Cerrando brechas en Latam, crédito a crédito
María Caridad Araujo, jefa de la División de Género y Diversidad del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), dedica su vida a impulsar la igualdad en América Latina. Desde su infancia en Quito, marcada por la sensibilidad hacia la injusticia social, hasta liderar un equipo de más de 40 personas que impulsa inversiones millonarias en proyectos de inclusión, su trayectoria refleja una perseverancia y pasión incansable. Esta es su historia.

"Nací en Quito el 24 de mayo, no podía ser una fecha más patriótica (risas), de 1974". María Caridad Araujo se crio dentro de una familia quiteña, "un hogar con mucho amor y mucho apoyo". Desde muy pequeña, su educación estuvo marcada por un enfoque humanista, con una mirada profunda hacia lo público y lo social. "Mi papá enseñaba Literatura en la Universidad Católica, mi mamá era profesora de primaria y muchos de sus amigos eran artistas. A nuestra casa venía gente del mundo del arte y de la cultura en Ecuador, y siempre hubo las puertas abiertas a muchas voces, muchas opiniones, mucha diversidad". 

Araujo se forjó rodeada de su familia y con una formación basada en el respeto. Hasta cuarto grado de primaria estuvo en el Colegio Spellman y desde quinto fue al Liceo Internacional, un colegio relativamente nuevo. "Siempre me encantó la lectura, de niña leía muchísimo y el mayor regalo que me daban mis papás era ir a la Feria del Libro a comprarme muchos libros. No crecí en una familia de abundantes recursos, pero para estudiar y para la lectura siempre hubo importancia. (...) Yo tuve una beca en el Liceo, con mucha generosidad, era un colegio caro, para desarrollarme profesionalmente. Hay un cuento infantil que me encantaba, que se llamaba un 'Agujero en la Alambrada', una historia sobre una localidad dividida por una valla de alambre, donde descubrían que había un agujero al otro lado. (...) me encantaba esa historia de ese descubrimiento del otro distinto, del otro dividido y de tratar de construir puentes donde existe una alambrada". 

Su vocación por la igualdad ya corría por sus venas desde muy temprano. "Recuerdo que el bus escolar venía muy temprano, todavía era de noche. Mi mamá me envolvía en un gorro con bufanda y me subía semidormida. En ese recorrido yo veía a otros niños que, a esa hora, estaban desayunando en la esquina, no todos abrigaditos como yo. Eso me conmovía y me cuestionaba, decía: '¿Por qué hay estas diferencias en el país?' '¿Por qué no todos pueden tener una base de igualdad para empezar?'".

A medida que fue creciendo, sus ideas se fueron consolidando. "Me gradué del colegio en 1992, cuando se cumplían 500 años de la llegada de Colón a América, con muchos debates alrededor de este tema, con posturas muy distintas, en ese momento, sobre qué quería decir la colonización para las Américas. Siempre sentí que había que entender las cosas con más profundidad, con más sutileza, con más amplitud". Por un año, entre 1988 y 1989, su familia vivió en EE.UU., donde acompañó a su padre, que trabajó en la Universidad de Nuevo México, en Albuquerque. "Vivíamos en un conjunto residencial, en el límite entre un barrio de clase alta, donde estaban los profesores y la gente vinculada a la universidad, y un barrio pobre de personas chicanas (mexicano estadounidenses). Realmente no me identificaba en ninguno de los dos mundos (...), pero encontré mi espacio en el mundo de la música". 

A su retorno al país y con un talento latente para el universo cuantitativo, encontró su llamado en la carrera de Economía dentro de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. "En Ecuador trabajé en diferentes organizaciones. Un año en el Ministerio de Finanzas (...) y un año en Cordes, durante la caída del presidente Bucaram. (...) El Dr. Oswaldo Hurtado, que era nuestro jefe, se volvió el presidente de la Asamblea. Entonces, nos tocó a nosotros, como asistentes de investigación, generar muchos insumos que sirvieron para el debate durante la Asamblea Constituyente".

Durante los dos últimos años de su carrera tuvo la posibilidad de especializarse en una rama y una le llamaba mucho la atención. "Yo salí con ganas de hacer un doctorado en Economía Ambiental". En agosto de 1998 arribó a la Universidad de California, en Berkeley, para cursar su programa conjunto de maestría y doctorado, pero escogió el campo de economía enfocada al desarrollo. "Para darte un ejemplo, durante los años que estuve en Berkeley, los profesores de mi facultad ganaron dos premios Nobel".

Su tesis estuvo enfocada en el empleo rural no agrícola en México. "Fui a trabajar en el programa Progresa (en México) como parte de la investigación que estaba llevando a cabo. Uno de los primeros en la región que estaba haciendo transferencias monetarias condicionadas. (...) Todos los fines de semana agarraba mi mochila, subía a un bus y me iba a alguna oficina del programa en alguno de los estados". En 2003, después de su graduación y ya casada, debía tomar un rumbo entre lo académico y el de políticas públicas. Su travesía la llevó a Washington, donde trabajó los primeros años como profesora visitante adjunta en la Universidad de Georgetown, en el Departamento de Políticas Públicas. "Dictaba clases a los estudiantes de maestría, clases de microeconomía, estadística y supervisaba tesis". 

A la par se vinculó en consultorías con el Banco Mundial (BM) y trabajó en una evaluación del impacto del Bono de Desarrollo Humano en el Ecuador. "Apliqué al programa The Young Professionals Program (YPP) y me hicieron una oferta en el año 2005. Estuve en el BM cuatro años. Mucho de ese tiempo trabajé en Asia del Este en temas de protección social y educación. Trabajé mucho en Mongolia, un país bellísimo, con una cultura, una historia y un estilo de vida muy diferente, que te obliga a pensar fuera de la caja. (...) Con una donación de US$ 4 millones, hicimos un proyecto bello que consistió en construir una biblioteca en cada aula de primaria de cada escuela rural de Mongolia, pero para hacer esto tuvimos que resucitar la industria de la literatura infantil en el país que había fallecido después de la caída de la Unión Soviética, al ser un mercado altamente subsidiado". 

En 2009 recibió una oferta del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para trabajar en temas de protección social en América Latina. "La posibilidad de trabajar en una región que estaba en el mismo huso horario y que no requería viajes de dos días solo en el avión, era atractiva (risas). (...) La satisfacción de trabajar para Latinoamérica es infinita porque yo siempre me sentí latinoamericana". Empezó cómo especialista en temas de protección social, y lideró el diálogo con México, Colombia y Perú en esta temática. "En ese momento, varios países de la región estaban interesados en fortalecer la política pública de higiene a la primera infancia, debido a la evidencia científica que mostraba la importancia de los primeros años de vida para el desarrollo del cerebro humano y los daños irreversibles que se tiene si es que no se estimula ese desarrollo cerebral de una forma holística, principalmente a través de interacciones de calidad, de lenguaje, de afecto". 

Araujo trabajó por diez años en temas de protección social. De especialista senior pasó a especialista líder y luego a especialista principal. "Allí estaba liderando la agenda del trabajo del banco en la primera infancia. (...) En Perú, cuando ganó el presidente Humala, tuvimos la oportunidad de acompañar el diseño y la implementación de un programa enfocado en el sector rural que buscaba fortalecer las prácticas de crianza de los hogares más pobres. Es decir, cómo pueden ofrecer a sus niños menores de tres años más oportunidades de juego para desarrollar su lenguaje, su capacidad de resolver problemas, su desarrollo socio/emocional. (...) Nosotros apoyamos al gobierno del Perú a llevar a escala lo que hoy en día llega a más de 100.000 niños". 

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