inspira. No lo idolatro, siempre estoy consciente de que Dios es el superpoderoso, pero el ejemplo de las personas es importante.
¿Qué te hace pensar que todo lo que deseas puedes lograrlo?
La vivencia. Creo que es más difícil salir de las drogas que hacer una fortuna. Ya salí del infierno. En un momento de mi vida luché contra algo para lo cual no había ni herramientas ni espadas, algo que me dominaba. Luché conmigo mismo. Salir de ahí fue más difícil que pensar o trabajar diariamente para conseguir mis ideales. Y, como soy el resultado de esa batalla casi imposible de ganar, creo que el resto es posible.
¿Cómo te visualizas en el futuro?
Mi proyecto de vida es tener la cadena más grande de tecnología del país en tres años. Además, soy muy analítico sobre dónde poner el dinero. Soy inversor en otros negocios que no conozco, pero que considero una oportunidad. Soy accionista en el restaurante Mía, de Riobamba. Tengo el 30 % de participación, por ejemplo. Otro pequeño sueño que tengo es ser accionista de Under Armour, me encanta su ropa, me encanta su historia. (I)